¿Puede la arquitectura convertirse en una aliada para el aprendizaje incluyente? La respuesta es un rotundo sí. La arquitectura puede desempeñar un papel fundamental en la creación de entornos educativos que promuevan la participación, la interacción y el desarrollo de todos los estudiantes, independientemente de sus habilidades o características.
Gabriel García, director de la carrera de Arquitectura de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, considera que cuando se diseñan espacios educativos, la inclusión debe ser el principio rector.
“La disposición del mobiliario en las aulas para facilitar la movilidad, la creación de pasillos amplios y accesibles, y la adaptación de servicios escolares como baños y áreas comunes son ejemplos de cómo la arquitectura puede contribuir a la igualdad de oportunidades”, indica el académico.
La arquitectura inclusiva no sólo abarca la diversidad física, sino que también se extiende a las necesidades específicas de niños y adolescentes autistas o neurodiversos.
Considerar aspectos como la iluminación, la acústica y la disposición del espacio es crucial para crear entornos cómodos que respeten las sensibilidades sensoriales.
En tanto, la incorporación de zonas de calma y áreas de retiro permite a los estudiantes gestionar su entorno de manera efectiva.
En el caso del espectro autista, la arquitectura puede desempeñar un papel proactivo. “Esto puede incluir la creación de espacios designados para minimizar la sobre estimulación sensorial, la implementación de colores suaves, iluminación ajustable y la planificación de rutas claras y predecibles para ayudar en la orientación”, puntualiza el arquitecto.
El autismo, según la Organización Mundial de la Salud, es la dificultad persistente en el desarrollo del proceso de socialización (interacción social y comunicación social), junto con un patrón restringido de conductas e intereses, dentro de lo cual se incluyen restricciones sensoriales. Este trastorno del neurodesarrollo afecta a una de cada 100 personas.
En el país, se estima que existen alrededor de 40 mil personas con diagnóstico de autismo. De ahí que la Ley General para Personas con Discapacidad (Ley 223) establece que la educación inclusiva debe dar respuesta a la diversidad mediante adaptaciones físicas, curriculares y personas de apoyo buscando mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades para reducir la exclusión de la educación.
En ese marco, Karen Meneses, psicopedagoga y docente de la carrera de Psicología en Unifranz, indica que es posible hablar de la arquitectura como aliada de un aprendizaje incluyente.
“Entendiendo ‘arquitectura’, no sólo en el contexto de la infraestructura educativa física, sino también en el diseño de sistemas y plataformas de aprendizaje en línea, a fin de que las mismas sean amigables para personas con discapacidades visuales, auditivas o motoras”, según la académica.
Empatía
Formar arquitectos empáticos es esencial para la creación de espacios inclusivos. La educación profesional debe incorporar un enfoque específico en la diversidad, la inclusión y el diseño universal.
García explica que “la interacción directa con comunidades diversas y experiencias prácticas contribuirán a desarrollar la sensibilidad necesaria para abordar las necesidades de todos los usuarios, incluyendo aquellos con necesidades especiales”.
La colaboración continua con educadores, profesionales de la salud y la comunidad es esencial en la arquitectura inclusiva. La adaptabilidad de los diseños y la disposición a recibir retroalimentación constante son aspectos clave para garantizar que los espacios se ajusten de manera efectiva a las necesidades cambiantes de los estudiantes y promuevan un entorno educativo verdaderamente inclusivo.
Más allá de la accesibilidad física
En tanto, con una mirada desde la psicopedagogía, Meneses asegura que es importante tomar en cuenta las necesidades de niñas, niños y adolescentes autistas o neurodiversos al momento de hablar de una arquitectura inclusiva, porque este enfoque va más allá de la accesibilidad física, ya que aborda también aspectos sensoriales, sociales y emocionales.
El diseño de una arquitectura empática reconoce que muchos niños autistas pueden ser hipersensibles a estímulos sensoriales como luces brillantes, ruidos fuertes o ciertos colores. En la arquitectura, esto podría traducirse en la incorporación de iluminación suave, áreas de descanso tranquilas y el uso de materiales que minimicen la repercusión del sonido.
En las aulas, el diseño facilita en gran medida la comunicación y la interacción social. Se podrían incorporar zonas de trabajo más pequeñas para promover interacciones más íntimas y áreas abiertas para actividades grupales. Además, proporcionar áreas de descanso para quienes necesiten tiempo de relajación.
“Es sumamente importante prestar atención a la elección de colores y materiales en la arquitectura, a fin de crear un entorno visualmente agradable. Asimismo, la presencia de elementos naturales, como luz natural, plantas y áreas al aire libre, puede tener beneficios positivos para el bienestar de los niños autistas”, puntualiza Meneses.
Incorporar experiencias reales en la formación de arquitectos
La formación de arquitectos empáticos y conscientes de la inclusión de personas con discapacidad, solamente será posible al momento de tomarlos en cuenta en experiencias reales dentro de su proceso formativo.
Meneses sugiere incorporar en su formación actividades y ejercicios que promuevan la empatía, como simular experiencias sensoriales diversas o involucrar a los estudiantes en actividades que les ayuden a comprender mejor las experiencias de las personas con discapacidad.
Las instituciones educativas también podrían incluir cursos específicos sobre diseño inclusivo y accesibilidad en la educación arquitectónica, y de esta manera abordar las necesidades de personas con diversas capacidades, incluidas discapacidades físicas y neurodiversidad.
La psicóloga reflexiona sobre la importancia de promover una mentalidad de aprendizaje continuo en las universidades, ya que la tecnología y las prácticas en diseño inclusivo evolucionan.
“Los arquitectos deben estar siempre predispuestos a actualizarse y adaptarse a nuevas ideas y enfoques”, dice Meneses.
Por su parte, el arquitecto García indica que, si bien se ha avanzado bastante en la adaptación de espacios para satisfacer las necesidades de personas con autismo, aún queda mucho por explorar.
“La arquitectura puede desempeñar un papel más significativo, no solo en la formación, sino también en la vida diaria de las personas con autismo. Nuestra comprensión actual se centra en ajustes espaciales generales, como minimizar la sobre estimulación sensorial y crear zonas de calma. Sin embargo, a través de estudios más profundos, podemos desbloquear un potencial inexplorado en el diseño del espacio”, concluye.