Por Manuel Filomeno y Beatriz Cahuasa
Miguel Larico sonríe y se siente emocionado cuando le ajustan, por primera vez, las prótesis; su expresión solo cambia cuando responde a las preguntas que Grecia Bello –coordinadora del Fab Lab Santa Cruz– le hace para asegurarse que todo funcione a la perfección: “¿Están bien? ¿No están muy ajustadas? ¿Puedes abrir y cerrar las manos?”.
“Qué extraña sensación, me siento completo otra vez y justo a tiempo para mi boda”, dice Miguel, quien hace cinco años perdió la parte inferior de sus brazos en un accidente eléctrico mientras trabajaba, haciendo cinchas metálicas, una labor que espera retomar.
El joven de 27 años, beneficiario de un juego de prótesis de manos, construidas y desarrolladas por voluntarios del Fab Lab Santa Cruz de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, con el asesoramiento y capacitación de la empresa Creotec, ahora levanta los brazos prostéticos, prueba su funcionalidad y mira con asombro cómo vuelve a estar completo.
“En el Fab Lab Santa Cruz, contamos con todas las herramientas para construir cualquier cosa que nuestra mente pueda crear. Estamos próximos a cumplir un año de trabajo. Hemos hecho grandes cosas, entre ellas, estas prótesis que ahora ayudarán a Miguel a crecer como persona”, explica Jorge Pazos, director del Fab Lab Santa Cruz.
Cuando tenía 22 años, Miguel sufrió un accidente eléctrico que cambió su vida y que lo dejó con serias quemaduras en la parte inferior del cuerpo y con daños irreparables en sus dos manos, las cuales debieron ser amputadas.
“Estaba oscuro, no teníamos luz esa noche y queríamos avanzar en el trabajo. Sostenía un fierro de seis metros con mis manos cuando recibí la descarga, el fierro tocó un cable de alta tensión y de pronto todo fue oscuridad. Cuando desperté la luz inundaba todo, estaba echado en una camilla y sentía mi cuerpo adolorido, mis brazos estaban quemados, toda la mitad de mi cuerpo estaba en malas condiciones, fue entonces que me dijeron que debían amputarme las manos, mis venas y nervios habían reventado por la descarga y no había manera de salvarlos”, rememora Miguel.
El accidente dejó al joven padre muy afectado, perdió su capacidad de trabajar y sintió que se convertiría en una carga para su familia, pero perseveró y encontró maneras de hacerse útil.
“El accidente me afectó mucho porque no podía hacer nada, me sentía un estorbo, pero poco a poco me fui adaptando y en mi trabajo también, pero como yo aprendí a hacer esas cerchas metálicas me pude crear un equipito con la ayuda de mis compañeros que me ha permitido hacer algunos trabajos”, cuenta.
Gracias al apoyo de su, ahora, esposa y su hija, Miguel superó su difícil situación y empezó una nueva etapa en su vida, llena de desafíos, pero también de satisfacciones.
“Yo, al principio me quería morir, no quería ser una carga para mi familia, pero mi mujer y mi hija me acompañaron desde el primer momento hasta que salí del hospital, dándome fuerzas para seguir y mejorar cada día”, confiesa.
Nuevas manos de alta tecnología
La historia de Miguel llegó a los oídos de Antonio Riveros, CEO y fundador de Creotec, que en un principio decidió ayudar al joven con un juego de prótesis básicas, las cuales le permitieron realizar algunas acciones, como escribir su nombre o sujetar algunos objetos.
Sin embargo, las necesidades de Miguel aún no estaban satisfechas, él necesitaba unas prótesis más especializadas.
Un convenio entre Creotec, la Fundación Creo y el Fab Lab Santa Cruz, logró finalmente darle brazos funcionales.
“Llegamos a un acuerdo para unir fuerzas. El Fab Lab, un lugar que tiene todo para crear y hacer realidad lo que la mente se proponga, canalizó el potencial de los chicos para lograr esa prótesis y Creotec que es experta en el tema se encargó del postprocesado que es una parte que no siempre se ve en todos los laboratorios. Unimos esas fuerzas y gracias a eso pudimos hacer el cronograma de acción y hacer la impresión”, comenta Bello.
Bello cuenta que el proceso de fabricación de las prótesis de Miguel, comenzó con una capacitación exhaustiva de parte de la empresa socia del emprendimiento, la cual dotó a los voluntarios e ingenieros del laboratorio de fabricación de las destrezas y conocimientos necesarios para iniciar con el proceso.
“Después de las capacitaciones tuvimos el primer contacto con Miguel, que nos contó su historia y que nos apoyó en el diseño de sus nuevas prótesis, nos ayudó con ciertos datos que eran importantes para él, como el ancho, el peso y la simetría y la comodidad de las piezas. Eso es lo más importante, que él esté contento y cómodo”, agrega Bello.
Posteriormente, los voluntarios del FabLab construyeron un primer prototipo, un “Modelo 1”, el cual sirvió para verificar mediciones y probar la ergonomía de las piezas.
Paralelamente, mientras se avanzaba en este primer prototipo y se verificaba con el beneficiario ciertos parámetros, los voluntarios siguieron capacitándose, buscando poner la mejor calidad en la prótesis final.
El uso de nuevos materiales, la calibración de las impresoras 3D, las nuevas técnicas de ajuste de parámetros, entre otros conocimientos novedosos fueron parte de las capacitaciones que se les dio a los voluntarios.
“El modelo 1 es más simple, menor tiempo de impresión, es un prototipo que nos permite verificar los datos que fueron tomados en la medición. Luego de que hicimos las pruebas y que Miguel nos diera el visto bueno, pasamos al siguiente paso y enviamos los datos a Creotec para afinar el modelo”, explica.
“Tras este proceso ya pudimos imprimir las prótesis, que tomó cerca de cinco días de impresión porque el tema del relleno, de la altura de las capas fueron afinadas para que sea estético, rígido, tenga el peso adecuado, eso es muy importante, no pueden ser muy livianas”.
La impresión de los dedos fue otro de los retos que los voluntarios tuvieron que pasar, ya que estos debían ser móviles y permitir un amplio rango de movimientos.
Una vez terminada la impresión, la versión final de la prótesis fue enviada a empresa de prótesis para dar los últimos toques de postprocesado, es decir, el pintado de las piezas, la colocación de los hilos que permiten el movimiento y los ajustes de comodidad y presión.
“Debíamos apurarnos con el acabado, pues Miguel quería estrenarla en su boda”, relata Bello.
La misión se cumplió, el pasado sábado, Miguel entró a la capilla de la mano de su madre, quien se sujeta firmemente de su brazo, él mira con determinación el altar donde el sacerdote los esperaba para celebrar la ceremonia matrimonial con su gran amor. Antes de avanzar se mira las manos, esas manos que perdió y aprieta sus nuevos puños mientras mira al cielo, en señal de victoria.
Luce feliz y junta las manos prostéticas inquietamente, mientras espera la llegada de su esposa al altar para sellar su amor.
“Estoy listo para dar este gran paso, mis manos han vuelto a mí y ahora me siento completo”, dice el joven, mientras observa a su novia acercarse a él por el pasillo del salón y repasa sus votos en su cabeza.
Éste es uno de los primeros proyectos que materializamos, el primero de muchos que lograran hacer felices a quienes por azares de la vida o el destino perdieron algún miembro de su cuerpo, dice Pazos, al momento de ver feliz a Miguel.
El Fab Lab Santa Cruz es el mayor laboratorio de Fabricación Digital de Bolivia, donde se promueve el espíritu creador boliviano. Su implementación fue posible gracias a la cooperación del Programa de Naciones Unidas Para el Desarrollo (PNUD Bolivia) y una importante inversión económica de esta Casa de Estudios Superiores. Es un espacio abierto para todo aquel que quiera hacer realidad una idea.