Del manuscrito al PDF: cómo cambió el derecho de autor con la era digital

Por Jorge López
Un clic basta para copiar, distribuir o modificar una obra que tomó meses, a veces años, de creación. En la era de los archivos PDF, de bibliotecas digitales no autorizadas, de grupos de WhatsApp donde se comparten libros enteros o plataformas de inteligencia artificial (IA) capaces de generar cuentos en segundos, el derecho de autor enfrenta un desafío inédito.
Para Alberto Salamanca, director de la carrera de Derecho, de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, el hábito de compartir libros sin autorización es un delito porque se está vulnerando los derechos de autor. Sin embargo, existen ciertas excepciones que permiten compartir una parte o extracto de un libro, pero no la totalidad.
“Hay que ver en la normativa nacional e internacional cuáles son los límites establecidos”, puntualiza el jurista.
El problema actual no radica solo en que las obras sean pirateadas, sino en que los propios límites entre creación original, copia, adaptación y transformación se volvieron más difusos. Lo digital no sólo multiplicó el acceso al conocimiento, también desdibujó los bordes entre lo legal y lo ilegal o lo ético con lo cuestionable.
Este miércoles 23 de abril se conmemora el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, una fecha proclamada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), con el objetivo de rendir homenaje a los autores y promover la lectura. El día se eligió en honor de tres grandes escritores, Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega.
La tecnología, una puerta a la piratería
El paso del papel al archivo digital facilitó la difusión de los libros, pero también abrió la puerta a una piratería constante y silenciosa. Hoy, millones de obras están disponibles en plataformas no oficiales, desde blogs personales hasta nubes públicas, sin el consentimiento de sus autores ni un modelo claro de compensación.
“Uno de los principales desafíos es la no actualización de la norma. No solamente se trata de modificarla, sino también de difundir y divulgar, porque muchas personas, autores, compositores, artistas, creadores no conocen la normativa”, comenta Salamanca.
Este fenómeno creó una cultura de consumo gratuito donde las personas esperan acceder a libros sin pagar por ellos. Así, la creación se vuelve insostenible, los autores pierden ingresos y las nuevas voces literarias encuentran menos espacios para desarrollarse. Aunque las leyes de propiedad intelectual siguen existiendo, su aplicación efectiva en el entorno digital resulta lenta y muchas veces ineficaz frente a la velocidad de internet.
“Tenemos una normativa que en muchos aspectos es técnicamente correcta, pero en la práctica carece de una cultura de cumplimiento. La ciudadanía no está acostumbrada a respetar lo que establece la ley, sobre todo en lo referido a la propiedad intelectual. Este vacío cultural y legal facilita que los derechos de autor sean ignorados con facilidad”, reflexiona el también docente universitario de Unifranz.
Uno de los retos más complejos para los derechos de autor es la aparición de contenidos generados por IA. Herramientas como ChatGPT o Gemini ya son capaces de escribir cuentos, artículos e incluso novelas, imitando estilos y estructuras narrativas de autores reales.
“Estas tecnologías se han nutrido de contenidos digitales sin la autorización de sus autores. Libros completos, canciones y obras visuales han sido recopiladas para alimentar bases de datos sin considerar los derechos de quienes las crearon. Esto genera una deuda ética y legal que no se está abordando con la seriedad que requiere”, reflexiona Salamanca.
Además, hay una preocupación creciente sobre el uso no autorizado de libros reales para alimentar estos sistemas de IA. Muchos de estos modelos han sido entrenados con grandes volúmenes de texto disponible en internet, sin que los autores hayan dado permiso ni recibido reconocimiento. Esto crea un vacío legal que no solo afecta a escritores, sino también a músicos, diseñadores y artistas de todos los rubros.
“Las licencias abiertas no significa renunciar a los derechos de autor. Al contrario, son una manera de ejercerlos con mayor flexibilidad. Muchos artistas ganan visibilidad y reconocimiento a través de estos modelos y, en algunos casos, incluso generan ingresos indirectos gracias a eventos, colaboraciones y otras formas de monetización”, concluye.
Este modelo favorece la circulación del conocimiento, especialmente en ámbitos educativos y científicos. Sin embargo, también exige responsabilidad ya que muchos autores no comprenden las implicaciones legales de estas licencias y las aplican sin tener claro qué derechos ceden. Además, una licencia abierta no impide que una obra sea pirateada o explotada de forma comercial sin autorización.
¿Cómo evitar el plagio y proteger el derecho de autor?
En un mundo donde copiar y pegar es tan fácil como presionar dos teclas, proteger una obra se vuelve urgente. La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) elaboró recomendaciones útiles para autores y cualquier persona que trabaje con contenidos creativos:
- Registrar la obra: aunque los derechos de autor se generan automáticamente al crear una obra original, registrarla en una institución oficial (como el Senapi en Bolivia) permite contar con una prueba legal sólida.
- Incluir marcas visibles y metadatos: en archivos digitales, es útil añadir el nombre del autor, fecha de publicación y condiciones de uso, ya sea dentro del texto o en los metadatos invisibles del archivo.
- Citar correctamente las fuentes: toda obra que use contenido ajeno debe reconocerlo. Citar es una forma de respeto, y también de evitar conflictos legales.
- Elegir licencias informadas: si se desea compartir la obra libremente, es importante entender qué tipo de licencia se usa y qué derechos se conservan.
“El derecho de autor protege las creaciones originales y es esencial para que los autores vivan de su trabajo. Pero también requiere que todos los usuarios sean responsables al usar o compartir contenido ajeno”, reflexiona la OMPI en su guía para autores digitales.
Celebrar el Día del Libro no es solo leer una novela o comprar un nuevo título; es entender que detrás de cada página hay una persona que pensó, escribió, corrigió y luchó por publicar. En una era donde se puede copiar cualquier cosa en segundos, el respeto por el trabajo ajeno se convierte en un valor esencial. Proteger el derecho de autor no es una defensa del pasado, sino una apuesta por el futuro de la cultura.