La corrupción es una problemática estructural, multifactorial y compleja en Bolivia y el mundo. Cualquier esfuerzo por disminuir sus índices no debe enfocarse solo en sus efectos, sino también en sus causas.
No es fácil establecer una vinculación entre corrupción y derechos humanos, ya sea porque no existe un consenso generalizado acerca de qué significan, porque no están claras sus implicaciones causales o porque la mejora de uno de ellos no implica automáticamente la mejora del otro.
Durante un conversatorio organizado por la carrera de Derecho de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, Sebastián Agüero San Juan, abogado chileno y docente de pregrado y posgrado de las universidades Pompeu Fabra de Barcelona–España y Austral de Chile aseguró que la corrupción es un fenómeno complejo y que la disminución de sus efectos también tendría que ser multifactorial.
“Tendríamos que enfrentar cada uno de los factores o de las causas que la provocan para intentar erradicarla”, indicó el experto. Se anima a proponer tres mecanismos para combatir la corrupción:
– Una mejor legislación que establezca no solamente delitos, sino mecanismos de transparencia e independencia del Poder Judicial, a través de los cuales los ciudadanos puedan controlar lo qué hacen las autoridades.
– Educación en valores para mostrar las consecuencias nefastas que puede tener la corrupción.
– Lograr instituciones transparentes y con mayor control.
“Una vez se logre trabajar en instituciones transparentes, educar y poner en vigencia una nueva legislación, probablemente podamos estar más cerca de disminuir los niveles de corrupción”, señaló el experto en filosofía y teoría del Derecho.
¿Qué es la corrupción?
La corrupción como tal es un fenómeno social complejo. La CIDH la define como “un fenómeno que afecta a los derechos humanos en su integralidad, civil, política, económica, social, cultural y ambientalmente. Esto debilita la gobernabilidad y las instituciones democráticas, fomenta la impunidad, socava el Estado de derecho y exacerba la desigualdad”.
En la opinión del jurista chileno, la corrupción se caracterizaría por cinco elementos básicos:
Hay corrupción si la intención de los corruptos es obtener un beneficio irregular, no permitido por las instituciones en las cuales se participa o se presta servicio. No importa que ese beneficio sea económico, político, social, sexual o deportivo, entre otros.
La pretensión de conseguir alguna ventaja se manifiesta a través de la violación de un deber institucional.
Debe haber una relación causal entre la violación del deber que se imputa y la expectativa de obtener un beneficio irregular.
La corrupción se muestra como una deslealtad hacia la regla violada, la institución a la cual se pertenece o en la que se presta servicio.
La conciencia de esta deslealtad hace que los actos de corrupción tiendan a ocultarse, esto es, se cometan en secreto, o al menos en un marco de discreción.
En el documento “¿Toda corrupción impacta negativamente en los derechos humanos? Precisiones al enfoque adoptado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos”, Agüero, junto al coautor Jorge Malem, afirma que la lucha contra la corrupción, tanto si transgrede o no derechos humanos, ha de ser sistémica, decidida y constante.
La prevención y la represión son claves en las estrategias para detener la corrupción. El contexto definirá cuál de ellas es más eficaz, explican los autores.