La «cancelación» o «funación» se convirtió en una de las dinámicas sociales más controvertidas y debatidas en la era digital. Este fenómeno, también conocido como «cultura de cancelación», se refiere al acto de sancionar, excluir o censurar a personas o entidades que han realizado comentarios, acciones o comportamientos que ciertos sectores de la sociedad consideran inaceptables o incluso ofensivos. Redes sociales como Twitter, Instagram, y Facebook potenciaron esta práctica, permitiendo que los usuarios expresen su desacuerdo o indignación de manera inmediata y masiva.
Para William Llanos, docente de la carrera de Derecho de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, “la cancelación, en muchos casos, roza los límites del debido proceso en el ámbito social”, porque las redes sociales se convierten en tribunales donde no siempre se respetan principios básicos como la presunción de inocencia o el derecho a la defensa. Esto genera situaciones que pueden considerarse cercanas a la difamación, especialmente cuando las acusaciones carecen de pruebas sólidas.
Origen de la cultura de cancelación
El término «cancelación» surgió en internet a principios de la década de 2010, principalmente en comunidades de usuarios en Twitter. Originalmente, era una respuesta a personalidades públicas cuyos comportamientos eran considerados problemáticos; sin embargo, con el tiempo, esta acción se ha expandido a prácticamente cualquier individuo que tenga una presencia en línea y se perciba como ofensor de ciertos valores sociales.
En su forma más básica, la cancelación puede entenderse como un llamado a la rendición de cuentas en la esfera pública. La tecnología digital, especialmente las redes sociales, permite que las personas difundan información con rapidez y que puedan generar reacciones colectivas frente a actitudes o acciones cuestionables. En teoría, esto otorga poder a la ciudadanía, brindándole la capacidad de exigir responsabilidad a figuras de poder o a empresas.
“La cancelación en redes sociales refleja una necesidad legítima de responsabilizar a quienes tienen poder o influencia, pero también expone la fragilidad del diálogo en espacios digitales. Las plataformas promueven dinámicas polarizadoras, y muchas veces se cancelan voces que podrían contribuir a un debate más profundo, afectando la diversidad de opiniones”, comenta Ruth Schaaf, comunicadora social y docente en Unifranz.
Beneficios de la cancelación
1 Visibilización de problemas sociales: la cancelación ha permitido a grupos marginados alzar la voz contra prácticas discriminatorias, el racismo, el machismo y otros tipos de violencia.
2 Responsabilidad pública: a través de la cancelación, se impulsa a figuras públicas y empresas a asumir la responsabilidad de sus acciones y palabras.
3 Cambio de conducta: las sanciones sociales son una manera de moldear las normas y valores sociales. La cancelación puede llevar a la reflexión y al cambio de conducta, promoviendo estándares éticos en la sociedad.
Críticas y desventajas de la cancelación
1 Linchamiento digital: puede convertirse en una forma de castigo desproporcionado que ignora el contexto de los actos. El anonimato en internet permite a las personas atacar sin medir las consecuencias para el afectado.
2 Erosión del debate público: desincentiva el diálogo constructivo, pues las personas temen expresar opiniones por miedo a ser “canceladas”. Esto genera una sociedad donde las voces discordantes son silenciadas, limitando el intercambio de ideas.
3 Pérdida de perspectiva: la cancelación no distingue entre diferentes grados de ofensas, y en muchos casos, acciones pasadas pueden ser evaluadas bajo los estándares éticos actuales
Este fenómeno está cargado de dilemas éticos. En algunas circunstancias, puede servir como una forma de resistencia contra injusticias estructurales y como una plataforma para voces históricamente silenciadas. Sin embargo, también puede convertirse en un arma de censura.
El impacto de la cancelación depende de cómo se utiliza. La motivación que la impulse, si se enfoca en educar o castigar sin reflexión determinará si es un acto de justicia o simplemente una extensión del odio y la intolerancia.
Para María Fernández, psicóloga social especializada en conductas digitales, «la cancelación digital puede ser una respuesta de la sociedad para pedir rendición de cuentas a figuras públicas que incumplen con valores compartidos. Sin embargo, cuando esta reacción se convierte en una cadena de agresiones, deja de ser constructiva y pasa a convertirse en una herramienta de represalia, afectando incluso a personas ajenas al conflicto».
En Latinoamérica, el término “funar” se ha popularizado especialmente en países como Chile. La “funación” tiene connotaciones parecidas a la cancelación, pero con un enfoque que muchas veces incluye señalar y condenar públicamente actos de injusticia social o violencia en espacios comunitarios. Así, la funación se ha visto como un acto de denuncia ciudadana, pero, al igual que la cancelación, corre el riesgo de ser utilizada de manera excesiva y sin filtros.
La cancelación y la funación son fenómenos complejos, que en algunos casos se justifican como formas de resistencia social y en otros pueden transformarse en linchamientos públicos. El reto está en encontrar un balance entre la rendición de cuentas y la posibilidad de redención, así como fomentar un espacio digital donde el diálogo, la empatía y la justicia puedan coexistir.