El último año de la etapa escolar, del bachillerato, da paso a una pequeña “crisis existencial” en los estudiantes. Muchos no saben qué carrera técnica o universitaria estudiar. Recurren a personas de confianza a quienes preguntan diferentes opiniones respecto a opciones académicas y experiencias laborales.
La docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, Luz Karen Meneses Chirinos, considera que existen estudiantes que eligen su carrera por vocación, toda vez que les apasiona una determinada área de estudio. Esa atracción surge por la influencia de algún familiar, amigo o persona cercana fue referente para dicha carrera.
Por otro lado, la psicóloga contempla otra forma de definir la carrera. Existen estudiantes que no tienen una idea clara de qué carrera estudiar. “Es importante que para elegir una carrera tengan la certeza de que la carrera o área que elijan es de la profesión que van a trabajar», asegura.
Y lanza una advertencia crucial. «La indecisión ocasiona que exista deserción o vayan probando diferentes carreras hasta que encuentren una que les apasione”, complementa Meneses.
La elección de la carrera por vocación conlleva un proceso de aprendizaje significativo. El estudiante motivado pretende concluir su proceso formativo lo más pronto posible, para trabajar inmediatamente.
Una decisión errada podría llevar a una frustración
Durante el primer semestre o primer año de estudio, las aulas de las universidades están llenas de estudiantes. Muchos de ellos se inscribieron solo para conocer cómo es la universidad o porque no sabían qué estudiar y alguien los convenció.
“Si la o el estudiante no se siente atraído por la carrera, o se da cuenta que no es lo que quiere, abandona ya sea en el inicio, a mediados o a la conclusión. Esta situación podría generar cierta frustración por el tiempo (…)”, indica la psicóloga.
En este último tiempo –según Meneses- se ha evidenciado que el nivel de los bachilleres que ingresan en las instituciones de educación superior es bajo. Los dos últimos años pueden ser atribuidos a la pandemia. Sin embargo, la mayoría de los bachilleres no cumplen con un mínimo de conocimientos generales para avanzar contenidos y exigirles calidad.
La docente universitaria sugiere que, en sexto de secundaria, se brinde orientación vocacional, donde se enseñe técnicas de estudio, se promueva la lectura de comprensión, se impulsen talleres de gramática y redacción, oratoria y liderazgo, entre otros.
“Hay que brindar a las y los estudiantes herramientas que les faciliten el estudio, ya que solamente podemos proponer hacia adelante porque hacia atrás, el resultado de la escolaridad es evidente”, reflexiona la profesional.
También se podría realizar un test vocacional. Uno de los test más utilizados para este fin es el Chaside, que mide aptitudes e intereses del estudiante. Se trata de un cuestionario de preguntas que el estudiante debe responder para obtener una evaluación técnica y un informe psicológico, que lo orienta en la carrera universitaria que se adapta a sus cualidades.
Rol de los padres en la toma de decisión
Es importante que los padres y madres de familia apoyen a sus hijos en caso que requiera tratamiento y participen en talleres donde se les haga conocer los tipos de problemas de aprendizaje o temas referentes a la salud emocional. La presión de estudiar una carrera que no sea de agrado de la persona, conlleva a la frustración. El resultado es una persona con ansiedad, depresión, y sin ganas de vivir.
La orientación vocacional que se aplica desde el colegio es de suma importancia porque permite orientar al estudiante respecto a las áreas de inclinación. Las pruebas deben ser de conocimiento de los padres quienes tienen que respetar la decisión de sus hijos.
“Sería muy diferente que la persona no sepa qué estudiar o tenga dudas y acuda a los padres para solicitar consejo, más no deben obligarle (…). Todos tenemos claro que la carrera que elijamos es de lo que vamos a vivir y trabajar”, culmina Meneses.