Integrar árboles en la planificación urbana mejora el bienestar colectivo

Por Aldo Juan Peralta Lemus

Integrar árboles en la planificación urbana es invertir en salud, sostenibilidad y bienestar colectivo.

Los árboles son mucho más que un elemento ornamental en el paisaje urbano. Representan una infraestructura natural esencial que contribuye a la calidad del aire, regula la temperatura, reduce el ruido y mejora el bienestar físico y emocional de las personas.

Claudia Dorado, especialista en Arquitectura y Urbanismo Sostenible y docente de la carrera de Arquitectura en la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), sostiene que es importante integrar los árboles en la planificación urbana, ya que esto permitiría mejorar la sostenibilidad ambiental, el confort térmico y la calidad de vida.

“Considero que se pueden implementar distintas estrategias. Una sería la planificación verde estructural, donde el objetivo sea incorporar la vegetación como parte esencial del sistema urbano y no solo como un elemento decorativo. Para ello, se tendría que implementar y diseñar un plan maestro de infraestructura verde que conecte los parques, avenidas, plazas, el cordón ecológico y las demás áreas naturales que puedan existir dentro de la ciudad”, sostiene Dorado.

De esta manera, para la especialista, se puede integrar la vegetación dentro de los planes de ordenamiento territorial y en los planes distritales. “También se puede definir una red de arborización urbana jerarquizada, donde se determine qué árboles son idóneos para avenidas o calles”, añade.

Distintos estudios han demostrado que los árboles en las ciudades ofrecen grandes beneficios, tanto ambientales como para la salud. Los árboles urbanos ayudan a reducir el calor, mejorar la calidad del aire, capturar carbono y disminuir el estrés. Además, se estima que generan beneficios económicos.

Un estudio publicado en Nature Communications encontró que aumentar la cobertura de árboles en un 30% puede bajar la temperatura de una ciudad hasta 5°C durante los días más calurosos. Por eso, se recomienda plantar especies nativas y resistentes al clima, que crezcan rápido y proporcionen buena sombra. La integración de vegetación y árboles en la planificación urbana se convierte en una necesidad estratégica, y no solo estética o decorativa, como señala la académica.

Planificación verde y diseño urbano sostenible

Para que los árboles formen parte activa del desarrollo urbano, deben considerarse desde las primeras etapas de diseño y no como añadidos posteriores.

“Lo primero que se tiene que realizar es un plan de acción climática municipal, que permita reducir el efecto de islas de calor reforestando las zonas críticas con baja cobertura verde. Mediante aplicaciones, se puede verificar la incidencia calórica y, de esta manera, priorizar los espacios. También se deben identificar las zonas con mayor densidad urbana, que generan más calor”, explica la especialista.

La planificación verde implica concebir la ciudad como un ecosistema interconectado, donde parques, avenidas arboladas y pequeños espacios verdes se enlazan mediante corredores ecológicos. Esta red permite mantener la biodiversidad y facilitar el desplazamiento de aves y otras especies, además de ofrecer sombra y frescura a los peatones.

No menos importante, el diseño de las calles debe contemplar espacios adecuados para el crecimiento radicular y copas amplias, evitando conflictos con aceras o cables eléctricos. También es esencial seleccionar especies nativas o adaptadas al clima local, resistentes a la contaminación y con bajo requerimiento de agua. La diversidad vegetal es clave: evita la propagación de plagas y mejora la resiliencia del ecosistema urbano.

“Otra estrategia que se debe considerar es la selección adecuada de las especies nativas y adaptadas al medio que tenemos. Deben catalogarse en función de su crecimiento, sombra y mantenimiento, para implementarlas en distintos lugares de la ciudad. Hay que evitar especies invasoras o de alto consumo hídrico, ya que dificultan su mantenimiento”, explica Dorado.

Estas medidas, junto con una coordinación efectiva entre urbanistas, ingenieros y arboristas, garantizan una convivencia armónica entre la infraestructura urbana y los árboles.

Participación ciudadana, mantenimiento y políticas sostenibles

La integración exitosa del arbolado urbano también depende de la comunidad. Promover la participación ciudadana mediante programas de plantación, adopción de árboles o campañas de sensibilización crea un sentido de pertenencia y compromiso con el entorno. Cuando las personas comprenden los beneficios del arbolado —como la mejora del aire, la reducción del calor urbano o el bienestar emocional—, se involucran activamente en su cuidado.

“Considero que la educación ambiental y la cultura verde son esenciales para fortalecer la conciencia ciudadana sobre la importancia de la vegetación en la ciudad. Además, es fundamental incluir el tema del arbolado urbano en la educación escolar y universitaria, porque fomenta la sensibilización y la participación ciudadana”, explica la académica.

Los árboles ayudan a reducir las islas de calor, capturan dióxido de carbono y disminuyen la demanda energética de los edificios al proporcionar sombra natural. Integrar árboles en la planificación urbana es invertir en salud, sostenibilidad y bienestar colectivo.

Ciudades Verdes

El proyecto Ciudades Verdes, impulsado por Unifranz, invita a las personas a plantar, cuidar y reconectarse con la naturaleza, recordando que un gran cambio puede empezar con un solo árbol. Esta iniciativa nacional de arborización une a instituciones, autoridades y ciudadanos con el objetivo de mejorar los espacios urbanos mediante la plantación de 1.200 árboles en una primera etapa.

En total, se prevé sembrar 5.000 árboles en La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y El Alto, fomentando así una cultura ambiental compartida y un futuro más verde y sostenible para las ciudades.

Una ciudad con árboles no solo es más atractiva, sino también más fresca, resiliente y habitable. Las urbes del futuro deberán diseñarse con una visión ecológica, donde lo construido y lo natural convivan en equilibrio. Así, cada árbol plantado se convierte en una promesa de aire limpio, sombra y vida para las generaciones que vienen.

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