La vejez, una etapa natural de la vida caracterizada por una amalgama de pérdidas y algunas ganancias eventuales, es un territorio donde convergen desafíos físicos, psicológicos y sociales que a menudo pasan desapercibidos en la sociedad.
En un contexto donde la velocidad, el movimiento y el poder adquisitivo son valores predominantes, la lentitud, la mesura y las limitaciones físicas y cognitivas asociadas con la vejez parecen estar en desacuerdo con la dinámica de la vida moderna.
La vejez trae consigo la merma del vigor y la salud, así como el probable inicio de enfermedades tanto físicas como mentales. Sin embargo, son las implicaciones psicosociales las que a menudo pasan desapercibidas, indica Karina Peñaloza, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
“Se trata de una etapa de la vida en la que se presentan características propias a todo nivel en las personas, en lo físico, psicológico y social, que están plenamente y permanentemente vinculadas. En todas estas esferas la característica común es la pérdida; pudiendo darse alguna ganancia eventualmente”, puntualiza.
Desde un punto de vista biológico, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el envejecimiento es el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte.
“Estos cambios no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona en años es más bien relativa. La diversidad que se aprecia en la vejez no es una cuestión de azar. Más allá de los cambios biológicos, el envejecimiento suele estar asociado a otras transiciones vitales, como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas y el fallecimiento de amigos y parejas”, indica el organismo internacional.
Datos de la OMS dan cuenta que el ritmo actual de envejecimiento de la población es mucho más rápido que en el pasado. Entre 2015 y 2050, el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años casi se duplicará, pasando del 12% al 22%.
Para 2030, se prevé que una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. En ese momento, el grupo de población de 60 años o más habrá subido de 1000 millones (2020) a 1400 millones. En 2050, la población mundial de personas de 60 años o más se habrá duplicado (2100 millones), de ahí la importancia de hablar de esta etapa de la vida.
La exclusión se presenta de diferentes formas
La separación de contextos laborales y sociales puede impactar profundamente en el sentido de identidad de los mayores, llevándolos a experimentar sentimientos de exclusión y pérdida de pertenencia en roles tradicionales dentro de la familia y la sociedad en general. La pérdida de seres queridos también es una realidad difícil de afrontar en esta etapa de la vida.
La exclusión social de las personas mayores se manifiesta de diversas formas. Desde no ser tomados en cuenta en decisiones familiares hasta la pérdida de beneficios económicos y la falta de oportunidades de interacción social estimulante, los adultos mayores a menudo se encuentran marginados de actividades y espacios que antes disfrutaban.
Peñaloza puntualiza que “cuando nos referimos a la exclusión social de la denominada tercera edad, nos referimos a la posibilidad que estas personas terminan siendo no tomadas en cuenta positivamente en la familia de origen y extensa, también en la pérdida de beneficios económicos y de interacción estimulante a nivel de actividades sociales”.
Esta exclusión se ve exacerbada por la concepción socialmente compartida de la vejez como una etapa de pérdida de privilegios y contribuciones significativas a la sociedad.
La falta de reconocimiento del valor de la experiencia y la sabiduría que poseen las personas mayores contribuye a perpetuar su exclusión social. Estereotipos negativos sobre la vejez, como la repetición constante de anécdotas o la dificultad para adaptarse a nuevos conocimientos, pueden llevar a la impaciencia y la falta de respeto por parte de los más jóvenes.
Además, el cuidado de los mayores puede percibirse como una carga emocional y económica para las familias, lo que contribuye a su marginación.
“Sucede cuando se concibe a la persona más como una carga y hasta con hastío por las características que se asocia con la vejez, principalmente cuando nos centramos en los achaques de la edad, ya sean estas limitaciones físicas, cognitivas o de puro hábitos o concepciones de vida que asumimos como del pasado y que ya no tienen cabida a como son las cosas en la actualidad”, manifiesta Peñaloza.
Contrarrestar la exclusión social
Existen iniciativas que buscan contrarrestar la exclusión social y promover una vejez más activa y participativa. Programas como la universidad del adulto mayor, grupos de ejercicio físico y viajes en grupo ofrecen oportunidades para la interacción social y el bienestar emocional de las personas mayores.
Reconocer que la calidad de vida en la vejez está influenciada por las decisiones y hábitos adoptados a lo largo de la vida, así como buscar ayuda y atención cuando sea necesario, son pasos fundamentales para garantizar un envejecimiento saludable.
“Saber que la calidad de vida que tendremos cuando lleguemos a la vejez dependerá de cómo pasé mi vida las décadas anteriores, si la alimentación fue saludable, si me mantuve activo física, mental y socialmente; si desarrollé habilidades inter e intrapersonales fortaleciendo mi flexibilidad y adaptabilidad, buscar ayuda y atención necesaria para mi condición física, mental o espiritual es fundamental”, dice la académica.
La sociedad debe enfrentar el desafío de proporcionar espacios de atención y cuidado adecuados para una población de adultos mayores en constante aumento. Al hacerlo, no solo estará honrando la experiencia y el legado de quienes nos precedieron, sino también construyendo una sociedad más inclusiva y solidaria para las generaciones futuras.