Azúcar bajo la lupa, los beneficios y las desventajas en la salud moderna

Durante décadas, el azúcar ha estado presente en casi todos los aspectos de nuestra dieta, desde el café de la mañana hasta los productos “light” del supermercado. Sin embargo, lo que alguna vez fue considerado un simple antojo, hoy es señalado como uno de los principales responsables de múltiples enfermedades crónicas. Su impacto en la salud de las personas es importante, progresivo y, en muchos casos, silencioso.
Marie Paulette Étienne Morales, docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, sostiene que hay alimentos que contienen alto índice de azúcar que al consumirlos los niveles de este componente en el cuerpo desencadena desórdenes en el funcionamiento del cuerpo.
“El azúcar en si no es malo. El azúcar nos permite generar procesos metabólicos que nos dan energía. Es decir, nuestro cuerpo vive a base de ATP (trifosfato de adenosina) y el combustible es el azúcar, a partir del azúcar nosotros obtenemos el ATP para que todo nuestro organismo funcione”, explica Étienne.
El consumo de azúcar proporciona al cuerpo energía rápida, mejorar el rendimiento físico, apoyar la recuperación muscular y, en algunos casos, contribuir al bienestar emocional, siempre que se integre en una dieta equilibrada.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los azúcares añadidos no superen el 10% de la ingesta calórica diaria, idealmente menos del 5% para beneficios adicionales (aproximadamente 25-50 gramos por día para una dieta de 2,000 kcal. Una cuchara sopera normal contiene 13 a 15 gramos de azúcar). Esto incluye azúcares añadidos en alimentos procesados, bebidas y miel, pero no los naturalmente presentes en frutas y verduras.
Un estudio, Glucose and the Brain (La glucosa y el cerebro) del 2019, de la revista científica Nature Reviews Neuroscience, sostiene que la glucosa es la principal fuente de energía para el cerebro, porque este órgano consume alrededor del 20% de la energía corporal diaria. El estudio reveló que los niveles moderados de glucosa en sangre (provenientes de azúcares simples o carbohidratos) mejoran la función cognitiva, como la atención y la memoria a corto plazo, en tareas exigentes.
“El azúcar en cantidades normales permite al cuerpo humano generar procesos metabólicos y fabricar la energía requerida”, asegura la académica.
Sin embargo, su alta densidad calórica tiene una capacidad para generar adicción, lo que hace que sea fácil consumirlo en exceso sin darnos cuenta. Galletas, jugos procesados, cereales, yogures y muchos productos que parecen inofensivos están cargados de azúcares añadidos.
“Lo que está mal es que últimamente varios alimentos contienen un alto índice de azúcar, entonces al consumir estamos elevando nuestros niveles de azúcar, lo que está causando y haciendo trabajar más nuestro páncreas con insulina. Esto desencadena la resistencia a la misma, y es un paso a la diabetes”, enfatiza Étienne.
Este consumo excesivo de azúcar se ha relacionado directamente con el aumento de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2, una de las principales epidemias del siglo XXI. El exceso de glucosa en sangre obliga al páncreas a trabajar de más, lo que con el tiempo puede agotar su capacidad de producir insulina, la hormona que regula el azúcar en el organismo.
Pero la influencia del azúcar va mucho más allá de la diabetes. Estudios científicos han demostrado que su consumo excesivo está asociado con enfermedades cardiovasculares, ya que eleva los niveles de triglicéridos, presión arterial y favorece la acumulación de grasa visceral, esa que rodea los órganos, hasta llegar a la obesidad, que afecta a millones de personas, también encuentra un aliado en el azúcar. Además, aumenta el riesgo de infarto y accidentes cerebrovasculares,
En los niños, el impacto es aún más preocupante. Altas dosis de azúcar desde edades tempranas se asocian con problemas de concentración, hiperactividad, caries dental, y un mayor riesgo de desarrollar obesidad infantil. Esto compromete su salud presente y futura, generando una carga para los sistemas sanitarios.
El hígado, este órgano que procesa lo que comemos, también sufre con el azúcar, especialmente con la fructosa, un tipo presente en bebidas azucaradas y alimentos ultraprocesados. El consumo elevado puede desencadenar hígado graso no alcohólico, una condición que puede evolucionar hacia inflamación crónica e incluso cirrosis.
La OMS recomienda no consumir más del 10% de las calorías diarias en forma de azúcares libres. Eso equivale a unas seis cucharaditas al día. Sin embargo, muchos superan ese límite sin saberlo, porque el azúcar está disfrazado bajo más de 50 nombres diferentes en las etiquetas.
Tomar conciencia sobre el impacto del azúcar en la salud es el primer paso hacia una vida más equilibrada y plena. En un mundo donde la información está al alcance de un clic, elegir con inteligencia puede marcar la diferencia entre una vida enferma y una vida saludable.