Santa Cruz de la Sierra respira historia y modernidad en cada esquina de su centro histórico. Sus calles, plazas y viviendas guardan secretos de generaciones que supieron construir un estilo propio, profundamente ligado a la tierra, el clima y la cultura de la región. En ese diálogo entre lo tradicional y lo contemporáneo, la arquitectura vernácula emerge como un testimonio vivo de la identidad cruceña, un patrimonio que sigue inspirando a arquitectos y ciudadanos.
Para Eric Fernández Coca, docente de la carrera de Arquitectura de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, este tipo de arquitectura no se trata únicamente de estructuras o estilos estéticos, sino de una expresión cultural profundamente arraigada.
“La arquitectura vernácula es aquella que surge como respuesta directa a las necesidades y forma de vida de sus habitantes, concebida para ofrecer abrigo, seguridad y un sentido de pertenencia”, indica.
Se trata de un lenguaje que se transmite de generación en generación, basado en saberes y técnicas constructivas que hacen uso de los materiales disponibles en el entorno: barro, madera, palmera, motacú, teja o adobe. Con ellos, las comunidades diseñaron viviendas funcionales, adaptadas a un clima diverso y desafiante, capaces de ofrecer frescura en el calor sofocante del oriente y abrigo en las noches más frías.
Para el portal digital Arquitectura Sostenible, la arquitectura vernácula es la corriente arquitectónica que bebe de la tradición. “Es una filosofía que tiene en cuenta la identidad propia de cada territorio, desde sus particularidades geográficas y climáticas hasta las culturales, para crear proyectos que no solo se integren en el entorno, sino que se mimeticen por completo con él”, especifica.
Ejemplos que hablan de historia y cultura
Santa Cruz conserva joyas arquitectónicas que son referencia del patrimonio vernáculo. Entre ellas se encuentran el Museo Altillo Beni y la Casa Melchor Pinto, que mantienen elementos como galerías amplias, techos inclinados y muros elaborados con materiales locales.
Pero no solo los edificios emblemáticos representan este legado. Las viviendas tradicionales con galería en la ciudad y las casas rurales de palma y motacú —conocidas como pahuichis— también son parte de esta herencia cultural que, aunque sencilla, encierra un profundo conocimiento de las dinámicas sociales y ambientales.
“Más que un estilo, la arquitectura vernácula cruceña es la voz de su cultura, hablada en madera, teja y galerías”, sostiene Fernández Coca.
La expresión viva de la identidad cruceña
El territorio cruceño es diverso y eso se refleja en sus construcciones. En los valles, las casas de adobe mantienen frescura e intimidad; en la ciudad, el uso combinado de ladrillo, adobe y bahareque muestra la transición de lo tradicional a lo urbano; mientras que, en la Chiquitania, las cabañas de jatata y motacú constituyen un ejemplo perfecto de arquitectura ligera y ventilada.
Cada detalle de estas construcciones —los patios internos, corredores amplios, techos inclinados y aleros generosos— transmite no solo funcionalidad, sino también costumbres y modos de vida. En ellos se puede leer la historia de una ciudad que ha sabido integrar modernidad y tradición sin perder su esencia.
“Esta identidad cruceña se la puede contemplar en sus patios interiores, galerías, corredores, techos inclinados y aleros amplios, refleja modos de vida y costumbres locales mientras responde al clima de nuestra ciudad”, explica Fernández Coca.
El desafío del casco viejo
El centro histórico, conocido como el casco viejo, enfrenta hoy uno de sus mayores retos. Aunque todavía se mantienen en pie símbolos como la Catedral y varios centros culturales, muchas viviendas patrimoniales están en deterioro, abandonadas por la falta de cuidado de los propietarios y la limitada acción municipal.
El cambio de uso de residencial a comercial también ha modificado la dinámica tradicional. Calles congestionadas, comercio informal y movilidad caótica son parte de un escenario que necesita urgente revitalización.
Fernández Coca advierte que la situación es crítica, pero no irreversible. “Aunque estos desafíos complican la organización urbana, también representan una oportunidad para implementar estrategias de revitalización que potencien tanto la funcionalidad como el valor cultural del centro histórico”.
La tensión entre lo vernáculo y lo moderno
La llegada de la modernidad trajo consigo cambios drásticos en la manera de construir. Edificaciones levantadas con rapidez, espacios reducidos y materiales industriales de bajo costo han sacrificado el confort de los habitantes. Casas que antes ofrecían frescura y ventilación natural hoy son reemplazadas por estructuras donde el calor en verano o el frío en invierno se convierten en un problema cotidiano.
El arquitecto lo explica con claridad.“Quien ingresa a una edificación vernácula percibe un alto nivel de confort sin necesidad de mecanismos de enfriamiento como ventiladores o aires acondicionados, algo difícil de encontrar en construcciones modernas de materiales de rápida fabricación”.
Aun así, hay propuestas que buscan tender puentes entre tradición y modernidad. Tipologías actuales que rescatan elementos del pasado, como los dobles muros y las fachadas de ladrillo adobito visto, demuestran que es posible combinar estética contemporánea con funcionalidad sostenible.
Un ejemplo es el trabajo de Agostina Mascheroni, estudiante de octavo semestre de Arquitectura en Unifranz, quien plantea proyectos modernos que utilizan materiales vernáculos, garantizando confort térmico y al mismo tiempo un lenguaje arquitectónico innovador.
Patrimonio que debe seguir vivo
La arquitectura vernácula no es un recuerdo estático ni un vestigio del pasado. Es una práctica vigente que sigue inspirando a arquitectos y ciudadanos, un recurso que conecta con la identidad cruceña y aporta soluciones sostenibles frente a los desafíos actuales de urbanización y cambio climático.
Fernández Coca lo resume en una frase que sintetiza la esencia de este legado. “La modernidad no tiene por qué implicar que todo esté mal; por el contrario, puede adaptarse de manera inteligente”.
El desafío, entonces, está en encontrar un equilibrio entre el desarrollo urbano y la conservación de aquello que hace única a Santa Cruz: su arquitectura vernácula, expresión viva de una identidad que se niega a desaparecer.
Finalmente, el docente de Unifranz recalca que es importante entender que la arquitectura vernácula no implica un regreso al pasado, sino que representa la recuperación y reinterpretación de las necesidades esenciales de habitabilidad, adaptándolas a los contextos contemporáneos.
“Esta perspectiva permite rescatar soluciones constructivas tradicionales, como el uso de materiales locales, la orientación adecuada de los espacios y los sistemas pasivos de ventilación y sombreado, que mejoran el confort interior, la eficiencia energética y la sostenibilidad de las edificaciones modernas, integrando tradición y modernidad de manera funcional y estética”.