Por Fernando García y Beatriz Cahuasa
Don Valentín vive en un centro de acogida de Llallagua, en Potosí. Es un hombre de la tercera edad que no tiene familiares ni nadie que responda por él. Hace años, mucho antes de hacerse anciano, sufrió la amputación de uno de sus brazos y quedó solo; luego llegó la depresión.
Alejandro es un niño de nueve años, vive en Uyuni, y desde muy chico tuvo que aprender a vivir y relacionarse con gente de su edad, sin contar con una de sus extremidades superiores.
Luego está don Gedeón que, a diferencia de los dos anteriores, perdió ambas manos y se las tuvo que ingeniar para ayudarse con sus muñones a hacer las tareas más básicas de la cotidianidad.
Una prótesis pudo cambiar la vida de estas tres personas. En realidad, 18 prótesis fabricadas a medida, que les devolvieron la motricidad y la sonrisa a 17 mujeres, niños y hombres oriundos de diferentes localidades del departamento de Potosí.
Esa región del país es una de las menos favorecidas con las campañas de atención a grupos vulnerables, como son las personas con algún grado de discapacidad. Para llevarles ayuda, la Fundación Unifranz contactó a representantes del sector, además de dos aliados capaces de devolverles la esperanza; así aparecieron Creotec y el Banco FIE.
Alianzas para lograr objetivos
Prótesis de manos y dedos hiperrealistas a base de siliconas, con el mismo tono de piel de la persona que las necesita. Así se ven los nuevos miembros del cuerpo que tratan de reemplazar a los que fueron perdidos, ese es el objetivo que busca Antonio Riveros, ingeniero electromecánico, emprendedor y CEO de Creotec, que perfeccionó la técnica para cambiar vidas.
El proyecto que reunió a tres instituciones tiene el objetivo de dar calidad de vida, primero con la canalización de ayuda, la fabricación de las prótesis y, por último, con financiamiento para la iniciativa.
“Nosotros atendemos a las personas sin importar su condición económica. Cuando llega alguien que no puede cubrir el costo de una pieza, nuestra misión es buscar financiamiento, ya sea de empresas privadas, públicas o de cualquier institución que pueda hacer posible entregar una prótesis”, explica Riveros.
Con ese principio, la Fundación Unifranz se contactó con el Comité Departamental de las Personas con Discapacidad (Codepedis) de Potosí, y buscó el financiamiento de la institución financiera. De esa manera se identificaron a 17 personas, a quienes su propia asociación postuló como beneficiarias de las piezas fabricadas.
Los casos de don Valentín, de Gedeón y Alejandro “son los que tocaron las fibras más sensibles”, sostiene Riveros. Así como ellos, otras 14 personas recibieron prótesis para recuperar la motricidad de alguna de sus extremidades.
Logística para llevar ayuda
“Entregar esta ayuda es resultado de la suma de esfuerzos. Creotec es un startup que genera cambios importantes en su rubro con la tecnología, pero, además, su labor es loable por entregar ayuda a gente que necesita este apoyo. Como fundación, amplificamos el rango de ayuda de la empresa, al tener socios como el Banco FIE, que tienen este valor humano transformador”, comenta la directora de Fundación Unifranz, María del Pilar Hidalgo.
El éxito en la entrega de las prótesis en Potosí hizo que esta dotación se convierta en la primera fase de un proyecto que buscan ampliar a otras regiones, donde las prótesis llegarán a más necesitados.
“Es parte de nuestra misión conformar una red de colaboradores de responsabilidad social empresarial. Eso es posible conectando mundos; tal vez una empresa como Creotec puede no estar conectada con un gestor de fondos, entonces la fundación hace ese nexo para que un objetivo común se llegue a realizar”, agrega Hidalgo.
Y cuando un objetivo común se materializa, como en este caso, personas de distintas edades y géneros vuelven a sonreír, superan sus miedos y encaran la vida desde una nueva perspectiva.
Filosofía de trabajo
“Entregar prótesis a quienes lo necesiten, puedan o no puedan pagarla”, es el lema convertido en filosofía de trabajo de Creotec.
“Nuestros pacientes en toda Bolivia ya están llegando a 300. Desde su experiencia sabemos que el 66% de las personas que recibieron una prótesis logró salir de su círculo familiar y comenzó a desenvolverse mejor en otros ambientes y con nuevas personas”, detalla Riveros.
Pero esa mejora en la actitud no se limita al receptor de la pieza, ya que el 100% de los familiares de los directos beneficiarios también sintieron un efecto positivo desde lo social y hasta económico, como comenta el emprendedor.
Ese aporte le permitió llegar a gente de rincones remotos, como don Valentín, a quien su prótesis le permitió retomar las actividades sociales y superar su depresión; Alejandro, quien volvió a usar sus dos brazos para jugar con sus amigos, o don Gedeón, quien se desenvuelve mejor en las tareas de la vida diaria, porque ya cuenta con sus dos extremidades superiores.