Siempre estar abiertos a sorprendernos: el poder de la curiosidad en la educación

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La curiosidad es uno de los motores más poderosos para el aprendizaje significativo. El impulso por preguntar, explorar, entender lo desconocido y buscar conexiones donde antes no las había impulsa la educación, la curiosidad no solo alimenta el conocimiento, sino que abre puertas a nuevas formas de pensar, resolver y transformar. Mantener viva esta fuerza interior —especialmente en contextos formales de aprendizaje— es una de las claves para formar individuos críticos, creativos y resilientes.

“En la educación tiene que haber curiosidad, emoción, tiene que haber el deseo de descubrir cosas nuevas. Y creo que lo más importante es que el estudiante, el universitario, cuando está dentro de un ambiente de aprendizaje, se sienta en libertad de preguntar más allá de las lecciones”, afirma Pablo Llano, responsable de la Jefatura de Enseñanza y Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

La curiosidad tiene un valor inherente: actúa como chispa inicial para la exploración y como combustible para un aprendizaje más profundo. Según múltiples estudios, la curiosidad estimula la producción de dopamina, lo que convierte el descubrimiento en una experiencia placentera. Además, amplía la percepción del tiempo, refuerza la memoria y mejora el bienestar psicológico. Por ello, mantenerla activa no solo en la infancia, sino a lo largo de toda la vida, es una estrategia de crecimiento personal y cognitivo.

El problema, como advierten diversos expertos, es que el sistema educativo tradicional tiende a sofocar la curiosidad natural con rutinas rígidas, evaluación estandarizada y aprendizaje pasivo. A medida que crecemos, la sociedad nos empuja a dejar de hacer preguntas “incómodas” o que escapan a lo convencional. Sin embargo, es precisamente en esas preguntas donde nace la verdadera innovación. Como señala un ensayo publicado por Psychology Today, “la curiosidad disuelve las suposiciones prefabricadas más rápido de lo que podemos recomponerlas”.

Metodologías lúdicas: la curiosidad en el centro del juego y el aprendizaje

Uno de los caminos más efectivos para reavivar la curiosidad en el aula es el enfoque lúdico del aprendizaje. Este tipo de metodologías no se limita a incorporar juegos como herramientas didácticas, sino que propone una actitud de juego frente al conocimiento. Desde esta perspectiva, los errores dejan de ser fracasos para convertirse en oportunidades, y el aprendizaje se vuelve una experiencia activa, exploratoria y creativa.

Según las expertas Imma Marín y Esther Hierro, de la consultora educativa española Marinva, existen dos formas principales de aplicar la curiosidad y el juego en la educación: mediante comportamientos inducidos por herramientas lúdicas (como los juegos diseñados con fines educativos) y a través de una actitud lúdica global, que permea todo el entorno educativo. Esta última visión es particularmente poderosa porque permite a los estudiantes aprender sin miedo, con libertad para experimentar.

Entre las metodologías destacadas se encuentran el aprendizaje basado en juegos, las dinámicas lúdicas para resolver problemas y la incorporación de una “capa lúdica” en los contenidos, que estimula una mentalidad abierta y receptiva. Además, el enfoque lúdico favorece la colaboración, el pensamiento crítico y la autonomía.

“La curiosidad florece cuando el estudiante se siente libre para explorar y descubrir sin temor a equivocarse. Ahí es cuando se enciende el deseo genuino de aprender”, explican Marín y Hierro.

La irrupción de la inteligencia artificial (IA) en los entornos educativos también ha potenciado esta dinámica. La IA permite personalizar la enseñanza, adaptar los contenidos a los estilos de aprendizaje de cada estudiante y generar retroalimentación inmediata. Pero su mayor valor está en liberar a los docentes de tareas rutinarias, permitiéndoles enfocarse en lo verdaderamente humano: plantear preguntas poderosas y acompañar al estudiante en su proceso de búsqueda y descubrimiento.

En este contexto, Unifranz se posiciona como una universidad comprometida con el aprendizaje activo y la innovación pedagógica. A través de su Fab Lab, espacios de coworking, simuladores y proyectos multidisciplinarios, la universidad promueve metodologías activas que integran la curiosidad, el juego, la experimentación y el pensamiento crítico en el día a día de sus estudiantes.

Este modelo de enseñanza no solo enriquece la experiencia universitaria, sino que prepara a los estudiantes para enfrentar con confianza los desafíos del mundo real. En Unifranz, se entiende que enseñar no es llenar cabezas de datos, sino encender fuegos de curiosidad.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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