Cimas de Esperanza: sobrevivientes de cáncer escalan nevados como testimonio de vida

Por Aldo Juan Peralta Lemus

A los cortos once años, Mariana Quelali tuvo que enfrentar una de las noticias más confrontantes para una persona, y mucho más para una niña de esa edad. Después de la visita al médico y los respectivos exámenes, el diagnóstico fue fulminante: tres meses más de vida por cáncer. Tuvo días que pasó entre tratamientos y noches sin sueño. Ahora ella, junto a otras personas, lejos de las camillas, quimioterapias y salas de espera, lograron vestir botas, cargar mochilas y emprender una escalada, con determinación de alcanzar la cima del Huayna Potosí.

Mariana es una joven de 26 años, que estudia la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz. A esta edad comparte cómo atravesó la afección a su corta edad.“Fuí diagnosticada con un tumor renal a la edad de once años. Estaba yendo a mis controles, estaba super tranquila. Me decía: ‘Ya puedo volver a mi vida normal, puedo volver al colegio. Puedo volver a hacer todos los exámenes, pero tres meses después el cáncer había vuelto”, explica.

Para Mariana fue un “golpe bastante duro” atravesar por la fase de recuperación del cáncer. Pero no solo para ella, también fue una etapa dura para su familia. La lucha que sostuvo Mariana junto a su familia fue por un tiempo aproximado de tres años. Sin embargo, hoy, después de más de una década de una estable recuperación, Mariana demuestra su satisfacción por encontrarse sana, y estudiando la carrera que soñó desde niña: Medicina.

“Ya son trece años sin quimioterapia,  sin cirugía, y cinco años sin controles. No me rendí en mi mente. Lo que yo hice fue buscar otros caminos para lograr pasar esa prueba, otros caminos y no solo apoyarme en mi familia, en mis sueños, en qué es lo que yo quería hacer con mi vida”, expresa Quelali.

De la misma manera, Abel Mora, es otro joven de más de atravesó la afección por un tiempo más largo que Mariana. Él destaca que en niño le detectaron la afección, y este duró hasta la preadolescencia. Ahora, como sobreviviente de cáncer, comenta que prefiere tener salud y tener muchos problemas, en vez de: perder la salud y enfrentar un solo problema. 

“Cuando perdemos esa salud y tenemos una enfermedad, tenemos un solo problema donde toda nuestra energía, dinero, economía y tiempo se enfoca a ese problema que tenemos, que es recuperar la salud. Entonces, no esperemos a tener un solo problema”, explica Mora.

Abel es mexicano y también sobreviviente de la afección, y comenta que atravesar por un proceso de cáncer es “algo que no se le desea a nadie”, comenta. Los dolores los califica como: insoportables. “El tratamiento de quimioterapia es muy doloroso, muy desgastante, muy insoportable en ciertos momentos”, explica.

Al igual que Mora, la mexicana Ericka García es una más de las sobrevivientes. García comparte que lo más difícil de enfrentar el tratamiento, más allá del dolor, fue estar lejos de la familia y no poder compartir momentos con ellos. “Durante la enfermedad aprendí que uno puede ser resiliente y que realmente las pequeñas cosas de la vida son lo que nos hacen más felices”, destaca García.

Ellos tras superar uno de los desafíos más difíciles de su vida, han encontrado en las montañas un nuevo terreno de conquista. Para ellos, cada paso hacia la cima representa una victoria personal y colectiva: un testimonio vivo de que el cáncer no les robó las ganas de vivir, sino que les enseñó a luchar con más fuerza que nunca.

Escalar hacia la cima

Escalar la montaña no solo es una hazaña física; se ha convertido en una metáfora poderosa. Quienes han pasado por un diagnóstico de cáncer saben lo que significa atravesar el dolor, la incertidumbre y el miedo.

La hazaña de Mariana, Abel y Ericka, junto a otros sobrevivientes, cuatro guías de escalada y Sarah Legrand, encargada del proyecto Cimas de Esperanza, fue lograr escalar el cerro más alto de Bolivia: el Huayna Potosí, con sus 6.088 m s. n. m., del 20 al 22 de mayo, en dos días de intenso reto. 

Esta actividad, impulsada conjuntamente por la Fundación Cimas de la Esperanza y la Fundación Unifranz, nace como una iniciativa internacional que busca dar testimonio de que los sobrevivientes de cáncer no solo vencen la enfermedad, sino que continúan su camino con fuerza, superando nuevos desafíos. Escalar se convierte así en un símbolo de vida, resiliencia y cumplimiento de metas.

María del Pilar Hidalgo, directora de la Fundación Unifranz, sostiene que es muy especial el aporte de la Fundación que dirige, ya que también hay estudiantes que forman parte de las aulas de Unifranz y que, ahora, son sobrevivientes de cáncer.

“Cimas de la Esperanza, es un encuentro entre voluntades, que esta vez se ve representado por México, Francia y Bolivia, con sobrevivientes de cáncer, familias y voluntarios que hoy trabajan en una hermandad. Esta unión permite que los sobrevivientes de estos países escalen nevados como testimonio del poder que tiene el trabajo conjunto y de esta supervivencia al cáncer”, explica Hidalgo.

En la montaña, los participantes encuentran una forma de canalizar todo ese proceso emocional. Cada cumbre alcanzada simboliza la superación de un diagnóstico que alguna vez pareció insuperable.

“Escalar la montaña fue como resumir mi vida, en realidad, porque cada pico, cada pequeña cima que logramos atravesar y cumplir, fue como un pequeño logro que tuve a lo largo de mi vida hasta hoy”, destaca Mariana.

Como sobrevivientes, llevan banderas con nombres y fotografías de quienes aún luchan o de quienes no lograron vencer la enfermedad. Así, la travesía se convierte en un homenaje y una forma de concienciar sobre la importancia del diagnóstico temprano, el apoyo psicológico y la investigación médica.

Hoy, sus huellas quedan marcadas tanto en los senderos como en los corazones de quienes los escuchan. Estos sobrevivientes nos enseñan que la montaña más difícil ya la escalaron. Ahora, cada cumbre es un grito de libertad, una celebración de la vida y una promesa: que ningún diagnóstico podrá frenar las ganas de llegar más alto.

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