Sentirse ansioso en algunas etapas del día se ha convertido en una normalidad. Lo mismo ocurre con pequeños picos de estrés que se elevan durante la jornada laboral. Las situaciones que bordean los límites de la ansiedad y el estrés interfieren en el desarrollo de su vida. Si estos cuadros persisten y se vuelven difíciles de controlar e interfiere en el desarrollo de su vida, podría tratarse de un trastorno de ansiedad generalizada.
Éste tipo de trastorno en muchos casos es de largo plazo y se da producto de la excesiva preocupación acerca de un evento personal, laboral o de otra índole. Las personas que la sufren tienen dificultad para controlarse, explica Tatiana Montoya, psicoterapeuta familiar y docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Para diagnosticarla es importante mirar la historia familiar o qué es lo que le ha ocurrido a esa persona. También es importante realizar un estudio físico.
“Para atender estos casos, generalmente trabajamos de manera interdisciplinaria con médicos, neurólogos, psiquiatras, fisioterapeutas, para abarcar de manera integral el trastorno”, explica Montoya.
Estos casos requieren de un tratamiento farmacológico, porque las personas que la sufren podrían tener dificultades con el sueño o con la ingesta de comida, que a su vez podrían deteriorar su salud y su nivel emocional.
Generalmente comienza en la infancia o adolescencia, pero puede aparecer en cualquier edad. Tiene más prevalencia en mujeres, y afecta más o menos a un 3% de la población mundial.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este tipo de trastorno aumenta el riesgo de otras enfermedades y contribuyen a lesiones no intencionales e intencionales.
Los síntomas
Las personas con trastorno de ansiedad generalizada presentan fatiga, se sienten débiles, tienen dificultad para concentrarse, están irritables en todo momento, sufren tensión muscular, padecen trastorno del sueño, y presentan problemas en la piel o gastrointestinales.
“Tienen una sensación de peligro constante, pánico o de pensamientos catastróficos, es decir que vuelven muy grandes los problemas pequeños. Entonces, reaccionan de una manera distorsionada y aumentada, y después se sienten culpables de la situación que han creado”.
Están pensado sólo en sus preocupaciones y en lo que les vaya a deparar el futuro.
Los factores de riesgo para desencadenar este trastorno son variados. Se vinculan, normalmente, con experiencias traumáticas de maltrato o situaciones de violencia. Entonces, estas personas no se sienten protegidas y hacen de todo para evitar nuevos sucesos.
También influye el tipo de personalidad o la tendencia a ser depresiva, o si padece otro trastorno, como el caso de los trastorno obsesivo compulsivo, o tener un trastorno de límite de personalidad (miedo intenso de abandono), entre otros.
La prevención
Montoya recomienda que cuando una persona presenta los síntomas anteriores, lo mejor es acudir ante un profesional, un psiquiatra o un psicoterapeuta.
Señala que el profesional que ha demostrado mejores resultados en el tratamiento de este trastorno es el psicoterapeuta cognitivo conductual, quien podría lograr que estas personas cambien sus creencias, pensamientos reverberantes o distorsionados.
“Tenemos que quitar intensidad a los pensamientos catastróficos. Es importante que la persona tenga ocupación, proyectos de vida para cambiar los pensamientos que le generan ansiedad, por otros que son mucho más útiles y beneficiosos, y sobre los cuales tenga control”.
Cuando una persona tiene pensamientos catastróficos y se sienten culpables, podrían perder amigos, personas queridas, y por lo tanto dejar de relacionarse, lo que a su vez aumentaría la posibilidad de desarrollar ansiedad.
Hay que ayudarles a manejar el estrés y a saber reconocer ciertos síntomas de ansiedad.
Aunque el tratamiento específico tiene que ver con la aplicación de fármacos, que les ayudan a nivelar la serotonina, dopamina u otros neurotransmisores para bajar la ansiedad. También pueden medicarse los neuromoduladores.
Pero antes de caer en el trastorno de ansiedad generalizada, también se debe acudir ante un terapeuta para cambiar las creencias que se están esquematizando en su cerebro y que posteriormente lo llevarán hacia la alteración psicológica.
Hay comportamientos protectores que pueden ayudar a prevenir este mal: Descansar lo suficiente, comer saludable (no café, por ejemplo), mantener una disciplina diaria, no quedarse en casa y hacer ejercicios todos los días. Además, no consumir alcohol o drogas ilícitas, conseguir personas que también sientan lo mismo y hablar con familiares o amigos para no sentirse solo.