Cómo el sueño influye en el equilibrio vital de las personas

Los estudios, el trabajo, el rápido ritmo de la vida moderna hacen que el sueño suela verse relegado a un segundo plano. Sin embargo, su impacto en nuestra salud física y mental es innegable. Más allá de una simple pausa para el cuerpo, el descanso nocturno cumple funciones esenciales en la regulación de nuestras emociones, el manejo del estrés y la prevención de trastornos psicológicos.
“Un sueño reparador favorece la consolidación de la memoria, la regulación emocional y la toma de decisiones. En contraste, la privación del sueño incrementa el riesgo de trastornos como ansiedad y depresión, afectando el equilibrio neuroquímico del cerebro”, señala Carlos David De la Barra, docente investigador de la carrera de Psicología en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Pero, ¿cómo exactamente el sueño moldea nuestro equilibrio mental y emocional? ¿Qué sucede cuando no dormimos lo suficiente?
“El cerebro humano necesita el sueño para procesar y regular las emociones. Durante la fase de sueño profundo, especialmente en la etapa REM (rapid eye movement o movimientos oculares rápidos), se reorganizan las experiencias emocionales del día y se regulan neurotransmisores esenciales como la serotonina y la dopamina”, explica el experto.
El 15 de marzo se conmemoró el Día Mundial del Sueño, una fecha establecida por la Sociedad Mundial del Sueño (WSS, por sus siglas en inglés), con el objetivo principal de promover la salud del sueño a nivel global, abordando la creciente epidemia de somnolencia e insomnio que afecta la salud y la calidad de vida de millones de personas en todo el mundo.
La iniciativa busca concienciar sobre la importancia de prevenir y tratar los trastornos del sueño, especialmente en regiones donde la medicina del sueño aún no está suficientemente desarrollada. A través de estrategias de prevención, educación y tratamiento, el Día Mundial del Sueño aspira a mejorar el bienestar de las personas y reducir el impacto negativo que los problemas de sueño tienen en la sociedad.
¿Qué pasa cuando hay un mal descanso?
La privación del sueño afecta especialmente a la amígdala, la estructura cerebral encargada de regular nuestras respuestas emocionales. Un mal descanso puede generar reacciones exageradas ante estímulos cotidianos, aumentando la irritabilidad y la sensibilidad emocional.
“Las personas que no duermen lo suficiente tienen más probabilidades de experimentar reacciones emocionales desproporcionadas frente a situaciones cotidianas”, explica De la Barra.
Por otro lado, la corteza prefrontal, responsable del autocontrol y la toma de decisiones, también se ve afectada por la falta de sueño, reduciendo nuestra capacidad para gestionar el estrés y los conflictos diarios.
El estrés y el sueño: una relación bidireccional
El estrés y el sueño mantienen una relación recíproca. El estrés crónico puede dificultar el sueño, mientras que la falta de sueño puede intensificar la respuesta del cuerpo al estrés, creando un ciclo perjudicial. Durante el descanso nocturno, el cuerpo produce hormonas como la melatonina y la serotonina, que ayudan a reducir el cortisol, la hormona del estrés.
Sin embargo, cuando el sueño es insuficiente, los niveles de cortisol permanecen elevados, lo que genera mayor tensión y ansiedad. “Durante el sueño profundo, el sistema límbico procesa experiencias emocionales, lo que permite reducir la reactividad ante el estrés”, acota el psicólogo.
Según la Fundación Nacional del Sueño de EE.UU., la falta de sueño aumenta la probabilidad de experimentar respuestas exageradas al estrés, reduciendo la capacidad del cerebro para evaluar situaciones de manera racional.
Además, la falta de descanso también se ha relacionado con un mayor riesgo de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión. De la Barra destaca que el insomnio es un factor de riesgo para el desarrollo de estos trastornos y que, a largo plazo, la privación del sueño puede afectar la resiliencia psicológica de las personas.
“El insomnio es uno de los síntomas más comunes de la depresión. La falta de sueño no solo empeora el estado de ánimo, sino que también dificulta la capacidad de las personas para afrontar los pensamientos negativos”, indica.
Diversos estudios han demostrado que las personas con patrones de sueño irregulares presentan mayores niveles de estrés, menor control emocional y menor capacidad de afrontamiento. Un informe publicado en Sleep Medicine Reviews sugiere que la regulación del sueño puede ser una estrategia eficaz en el tratamiento de trastornos depresivos, ya que contribuye a restaurar el equilibrio neuroquímico del cerebro.
Estrategias para mejorar la calidad del sueño
Mejorar la higiene del sueño es clave para promover un descanso reparador y mantener el equilibrio mental. De la Barra recomienda técnicas cognitivo-conductuales para establecer hábitos saludables:
- Mantener horarios regulares: acostarse y despertarse a la misma hora todos los días ayuda a sincronizar el reloj biológico.
- Reducir la exposición a pantallas antes de dormir: la luz azul de dispositivos electrónicos inhibe la producción de melatonina, retrasando el sueño.
- Practicar técnicas de relajación: la meditación, la respiración profunda y la relajación muscular progresiva pueden facilitar la conciliación del sueño.
- Limitar el consumo de cafeína y alcohol: estas sustancias pueden alterar los ciclos de sueño y reducir la calidad del descanso.
- Crear un ambiente adecuado: dormir en un espacio oscuro, fresco y libre de ruido contribuye a un descanso óptimo.
Además, especialistas en sueño destacan la importancia de desarrollar rituales nocturnos, como leer un libro o tomar una infusión relajante, para indicar al cerebro que es momento de descansar.
Si bien la sociedad moderna tiende a subestimar su importancia, la evidencia científica es clara: priorizar un sueño de calidad es clave para mantener un equilibrio vital. Como señala De la Barra, “una noche de buen descanso puede ser el primer paso hacia una mente más saludable”.