Por Manuel Filomeno
Las nuevas tecnologías facilitan las labores periodísticas de muchas maneras. Transcripciones y traducciones automáticas, búsqueda de información inteligente y ágil, redacción y corrección de textos asistida, son algunas de estas ventajas. Sin embargo, la era de la inteligencia artificial (IA) también plantea numerosos desafíos para medios y periodistas, con noticias falsas y la tecnología del deepfake entre los más peligrosos.
El deepfake es una técnica de IA que permite editar vídeos falsos que aparentemente parecen reales, utilizando algoritmos de aprendizaje no supervisados, conocidos como RGAs (Red Generativa Antagónica), a partir de grabaciones ya existentes. Este tipo de contenidos, actualmente, pueden elaborarse utilizando herramientas al alcance de cualquiera que disponga de un computador, acceso a internet y a una base de datos con imágenes de calidad. Las falsificaciones resultantes son tan convincentes que resulta imposible distinguirlas de las reales.
Normalmente utilizados para motivos satíricos o humorísticos, estas creaciones pueden ser utilizadas también para generar polémica y manipular a la opinión pública.
El video de un político haciendo una declaración polémica o poniéndose en una situación comprometedora, de un empresario ejecutando alguna clase de estafa o de una celebridad en medio de una fiesta consumiendo drogas o siendo infiel a su pareja son algunos ejemplos de cómo esta tecnología puede ser utilizada para manipular a la opinión pública.
Incluso la Iglesia se ha visto amenazada por el uso de deepfakes, al punto que, recientemente el Vaticano publicó nuevas directrices para confirmar y asegurar milagros y hechos de fe.
Aunque el trabajo de verificar una información mediante el contraste de múltiples fuentes es algo básico en el periodismo, las técnicas se han vuelto más complejas a medida que se disponen de nuevas herramientas de verificación digital. Los periodistas fact-checkers (verificadores de hechos) trabajan como auténticos “detectives digitales” para luchar contra los deepfakes y las imágenes falsificadas.
“El tema de los deepfakes realmente preocupa a los medios de comunicación y los departamentos de prensa, esto debido a la la posibilidad de que se pueda difundir información falsa generada por IA. Sin embargo, está en la responsabilidad de cada departamento de prensa, de cada periodista, editor, productor y jefe el hacer una verificación de cualquier información que llegue para comprobar que sea cierta”, señala Carlos Lara, docente de la carrera de Periodismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
De acuerdo con Lara, actualmente existen herramientas online disponibles para los periodistas para realizar confirmaciones de autenticidad y comprobar si videos, imágenes o audios han sido manipuladas, por otra parte, es labor del periodista buscar siempre la fuente primaria u oficial en caso de duda.
“Hay sitios a los cuales se puede acudir en caso de tener dudas sobre la autenticidad de un material informativo y verificar si el video o el audio recibido corresponde a quien dice ser. Por otra parte, es necesario contrastar el material con información oficial o, por último, preguntar a la persona implicada, creo que estos mecanismos van a ayudar a que nos protejamos de los deepfakes”, agrega.
Una de las maneras más efectivas para detectar vídeos manipulados es la propia IA, los propios algoritmos de deep learning pueden usarse para detectar deepfakes de forma automática e incluso para generar “falsificaciones de laboratorio” que sirvan de entrenamiento para detectores de vídeos, imágenes y documentos falsos.
De esta forma se podrán bloquear dichos contenidos o, al menos, advertir al consumidor de que está viendo un vídeo generado por ordenador. Para crear deepfakes de momento hace falta disponer de un amplio volumen de material previo sobre la persona objeto de la manipulación. Por eso se han fabricado sobre políticos como Obama o Trump, porque existe un archivo inmenso de grabaciones de sus discursos que facilita la tarea.
Otra de las medidas es la alfabetización digital. Este plan es reivindicado por organizaciones como la Unesco, que sugiere implantar un programa intensivo de alfabetización mediática desde la educación secundaria que aborde estas cuestiones y que plantea algunas directrices en su manual “Periodismo, noticias falsas y desinformación”. El manual propone cuestiones básicas, como:
– ¿Hay fallos e inconsistencias en el vídeo o en el audio?
– ¿Confías en la fuente?
– ¿Puedes encontrar otras imágenes que corroboren el contenido del vídeo?
– ¿Puedes comprobar la ubicación geográfica, la fecha de grabación, la geolocalización y otro tipo de metadatos?
“Es labor de los periodistas tener los ojos muy abiertos y estar preparados en caso de encontrarse con un material manipulado. La ética y el profesionalismo serán claves a la hora de discernir si nos encontramos ante la verdad o una manipulación”, concluye Lara.