Innovaciones que ayudan a reducir el uso de plásticos

Por Aldo Juan Peralta Lemus

Estos innovaciones están impulsando el desarrollo de empaques de alimentos, bolsas y productos de un solo uso.

La contaminación por plásticos es uno de los mayores retos ambientales de nuestro tiempo. Sin embargo, a través de la ciencia, el desarrollo de diferentes opciones de bioplásticos ha avanzado. A diferencia de los plásticos tradicionales —derivados del petróleo y altamente contaminantes—, los bioplásticos se producen a partir de materias primas renovables, como maíz, caña de azúcar, algas, almidones o residuos orgánicos.

Leslie Vidaurre, docente de la carrera de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Franz Tamayo, sostiene que los avances en el desarrollo de bioplásticos no solo apuntan a reducir la dependencia de combustibles fósiles o disminuir el impacto ambiental, sino también a mejorar la resistencia, durabilidad y accesibilidad económica.

“Las materias primas renovables que pueden reemplazar el plástico incluyen recursos biológicos como almidón (maíz, papa, yuca), celulosa (residuos vegetales), pectina (cáscaras de frutas) y proteínas naturales como la caseína o el gluten. También se utilizan residuos agroindustriales, como cáscaras de naranja y huevo, para la producción de bioplásticos funcionales”, explica la académica.

Uno de los progresos más relevantes ha sido el desarrollo de bioplásticos totalmente biodegradables y compostables, capaces de desintegrarse en condiciones naturales en cuestión de meses.

Investigaciones recientes han demostrado que ciertos biomateriales, combinados con enzimas específicas, logran una degradación mucho más rápida que los plásticos convencionales, que tardan siglos en desaparecer. Estos descubrimientos están impulsando el desarrollo de empaques de alimentos, bolsas y productos de un solo uso, en sectores donde la contaminación plástica es más alarmante.

“Para diseñar sustitutos biodegradables que sean resistentes y duraderos, se combinan materiales naturales como almidón, celulosa o proteínas con otros compuestos seguros que refuercen su estructura, como fibras vegetales o minerales”, explica Vidaurre.

Un ejemplo de ello es un grupo de ingenieros químicos de la Universidad de Washington en St. Louis, que se inspiró en algo tan simple como una hoja para lograr un gran avance. Usando nanofibras de celulosa —un componente clave en la estructura de las plantas—, crearon un nuevo material que se descompone de forma natural a temperatura ambiente. Además, es más resistente que plásticos comunes como el polietileno o el polipropileno.

En el caso boliviano, el desarrollo de opciones amigables con el medio ambiente ha motivado a estudiantes de la carrera de Bioquímica y Farmacia de Unifranz a investigar y desarrollar alternativas de bioplástico como una solución sostenible para sustituir las bolsas plásticas. Las propuestas destacan por ser de producción artesanal y por lograr que los prototipos puedan degradarse sin dejar residuos con el tiempo.

Uno de los proyectos es el bioplástico a base de la cáscara de banana, que habitualmente es desechada tras consumir el fruto. Las estudiantes Michelle Gisbert y Karen Villarroel encontraron que este residuo es un elemento vital para la producción de un reemplazo del plástico tradicional.

“Decidimos usar plátano porque es una fruta de precio muy accesible y de alto consumo en la población. La base del proyecto busca imitar al plástico, pero al no estar producido a partir del petróleo, es una solución amigable para cuidar nuestro ecosistema”, explicó Michelle.

Según explican, la clave de la textura elástica y resistente del material es el resultado del almidón natural presente en la cáscara del plátano. Luego, este pasa por un proceso en el que se combina con almidón de maíz, agua destilada y glicerina.

Otro ejemplo importante es el desarrollo de un prototipo de envases ecológicos como alternativa al uso de plásticos convencionales. Este otro grupo de estudiantes, también de Unifranz, se motivó a desarrollar un material resistente pero biodegradable, que se descompone sin dejar residuos después de aproximadamente seis meses.

“Nosotros hemos tenido como ideas principales dos bioplásticos. El que tenemos aquí es de avena molida, que hemos mezclado con cera de abeja, glicerina y otros componentes. Hemos logrado que la mezcla sea homogénea y así elaboramos estos envases, que luego colocamos en moldes. Este ha sido el resultado final”, explica Caren Quispe, también estudiante de la carrera de Bioquímica y Farmacia, y parte del equipo desarrollador de este bioplástico a base de avena.

Beneficios

Este tipo de desarrollos presenta ventajas frente a los polímeros sintéticos o al plástico tradicional. Según Vidaurre, los beneficios son: “Biodegradabilidad, porque se degradan naturalmente por acción microbiana, reduciendo la acumulación de residuos plásticos. El origen renovable, porque provienen de recursos vegetales o residuos orgánicos, disminuyendo la huella de carbono. Disminuyen la toxicidad, entre otros”, explica la académica.

Estas ventajas representan una solución estratégica, tanto ambiental como sanitariamente segura, especialmente en industrias como la farmacéutica y alimentaria, donde el contacto con humanos es directo y continuo.

No obstante, el desafío pendiente sigue siendo la escalabilidad: producir bioplásticos en grandes volúmenes a precios competitivos frente al plástico tradicional. Aunque aún queda camino por recorrer en términos de producción masiva y reducción de costos, los logros alcanzados hasta ahora son muestra de que la ciencia y la innovación pueden allanar la ruta hacia un futuro más sostenible.

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