Por Xavier Aragay – experto en liderazgo, gestión del cambio e innovación educativa en universidades y redes de escuelas. Es fundador de REIMAGINE EDUCATION
En muchas partes del mundo terminamos un nuevo curso o ciclo académico; vamos saltando años y avanzando en la década de los años veinte de este siglo XXI. Entraremos en el curso 2023 sin mirar hacia atrás, cada día nos vamos olvidando de la pandemia, un poco más desconcertados frente a la velocidad del cambio. ¿Qué nuevas disrupciones vendrán? ¿Seguiremos arrastrando un cierto cansancio que va encadenando por afrontar la gestión de la crisis de la COVID-19 que supuso mucho desgaste?
Pese a ello ahora más que nunca, por encima de estas sensaciones, por encima del ruido y las dificultades existentes, necesitamos un nuevo impulso a la transformación educativa. Son muchas las iniciativas de instituciones educativas y gobiernos para impulsar transformaciones y cambios. Solamente para citar algunos ejemplos, los gobiernos de México, Uruguay y España que están impulsando profundas y necesarias reformas curriculares y de enfoque en sus sistemas educativos, y centenares de escuelas y universidades afrontan con ilusión proyectos de modernización, digitalización, innovación o transformación de sus modelos, organizaciones y oferta educativa.
La educación en la actualidad está experimentando cambios profundos, a la par de la tecnología. Estamos frente al reto de reimaginar, reinventar, replantear, buscar nuevas miradas, herramientas y estrategias para experimentar una transformación profunda.
Y, por supuesto, aparecen dificultades; porque innovar y transformar la educación no es fácil. Aun así, aunque las iniciativas gubernamentales o de las instituciones a menudo no disponen de la necesaria metodología del proceso de cambio o de la imprescindible construcción de una coalición que apoye a la transformación (sociedad, estado y educandos), se van abriendo camino y haciendo realidad muchas y muy interesantes innovaciones.
En el caso de Sudamérica la AUDEC, Asociación Uruguaya de Escuelas Católicas, se atrevieron a apostar por el cambio con el programa “Vivenciando la Transformación Educativa” en los que más de un centenar de directivos de escuelas de Uruguay y Argentina viven, reflexionan y comparten la realidad de ocho escuelas de infantil, primaria y secundaria con transformaciones en marcha. Otro ejemplo es el de la Universidad Franz Tamayo en Bolivia, que está inmersa en experiencias y emociones de estudiantes y profesores que están protagonizando un cambio en la forma de aprender y crecer como personas sin precedentes en este país.
¿Qué nos espera esta nueva gestión?
Aún se aplica en gran parte del mundo, el modelo educativo del siglo XIX, donde el profesor habla y los alumnos que escuchan separados milimétricamente, uno detrás de otros, mirando al profesor, con las mismas asignaturas, tomando notas y memorizando solo para el examen. Esto que estuvo bien para el siglo pasado, hoy es obsoleto. La nueva educación combina lo mejor del profesional, su conocimiento, medios, las neurociencias, la pedagogía, la tecnología, aprender haciendo, con sus habilidades para la vida, como el liderazgo, la flexibilidad, la motivación, paciencia, persuasión, capacidad de resolución de problemas, trabajo en equipo, entre otros.
Es el momento de plantear nuevos sueños y transformaciones para la educación en todo el mundo y a todos los niveles. Las personas, las instituciones y los países necesitamos proyectos de cambio sistémico a los que nos podamos sumar o que podamos definir y liderar, que nos ayuden a avanzar hacia nuevas formas de vivir, de relacionarnos entre nosotros, con el mundo y la naturaleza. Y, en este punto, la transformación educativa es clave.
Más allá de las iniciativas de digitalización y de la creciente importancia de la tecnología como mediadora, más allá de la incorporación del enfoque por competencias en los currículums, más allá de la incipiente aparición de lo que se denomina metaverso, necesitamos educar personas para la vida.