El consumo inteligente, clave para hacerle frente al impacto económico de las lluvias y sequías

El consumo inteligente, clave para hacerle frente al impacto económico de las lluvias y sequías

La llegada de La Niña es inminente en Bolivia. Las lluvias y las sequías que ocasiona este fenómeno climatológico tienen un impacto económico negativo que llega a los bolsillos del ciudadano con la escasez y el encarecimiento de varios productos. ¿Hay alguna forma de reducir las consecuencias? El consumo inteligente puede ayudar.

La Niña es causada por un enfriamiento anómalo de las aguas del océano Pacífico, que tiene la capacidad de alterar patrones climáticos, con lluvias o sequías extremas, en diversas regiones del mundo y el país no es la excepción. Estas alteraciones climáticas pueden desestabilizar la producción de bienes esenciales, afectando no solo a la economía local, sino también el bienestar de las familias bolivianas.

Jenny Andia, directora de la carrera de Ingeniería Económica de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, explica que este fenómeno deriva en la escasez de productos y, por ende, en el encarecimiento. “Cuando un producto se vuelve escaso, su precio aumenta. A pesar de que Bolivia cuenta con una producción amplia de productos, las inclemencias del tiempo pueden causar interrupciones significativas,” señala.

Este aumento de precios afecta a toda la población, especialmente a aquellos con menos recursos, quienes en el contexto actual ya tienen dificultades para acceder a alimentos básicos. Andia enfatiza que “el consumo inteligente puede ayudar” a mitigar estas crisis, promoviendo un enfoque más consciente en las decisiones de compra.

Pero, ¿qué es consumo inteligente? Se trata de un conjunto de prácticas que promueven un uso responsable y racional de los recursos para minimizar el desperdicio, evitar la especulación y la acumulación excesiva de productos, lo que puede agravar la escasez y provocar un aumento de precios.

“Parte del consumo inteligente es no caer ni fomentar la especulación porque eso es lo que genera que la gente empiece a provisionarse en demasía, lo que causa escasez y eso obviamente termina en un incremento de precios. Lastimosamente, muchas veces consumimos por consumir. Debemos consumir lo que realmente es necesario en función de nuestras necesidades y las de nuestras familias”, subraya Andia.

Estrategias de consumo inteligente

En ese contexto, las estrategias de consumo inteligente se vuelven una herramienta práctica para las familias bolivianas, pues el uso consciente de los recursos puede ayudar a evitar la especulación y la escasez de productos esenciales, y permitir a los hogares adaptarse mejor a los desafíos económicos. Conoce las estrategias más utilizadas:

Planificación de compras: Hacer listas de compras basadas en necesidades reales y evitando la compra impulsiva puede ayudar a reducir el desperdicio y asegurar que los productos adquiridos sean consumidos.

Apoyo a productores locales: Comprar en mercados locales no solo beneficia a la economía de la comunidad, sino que también puede estabilizar precios y reducir la huella de carbono asociada al transporte de mercancías.

Reducción del desperdicio de alimentos: Promover prácticas como el uso de sobras, la conservación adecuada y la donación de alimentos puede disminuir el impacto de la escasez y la inflación de precios.

Educación sobre nutrición y alimentación: Conocer los valores nutricionales y la procedencia de los alimentos ayuda a tomar decisiones más informadas que benefician tanto la salud personal como la economía local.

Fomentar iniciativas comunitarias: Participar en grupos comunitarios que promuevan la producción y el consumo responsable, como huertos urbanos o bancos de alimentos, puede generar un impacto positivo a nivel local.

El fenómeno de La Niña plantea desafíos significativos para la economía boliviana, pero a través de un enfoque de consumo inteligente, la población puede contribuir a la resiliencia y la sostenibilidad. Es esencial que tanto consumidores como productores adopten prácticas que minimicen el impacto de los fenómenos climáticos en la producción y el acceso a los alimentos, afirma Andia.

Históricamente, La Niña trajo consigo estragos significativos para la economía. En eventos anteriores, el país experimentó inundaciones devastadoras, como las que ocurrieron en 2008 y 2014, que causaron grandes pérdidas en el sector agrícola y ganadero. Estas inundaciones arrasaron cultivos, destruyeron infraestructuras y dejaron a muchas familias sin medios de subsistencia. En contraste, las sequías también llegaron con desafíos serios, especialmente en el altiplano y algunas zonas de los valles. La escasez de agua afecta la producción agrícola e impacta en la ganadería, un sector clave para la economía rural.

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