Aprovechando el feriado del 23 de enero, Mercedes y Segundino, amigos de muchos años, decidieron pasar la tarde juntos y tomar algunos tragos. Quién diría que lo que comenzó como un momento para compartir, terminaría en un paro cardiaco, producto de una violación. Al darse cuenta del hecho, Segundino decidió simular un asalto y alertó a los vecinos.
Mercedes es la tercera víctima de feminicidio en la ciudad de Potosí y la octava en el país, en lo que va del 2023.
Magaly Mariaca, médica cirujana especialista en antropología forense y docente de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, considera que el feminicidio es uno de los tres delitos más frecuentes en el país y el que más impacto causa, después de los atracos en la calle y domicilios.
“Entre los tipos de delitos más comunes el primero son los robos, pero no ingresando a un lugar, sino en las calles; después están los hurtos en domicilios o alguna entidad y; posteriormente, están los asesinatos. Si bien, los homicidios son de todo tipo, los que más tienen impacto y relevancia son los feminicidios e infanticidios”, afirma.
Datos alarmantes
Bolivia cerró el 2022 con 94 feminicidios, registrados por la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) y el Ministerio Público. La Paz es el departamento más violento con 37 casos, le siguen Santa Cruz y Cochabamba, con 22 y 12 feminicidios, respectivamente. Así mismo, se registraron 51.911 casos de violencia contra mujeres y niños, con un aumento de 4.698 con relación al 2021, que culminó con 47.213.
En noviembre del pasado año, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) difundió un informe con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en el que sitúa a Bolivia en primer lugar en Sudamérica y el cuarto en Latinoamérica, respecto a los feminicidios.
Según la CEPAL, siete de cada 10 mujeres, han sufrido actos de violencia en algún momento de su vida.
La familia como primer sistema de protección
Estos y otros tipos de violencia son producto de la naturalización de la violencia que demanda la formación de una cultura de buen trato, asegura Consuelo Tórrez, abogada especialista en derecho infantil y docente de la carrera de Derecho de Unifranz.
“Tenemos que desenraizar todo lo que han aprendido, comenzar a forjar lazos afectivos, con la familia, cuando uno forma esos lazos difícilmente va a poder ser un agresor porque cuidas lo que amas. ¿Cómo lo cuidas? Cuando convives, cuando compartes tiempo y, sobre todo, cuando ejerces el derecho a la protección”, asegura.
El primer sistema de protección para las mujeres y los niños es la familia. Tórrez reiteró la importancia del derecho a la protección que incluye a todos sus integrantes. “Construir una familia es complicado, pero no imposible. Creo que es un reto y es por eso por lo que la política de protección debe reforzar su rol”, manifestó la abogada.
Factores determinantes
El estudio denominado “Factores frecuentes de feminicidio en Bolivia”, realizado a un total de 215 casos registrados a nivel nacional por la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) presentado el 2019, concluyó que algunos de los factores principales para la violencia de género son el alcoholismo y los celos pasionales. La mayoría de las víctimas fueron atacadas por su pareja. En el 87% de los casos, el agresor consumió bebidas alcohólicas.
Guery Zabala Gumucio, especialista en Psicología de Violencia Intrafamiliar, psicólogo clínico de la Asociación ACEQUIA en Recintos Penitenciarios (La Paz, Oruro y Sucre) y docente de la carrera de Psicología en Unifranz, identifica algunas características del perfil de este tipo de agresores.
En primer lugar, se encuentran los celos, la inseguridad y el ser impulsivo, reflejados en la posesividad hacia la pareja al punto de controlar sus actividades diarias o chantajearla para que ella no lo deje.
El feminicida no nace, sino que se hace, según Zabala. No existen estudios que hayan demostrado características biológicas que determinan, desde el nacimiento, que un individuo tendrá actitudes violentas en el futuro.
“La forma que aprenda sobre el ser y tener pareja y la percepción que tenga de él mismo; dificulta o no la realización de la emancipación o diferenciación de la familia de origen”, señala Zabala.