Retos de la implementación de la IA en la enseñanza

By Paula Beatriz Cahuasa

La inteligencia artificial (IA) ha irrumpido en el ámbito educativo con promesas de transformación profunda. Desde la personalización del aprendizaje hasta la optimización del tiempo docente, sus beneficios son innegables. Sin embargo, su implementación en la enseñanza presenta múltiples desafíos que deben abordarse para garantizar un uso ético, inclusivo y eficaz.

Según un análisis de la Unesco y el Instituto Internacional de la Educación Superior en América Latina y el Caribe (IESALC), el 44% de los países han adoptado un enfoque dual, integrando la educación en IA con la investigación y el desarrollo. Mientras tanto, el 30% ha implementado una estrategia tripartita que combina desarrollo de habilidades, investigación, marcos éticos y supervisión reglamentaria dentro de los sistemas educativos. Esto resalta la importancia de la educación superior en la preparación de la sociedad para la era de la IA.

Uno de los principales retos radica en la formación del profesorado. La IA redefine el acceso, uso y seguridad de las herramientas digitales, lo que exige una capacitación constante. La formación docente debe orientarse hacia un uso consciente de la tecnología, alineado con los resultados de aprendizaje esperados. 

Ariel Villarroel, miembro de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, destaca que “la inteligencia artificial no reemplaza al docente, sino que lo potencia, brindándole herramientas que le permiten enfocarse en lo más importante: guiar a los estudiantes en el desarrollo de habilidades y competencias”.

La personalización del aprendizaje es otro aspecto clave. La IA permite adaptar los contenidos y metodologías a los ritmos individuales de cada estudiante. “Gracias a la inteligencia artificial, hoy podemos identificar las necesidades específicas de un alumno y ofrecerle contenidos y actividades que realmente lo ayudarán a avanzar”, explica el experto. 

Sin embargo, este beneficio también implica un desafío: la necesidad de garantizar que la IA no genere desigualdades, sino que facilite la equidad educativa. Para ello, es fundamental reducir la brecha digital y evitar sesgos de género en las aplicaciones tecnológicas.

Interrogantes éticos

Además, la IA plantea interrogantes éticos. La promoción de un aprendizaje ético es crucial para evitar el plagio, la generación de contenidos engañosos y el uso indebido de información. La gobernanza ética de la IA debe ser impulsada por universidades y organismos reguladores para garantizar que su aplicación en la educación sea responsable y sostenible. 

En este sentido, la Unesco enfatiza la necesidad de involucrar activamente a la educación superior en el diseño de estrategias nacionales de IA, asegurando políticas adaptables y alineadas con estándares globales.

Otro desafío es la evaluación educativa. La IA puede mejorar la evaluación formativa mediante el análisis de grandes volúmenes de datos, permitiendo una retroalimentación inmediata y personalizada. 

El papel de las familias en la educación también es un factor clave. La IA ofrece nuevas oportunidades de colaboración entre docentes y padres, promoviendo una educación más participativa. Sin embargo, esto exige programas de comunicación y formación para que las familias comprendan y aprovechen las ventajas de la IA en el aprendizaje de sus hijos.

Finalmente, la IA y los docentes deben trabajar en sinergia para garantizar una enseñanza eficiente y humanizada. 

“La inteligencia artificial es una herramienta poderosa, pero el rol humano del docente, como guía y mentor, sigue siendo irremplazable. El desafío está en encontrar el equilibrio perfecto entre tecnología e interacción humana”, reflexiona Villarroel.

10 retos 

De acuerdo con la Unesco, la implementación de la IA en la enseñanza enfrenta varios desafíos, entre los que destacan:

  1. Servir de apoyo educativo y mejorar la enseñanza y el aprendizaje tanto en aspectos administrativos como en tareas educativas.
  2. Contribuir a una enseñanza reflexiva y con coherencia pedagógica. Al transformar el rol docente y automatizar algunas tareas, se dejará más tiempo para un trato personalizado. Se potenciará la reflexión sobre la práctica y se podrá sacar mayor partido a propuestas como el aprendizaje internacional colaborativo en línea (COIL) o el aprendizaje basado en retos.
  3. Lograr un aprendizaje crítico y creativo. Identificar mentiras y bulos, analizar información y sus fuentes, y considerar diferentes perspectivas para formarse opiniones fundamentadas serán las habilidades a desarrollar. Esto fomentará la imaginación y originalidad para el pensamiento creativo.
  4. Integración y perspectiva de género. Podría servir para combatir discriminaciones y sesgos de género mediante el análisis de imágenes o de textos. Sin embargo, hay una tarea pendiente pendiente: disminuir la brecha digital y evitar el sesgo de género en las aplicaciones de IA.
  5. Equidad educativa para y con todos y todas. La IA puede ofrecer oportunidades y respuestas ajustadas a todo el estudiantado, potenciar la accesibilidad universal, la supresión de barreras y la participación en el aprendizaje.
  6. La promoción de las competencias transversales –comunicativa oral, investigadora, reflexiva, emocional y ética– se vuelve aún más esencial para contribuir a la formación de una ciudadanía comprometida con los desafíos ambientales, sociales y económicos actuales, y para promover la toma de decisiones.
  7. Formación permanente del profesorado. La redefinición del acceso, uso y seguridad en el marco de las competencias digitales. La formación debe promover un uso consciente y de mejora, alineado con los resultados de aprendizaje.
  8. Comunicación, formación y participación de las familias. Potenciar nuevas formas de colaboración y participación de las familias en la educación.
  9. La promoción de un aprendizaje ético. Evitar comportamientos deshonestos como el plagio o la atribución de autorías falsas, y un uso con intenciones de hacer daño.
  10. Evaluación formativa y compartida. Se puede orientar la evaluación con muchos datos, de forma válida y fiable. De esta manera, se hace más consciente al estudiantado de qué y cómo aprende.

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