Por Manuel Filomeno
Los gritos e insultos son la peor forma de comunicación, lastimosamente, eran las únicas que teníamos en casa”, señala Sandra, una joven de 31 años que proviene de un hogar abusivo, como ella misma lo define, un lugar donde “sobraba la violencia verbal y el lenguaje tóxico”.
Este tipo de prácticas habitualmente son replicadas con quienes se interrelacionan, lo que repercute en el rechazo social.
“El uso inapropiado del lenguaje disminuye la confianza en las relaciones provocando una falta de claridad en la transmisión de ideas, sentimientos o intenciones hasta menoscabar el respeto que deberían establecer la personas al momento de la interacción, lo que deriva en un distanciamiento”, explica Consuelo Medina, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Medina explica que el lenguaje abusivo es aquel que implica intenciones agresivas, ofensivas o irrespetuosas, las cuales pueden generar conflictos, desencadenar discusiones, resentimiento y rupturas en la comunicación, deteriorando la calidad de la relación amistosa o de pareja, incluso la de familia.
“En situaciones extremas, el uso persistente de un lenguaje abusivo puede establecer un ciclo de abuso verbal, donde el agresor utiliza continuamente el lenguaje como una herramienta de control o dominación sobre la otra persona. Recordemos que la comunicación se trata de espacios de escuchar, entender y hablar. En ocasiones, la persona que usa un lenguaje abusivo o inapropiado sólo quiere ser escuchado”, agrega la profesional.
De acuerdo con un estudio realizado por la organización benéfica Words Matter, dos de cada cinco niños (41%) han experimentado abuso verbal por parte de los adultos que los rodean. Padres, cuidadores, maestros y líderes de actividades son las fuentes primarias de estas palabras dañinas, según una encuesta a 1.000 jóvenes de entre 11 y 17 años.
La investigación de Words Matter señala que el abuso verbal tiene el potencial de afectar a un niño durante toda su vida. No sólo socava su autoestima y confianza, sino que, también, puede alterar la función cerebral normal y ha sido vinculado con problemas de salud mental. De acuerdo con el estudio, el lenguaje tóxico puede dejar a los niños tristes, deprimidos o humillados.
Mejorar la comunicación
Muchas veces, el lenguaje tóxico puede iniciar como una broma o un comentario sin aparente intención de herir, por lo que Medina recomienda algunas acciones para tener una comunicación más efectiva y evitar ser hiriente.
“Entre los factores que pueden afectar a una comunicación efectiva se encuentra la ambigüedad, la incoherencia en lo que se expresa y gestos o conductas que no están acordes al mensaje, la falta de habilidades de escucha efectivas por parte del receptor puede dificultar la comprensión del mensaje. El contexto y el momento de la comunicación debe ser el correcto, el mismo mensaje puede interpretarse de manera diferente en contextos diferentes”, sostiene la académica.
Asimismo, indica que, en lo posible, es mejor evitar el sarcasmo, o el usar palabras que generalicen situaciones.
“Estas son barreras lingüísticas que dificultan la comprensión y que llevan a algunas personas a no manejar bien sus emociones y demuestren actitudes pasivas y agresiones verbales, pues alguien que está enojado puede comunicarse de manera diferente que cuando está contento”, agrega.
Por otra parte, con el fin de mejorar la comunicación, los interlocutores deben controlar sus emociones y reconocer la comunicación no verbal.
“Algunas estrategias para mejorar la comunicación son, por ejemplo, controlar las emociones al comunicarse, especialmente en situaciones de conflicto, para evitar respuestas emocionales impulsivas que pueden exacerbar la situación. Ser consciente y reconocer la comunicación no verbal, como gestos, tono de voz y expresiones faciales, ya que también influyen en la interpretación del mensaje”.
También es importante proporcionar respuestas comunicativas, de manera constructiva y respetuosa, para mejorar la comunicación y resolver posibles malentendidos. Reconocer cuando un mensaje fue mal interpretado y tratar de aclararlo sin discusión. También se debe practicar la escucha activa y atenta.
“Otras acciones son no bloquear la comunicación o interrumpir al otro, evitar sobreentendidos y suposiciones y racionalizar posibles reacciones. En general es importante comunicar pensamientos y sentimientos de manera honesta y respetuosa, enfocándose desde la perspectiva de resolución y no de confrontación”, dice.
Tomando en cuenta estas recomendaciones se puede mantener una comunicación fluida y respetuosa, que permita construir relaciones y mantener vínculos, agrega la psicóloga.
“Es fundamental reconocer la importancia del respeto y la empatía en la comunicación. La comunicación, el lenguaje y las palabras tienen un poder de impacto psicológico considerable en las relaciones interpersonales. Su uso es importante para el mantenimiento de vínculos saludables y constructivos”, agrega.
Finalmente, Medina indica que es importante conocer y reconocer los beneficios que trae una comunicación fluida y un lenguaje positivo.
“Entre los beneficios está el de ser una persona asertiva que comunica de manera efectiva las ideas, sentimientos y necesidades promoviendo una mejor comprensión entre las personas. Las palabras y su uso correcto influyen en las personas, pueden elevar el ánimo, fortalecer la autoestima y generar sentimientos de bienestar emocional, un lenguaje positivo puede impulsar y validar pensamientos y acciones”, apunta.