Estanflación: precios que suben y bolsillos vacíos, el dilema económico que amenaza a los ciudadanos

precios altos, salarios estancados y desempleo creciente agravan la crisis económica

Ir al mercado y descubrir que el mismo carrito de compras cuesta más que la semana pasada se ha vuelto una rutina frustrante para muchas familias. Pero lo más alarmante es que, mientras los precios suben, el ingreso no mejora, y en algunos casos, ni siquiera hay empleo. Esta contradicción económica tiene nombre: estanflación. Un fenómeno complejo y poco frecuente que combina dos males difíciles de combatir al mismo tiempo: inflación alta y crecimiento económico nulo o negativo.

“La recesión económica implica que el dinero no va a circular, no va a pagar cuentas ni a comprar bienes y servicios. La economía se ralentiza, y sin flujo económico, no hay crecimiento”, explica Kadir Lanza, director de la carrera de Ingeniería Económica y Financiera de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

La estanflación desafía las lógicas económicas tradicionales, en las que se espera que la inflación y el crecimiento económico sean fuerzas opuestas. Sin embargo, cuando ambas ocurren al mismo tiempo, las herramientas clásicas de política económica resultan ineficaces, o incluso contraproducentes. 

El economista José Gabriel Espinoza, exdirector del Banco Central de Bolivia, lo resume con claridad: “Es un fenómeno difícil de manejar porque las medidas tradicionales para combatir la inflación pueden empeorar el estancamiento, y viceversa”.

¿Qué causa la estanflación?

Existen múltiples factores que pueden desencadenar un escenario de estanflación. Según Lanza y Espinoza, estos incluyen:

  • 1. Choques de oferta: interrupciones en la producción o suministro de bienes clave, como energía o alimentos, que elevan los costos.
  • 2. Políticas económicas ineficaces: como el gasto público excesivo o la emisión descontrolada de dinero.
  • 3. Devaluación y crisis externas: que encarecen las importaciones y afectan la producción local.
  • 4. Expectativas inflacionarias: si empresas y trabajadores anticipan subidas de precios, ajustan salarios y precios al alza, perpetuando la inflación.

En el caso boliviano, todos estos elementos están presentes. A julio de 2025, Bolivia enfrenta una inflación interanual del 25% y una inflación acumulada (enero a julio) cercana al 17%, mientras que el crecimiento del PIB apenas alcanza el 0,73%. 

“Se trata de una tormenta perfecta, muy difícil de solucionar con medidas convencionales”, advierte Espinoza.

¿Cómo afecta la estanflación a la población?

La estanflación impacta de forma directa y dolorosa en la vida cotidiana:

  • -Pérdida del poder adquisitivo: el salario real disminuye. Lo que antes costaba 1.000 bolivianos hoy exige 1.200 o más.
  • -Desempleo y subempleo: las empresas recortan personal o frenan contrataciones ante la caída del consumo.
  • -Mayor pobreza y desigualdad: los más vulnerables sufren más, pagando precios más altos por menos productos.
  • -Desinversión: la incertidumbre económica paraliza proyectos y reduce la productividad.
  • -Inestabilidad social y política: la crisis económica alimenta el descontento social y la polarización política, especialmente en años electorales.

Bolivia, por ejemplo, enfrenta estos problemas en medio de una campaña presidencial que se disputa entre dos visiones: mantener el modelo estatista actual o implementar un ajuste fiscal con apertura económica.

¿Cómo salir de la estanflación?

Salir de este fenómeno requiere una combinación precisa y coherente de políticas públicas. Espinoza propone un conjunto de estrategias que podrían funcionar si se aplican con firmeza y coherencia:

  1. -Políticas fiscales selectivas. Redirigir el gasto público a sectores productivos, evitar subsidios ineficientes y reducir el déficit fiscal para evitar más emisión monetaria.
  2. -Política monetaria equilibrada. Ni demasiado laxa ni demasiado restrictiva. La clave es reducir la inflación sin asfixiar la actividad económica.
  3. -Diversificación económica. Reducir la dependencia de sectores o productos clave (como hidrocarburos o minería) para mitigar los impactos de shocks externos.
  4. -Inversión en tecnología y educación. Mejorar la productividad laboral y empresarial para aumentar la competitividad del país a largo plazo.
  5. -Mejora del entorno empresarial. Facilitar las inversiones privadas con reglas claras, seguridad jurídica y estímulos fiscales.
  6. -Protección social. Fortalecer las redes de apoyo para mitigar los efectos de la crisis en los más pobres, sin caer en el excesivo asistencialismo.
  7. -Diálogo social. Construir consensos con empresarios, trabajadores y sectores sociales para diseñar una salida coordinada.

Una salida política y económica

Como fenómeno, la estanflación no tiene un indicador único, pero sus síntomas son claros y alarmantes. El riesgo no solo es económico, sino también social y político. 

“Lo realmente grave de este fenómeno es que tiene un impacto negativo en el empleo, disminuye la calidad de vida de la población y expone el riesgo severo de inestabilidad política y social”, enfatiza Lanza.

El desafío para cualquier gobierno que enfrente la estanflación es doble: necesita medidas que funcionen a corto plazo, sin sacrificar las bases del crecimiento sostenible a mediano y largo plazo. Más aún, debe evitar caer en recetas simplistas o populistas que puedan agravar la situación.

La estanflación es, sin duda, uno de los dilemas económicos más complejos del siglo XXI. Para los ciudadanos, sin embargo, se traduce en algo muy concreto: pagar más por menos, vivir con menos seguridad laboral y con un futuro más incierto. Salir de esta encrucijada exige más que medidas técnicas: exige voluntad política, visión estratégica y un compromiso real con el bienestar de la mayoría.

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