Los sueños son el límite cuando hablamos de animación, todo puede ser creado o recreado mediante el uso de sus múltiples herramientas. Las más variadas historias pueden ser contadas, desde cuentos locales hasta epopeyas universales.
En los últimos años, este campo de las artes audiovisuales ha experimentado un boom sin precedentes y las películas animadas se encuentran entre las más taquilleras cada año.
De acuerdo con Statista, en 2022, la industria global de animación registró un valor de mercado de aproximadamente 394.500 millones de dólares estadounidenses. Se prevé que para 2030, el tamaño de esta industria supere los 528.500 millones de dólares.
La tecnología digital ha facilitado, en los últimos años, el proceso de la animación, logrando creaciones 2D o 3D muy cercanas a la realidad, pero, principalmente, otorgando oportunidades de trabajo muy atractivas para los profesionales que optan por estudiar esta carrera universitaria.
Germán Guachalla, docente de la carrera de Diseño Gráfico y Producción Crossmedia de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, considera que la animación abre infinidad de oportunidades laborales a los jóvenes pero que ellos tienen que aprender a distinguir la competencia que tienen al frente.
“Es súper importante darse cuenta de las oportunidades que brinda la globalización y el acceso a mercados internacionales. Hay plataformas donde nosotros podemos brindar diversos servicios como la fotografía, el audiovisual, el diseño gráfico o la programación en computadoras”, indica Guachalla.
Por su parte, Miguel Mealla, animador 2D y docente de la carrera de Diseño Gráfico de la Unifranz, con un portafolio que incluye el reconocido corto “La Abuela Grillo” además de una decena de producciones bajo el brazo, señala que “(la animación) nos da voz, nos da un lugar, hay mucha gente que quiere contar historias, Bolivia tiene muchas historias que ser contadas”.
Mealla señala que este potencial no sólo se circunscribe al acervo de mitos y leyendas que tiene el país, las cuales considera una mina inacabable de material, sino a las historias que nos hacen bolivianos y que podemos contar desde nuestra particular experiencia y forma de ver la vida.
“Hace muchos años, había gente que decía que aquí en Bolivia las historias que podíamos contar sólo eran mitos y leyendas y eso para mí es un error. Creo que hay muchos creativos que van a utilizar elementos locales, sin importar la región del país de la que vengan para contar sus propias cosas. Si vemos países como Colombia, Brasil, Estados Unidos, Francia, países que son grandes industrias en la animación, todos cuentan sus propias cosas y nosotros queremos hacer eso”, explica.
Guachalla concuerda con Mealla y agrega que existen varios animadores bolivianos de reconocida trayectoria a nivel internacional que desarrollan y trabajan para el exterior y que en el país son menospreciados o ignorados. El mercado del diseño gráfico y la animación es grande y los diseñadores tienen una gran oportunidad para destellar y conquistar ese mercado.
“El punto es ir a tocar puertas y ser capos también, mostrar eso. Tenemos varios ejemplos en nuestro contexto de estudiantes, tanto en Santa Cruz, Cochabamba y La Paz que trabajan, por ejemplo, para el mundo del metaverso o para empresas norteamericanas, es decir, desde estudiantes comienzan a generar economía, crean y venden justamente lo que animan. Creo que es un mundo de oportunidades absolutamente genial”, puntualiza el académico.
Según Mealla, la Abuela Grillo, un cortometraje estrenado en 2011 y realizado por un grupo de ocho animadores bolivianos (entre los que Mealla se incluye) sobre la temática del agua, cambió las cosas para la animación en el país, marcando un antes y un después en la producción.
El cortometraje fue producido por el Center Animation Pedagogic impulsado por un proyecto de animación colaborativo entre Bolivia y Dinamarca en 2009. La animación se realizó en la escuela The Animation Workshop ubicada en Viborg, Dinamarca.
“Para mí, la Abuela Grillo ha marcado un antes y un después, ha demostrado que se puede hacer animación y que cualquiera puede hacerlo. Hasta antes de la Abuela Grillo había pequeños grupos, pequeñas islas que hacían sus cositas y nada más. Pero el cortometraje democratizó esa información e hizo que sepamos que hay herramientas y métodos para hacerlo. Si conocemos las reglas y tenemos un teléfono, una cámara, cualquier cosa, podemos hacer animación”, puntualiza.
El animador señala que, gracias al cortometraje, la animación recibió un fuerte impulso en el país, con la apertura de varios estudios en las principales ciudades.
El cortometraje (La Abuela Grillo) hizo que se expanda y que mucha gente en Bolivia comience a hacer animación. Por el tema de la pandemia y la situación política, la producción ha bajado, pero antes de eso sí estaba en crecimiento y, ahora, otra vez se está volviendo a levantar. La Paz es la ciudad donde más se hace, pero Cochabamba y Santa Cruz también están empezando a producir más y es cuestión de tiempo para que avance en los demás departamentos, manifiesta.
Internacionalización
Mealla señala que hay una importante demanda para animadores en el exterior, ya que estudios y productoras internacionales siempre están en la búsqueda de nuevo talento. Sin embargo, es importante mejorar la cultura laboral boliviana para encajar mejor.
“La diferencia de trabajar afuera y acá es el ritmo, afuera la gente es más disciplinada, es muy metódica y cuando te ponen fechas hay que cumplir con esas fechas, no hay retrasos. Lo tienen todo muy medido, no hay como atrasarse”, explica.
El animador agrega que las productoras internacionales están muy interesadas en la efectividad en el trabajo, a diferencia de lo que sucede en Bolivia, donde el ritmo es más relajado.
“Confían en que hagas el trabajo que te encomendaron porque tienes el nivel para entregar ese trabajo. En cambio, aquí la gente es mucho más relajada, no hay esa presión de tiempo. Y para mí es necesaria esa disciplina para entregar las cosas cuando te las piden y ser disciplinados”, agrega.
Aunque el experto reconoce que las cosas están cambiando y que la disciplina de trabajo se está haciendo más importante.
“Ahora sí, la cosa está cambiando, la gente está un poco más determinada. Cuando fuimos a hacer La Abuela Grillo, éramos bolivianos adaptados a la realidad boliviana, llegamos a Dinamarca y hemos visto otra realidad, realmente muy diferente, como el reloj y nos teníamos que adaptar o morir en el camino; eso es básicamente lo que pasó”, finaliza.