En una era donde la creatividad se erige como la materia prima esencial, contrarrestando antiguos paradigmas de gestión y extracción de recursos, la economía creativa se posiciona como el catalizador del progreso global.
En este escenario, la humanidad se encuentra inmersa en un ritmo acelerado que demanda revertir los pasivos generados, especialmente el impacto climático y la explotación desmedida de recursos naturales.
“Nos comemos el planeta a dos veces la velocidad que debíamos. Y, además, eso ha ocasionado unas luchas por el poder para explotar los recursos que ha hecho que la corrupción sea nuestro principal enemigo”, indica Rolando López, estratega de gestión y transformación empresarial y vicerrector de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz Cochabamba.
La conciencia de la finitud de los recursos naturales y la necesidad de encontrar soluciones sostenibles ha llevado a una reflexión profunda sobre la importancia de la educación como activo clave. La mente humana, el «oro gris», se presenta como el recurso más valioso, capaz de impulsar la transformación y generar soluciones innovadoras.
López asegura que el ser humano es capaz de transformarse y transformar su entorno, en momentos de inspiración y desesperación. “Eso hace que entendamos que la educación sea el mayor activo para revertir los pasivos, y el oro gris, es decir la mente humana, sea hoy el mayor activo, tal vez no codiciado, pero que sí debería ser explotado”.
Economía creativa
La economía creativa surge de dos corrientes principales: la anglosajona, representada por instituciones como Harvard, y la economía naranja, impulsada desde la región latinoamericana. Ambas corrientes convergen en la creación de un tejido económico basado en la creatividad, la cultura y la tecnología.
Creatividad, habilidades, ingenio y talento, tanto individual como colectivo, son los ingredientes fundamentales de la economía creativa, que es capaz de generar productos y servicios que fusionan valores económicos y culturales que, en interacción con la innovación y la tecnología, generan puestos de trabajo, ingresos, desarrollo económico local y ganancias, cuyo principal poder tiene su fundamento en la propiedad intelectual.
La economía creativa abarca la cultura (arte, entretenimiento, gastronomía, arquitectura, diseño, moda y publicidad, entre otros) y el conocimiento (investigación y desarrollo, educación, informática, telecomunicaciones, alta tecnología, robótica y nanotecnología o inteligencia artificial, entre otros).
Impulso desde el IPEE
López destaca que, en la capital del Valle, el Instituto de Progreso Económico Empresarial (IPEE), centro de pensamiento estratégico de Unifranz, en colaboración con entidades gubernamentales y empresariales locales, ha mapeado la huella creativa de Cochabamba, buscando soluciones a los retos económicos actuales.
La iniciativa ha involucrado a diversas instituciones, como la Federación de Empresarios Privados de Cochabamba y la Cámara de Comercio e Industria de esa ciudad, demostrando que la colaboración es clave para el éxito.
Sacar del anonimato a los emprendedores creativos para hacerlos agentes VIP, visibilizándolos, integrándolos y promoviéndolos era el desafío. El Censo de Economía Naranja permitió dar ese gran paso.
“Los integramos a través de ese clúster que hemos llamado Ecosistema Turístico para Salud y Educación ‘for export’ (…) y los promovimos a través del Emprendefest, que era una mezcla de academia y fiesta, porque en el fondo se encontraba gente que sabe que ha desarrollado la economía creativa en Latinoamérica, que está en organismos reguladores y financiadores, y, principalmente, los emprendedores (…)”, sostiene López.
El enfoque estratégico del IPEE se ha centrado en transformar la educación, llevando el conocimiento de la mente a la acción y fomentando un aprendizaje con sentido. La universidad ha liderado un cambio hacia la economía creativa, inspirando a otras instituciones a seguir este camino.
El Censo de Economía Naranja permitió conocer cuántos cochabambinos se dedican a hacer economía creativa. El resultado no sólo es positivo sino alentador porque facilitó su identificación y formación a fin de iniciar el proceso de transformación de la base económica de Cochabamba hacia la economía creativa.
“No solamente hicimos el censo, sino un mapping donde geolocalizamos y referenciamos toda la información en un software”, asegura López.
“Todo tiene que ver con nuestro propósito como universidad. Transformar la educación es transformar la forma de aprender. Eso quiere decir que el conocimiento pasivo que reside en la mente hay que trasladarlo al conocimiento de las manos, del pensar y saber al hacer. Y eso le llamamos aprendizaje significativo, el que deja huella interna; pero el que deja huella externa es el aprendizaje con sentido, el capaz de transformar el entorno”, agrega el académico.
Cochabamba se posiciona como un ejemplo de ciudad inteligente, impulsada por la creatividad y la tecnología.
El despertar del talento creativo ha dado paso a una industria sostenible basada en el turismo, la gastronomía, el arte y la tecnología. Este modelo, inicialmente diseñado para Cochabamba, está dispuesto a inspirar y adaptarse a cualquier región del país que busque desarrollar su talento y economía de manera innovadora.