Los FabLabs son lugares mágicos. En ellos se siente, a flor de piel, la creatividad y la inspiración. Es un espacio sin límites, donde nada es imposible y donde la energía de jóvenes y emprendedores contagia a quienes ingresan a este mundo de máquinas y tecnología.
“Éste (FabLab) es el único espacio que está abierto las 24 horas, porque la creación no tiene límites, ni hora, ni fecha en el calendario”, asegura Santi Fuentemilla, gestor creativo, líder del grupo de investigadores de aprendizaje del futuro e instructor del Fab Lab Barcelona, España.
Fuentemilla describe estos espacios como lugares especiales que están rompiendo barreras y paradigmas de cómo se puede gestionar un espacio de creatividad en una ciudad.
Forman parte de una red global de más de 2.200 FabLabs alrededor del mundo. En la región, está organizados en torno a la Red Latinoamericana de FabLabs, donde se comparten experiencias y nuevos desafíos.
Para Fuentemilla, “no interesa si eres ingeniero, sociólogo o comunicador, lo único que importa es que tengas ganas de crear, porque estos espacios sirven para gestionar la creatividad”.
En agosto pasado, de la mano de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, abrió sus puertas el FabLab Santa Cruz, espacio que en solo dos meses ya conformó comunidades de makers y fabbers que están creando y fabricando, de forma colaborativa, aprovechando la capacidad tecnológica instalada y a la que se puede acceder sin restricciones.
Los FabLabs, espacios que dan valor agregado
Los laboratorios de fabricación permiten generar proyectos con impacto real ya que están diseñados para la interacción de los conocimientos y los procesos para crearlos. Al tratarse de espacios donde la gente creativa se siente cómoda, añaden valor agregado al acto creativo.
“Son espacios que, normalmente, sacan lo mejor de uno y donde los chicos y chicas, que a veces no despuntan en otras áreas, vienen y ven que aquí sí pueden aportar, que aquí sí los escuchan, que aquí sí añaden valor, en colaboración con los otros”, dice el experto que capacitó a más de 300 colegiales de La Paz y Santa Cruz en la generación y prototipado de ideas con propósito, en el marco del Futures Week.
Fuentemilla, recuerda que el primer FabLab que surgió fue después de un curso para cambiar hábitos de consumo, denominado How to make almost anything o ¿cómo ayudar a crear casi cualquier cosa? Se trata de espacios que democratizan la tecnología y dan acceso a nuevas herramientas de producción, donde se puede materializar casi cualquier cosa.
“La idea de democratizar la tecnología es para que seamos más agentes de cambio. Vivimos en un mundo cada vez más tecnológico, pero cerrado. Cada vez tenemos gadgets o tecnología que usamos y que no sabemos cómo funciona (…)”, dice el experto.
En los FabLabs se busca resolver problemas que les interesa a las personas. “Todos sabemos que lo que les importa a las personas es vivir mejor, ser más felices, vivir en un mundo más saludable”, agrega Fuentemilla.
Makers que le dan sentido al acto creativo
Los makers y fabbers, que nacieron de una misma filosofía, le están dando un nuevo sentido al desafío de aprender haciendo, de compartir ideales y valores y una filosofía de código abierto.
El FabLab Santa Cruz tiene similares procesos de fabricación que los FabLabs de Barcelona o Nairobi. La ventaja es que los proyectos que se hacen en Bolivia podrán ser replicados con materiales locales y con el contexto de otras experiencias globales, gracias a la interconexión con el mundo exterior.
“El valor de un espacio como éste es que puedes crear, personalmente, añadiendo valor a la cadena creativa y volviéndote en prosumidor, una mezcla de productor y consumidor”, afirma Fuentemilla, quien destaca que en Bolivia ya haya una comunidad muy fuerte de makers y fabber que están creando y dejando bases muy buenas para el futuro.