Por Lily Zurita
En Bolivia se tienen registradas 102.578 personas con discapacidad. Son datos del Registro Único Nacional de Personas con Discapacidad del Ministerio de Salud y corresponden al año 2022. En Santa Cruz se contabilizan 25.620, mientras que en el departamento de La Paz la cifra asciende a 24.480.
Entre este grupo de personas con discapacidad, alrededor de 36.000 personas tienen algún grado de discapacidad física – motora. esto supone que se les dificulta acceder a fuentes de empleo y mejorar su calidad de vida.
Tienen dificultad para realizar actividades cotidianas como alimentarse. Estas limitaciones conllevan un sentimiento de dependencia en los paciente, sienten barreras que les impiden desenvolverse en su entorno con normalidad.
Esta problemática social inspiró a cuatro estudiantes de la carrera de Ingeniería en Sistemas de Unifranz a crear un brazo robótico que reemplace el miembro faltante y que sea funcional, es decir, que sea más parecido a un brazo real.
Adrián Lijerón, Diego Yañez, Luis Yupanqui y Jesús Cerruto son los universitarios que trabajaron el proyecto con enfoque social. Pretenden proveer asistencia física con tecnología, desde la mirada de sistemas.
«Vimos la dificultad que tienen las personas con discapacidad para movilizarse por la ciudad. Estudiamos ingeniería en sistemas y estamos aplicando la asignatura de motores, el manejo y diseño de componentes; ahí encontramos la posibilidad de aplicar esos conocimientos en algo que sirva (…)”, dijo emocionado Jesús Cerruto, uno de los integrantes del proyecto universitario.
Cuando se habla de la universidad se piensa en desafíos, debates, conocimiento, cambio, transformación social, investigación y pensamiento crítico. El proyecto que encaran los universitarios responde al rol de la academia de ayudar en la construcción de soluciones a problemáticas sociales.
Cómo funciona el brazo robótico
Técnicamente, el proyecto centra la investigación en el sensor EMG (electromiográfico muscular). El movimiento de contracción o retracción, desde el músculo, manda señales al arduino (microcontrolador que funciona de forma independiente y controla y alimenta a determinados dispositivos) y al mandar las señales lo contacta con los hermomotores para lograr los movimientos.
Es un brazo mecánico funcional gracias a un sensor eléctrico conectado en los nervios de la extremidad faltante. El sistema reacciona a la tensión del músculo que, controlado por un lector, manda las señales a los servomotores para realizar el movimiento que la personas requieren. De esta manera se logra llevar de un lugar a otro un objeto.
La persona que está carente de la extremidad tensa o suelta el músculo para que este se contraiga o retraiga, puntualiza el estudiante. El proyecto fue ejecutado de forma artesanal.
“Vamos a mejorar el proyecto con una impresión 3D y poner los motores dentro de una carcasa para que pueda ser utilizado. A futuro, planificamos hacer otros proyectos similares, por ejemplo, una pierna (…)”, indicó Cerruto.
Lo atractivo del proyecto es que los universitarios no recurrieron a ningún prototipo y tampoco revisaron otras piezas armadas. El brazo robótico fue elaborado gracias a revisiones bibliográficas de proyectos similares e investigaciones tecno médicas.
El proyecto es resultado práctico del “aprender haciendo que significa para nosotros que no nos quedamos solo con la teoría, sino que exploramos más allá de las cosas, las ponemos en práctica o las aplicamos en situaciones que se van viendo en la vida cotidiana”, puntualizó el estudiante universitario.
Los “proyectos integradores”, asegura Gustavo Montaño, doctor en Educación y Vicerrector Nacional de Unifranz logra “mediante el trabajo cooperativo, propuestas de solución a problemáticas propias de la vida profesional”.
El estudiante visualiza retos y problemas a solucionar, buscan integrar áreas de formación y validar el desarrollo de las competencias profesionales. La evaluación de estos proyectos permite demostrar la formación integral y el fortalecimiento del proceso de aprendizaje-enseñanza.