“Durante la pandemia descubrí lo poco que sabía de tecnología, el poco acceso con el que contaba y lo necesario de las competencias digitales básicas para pasar clases, además de lo desconectada que estaba y lo lejos que estaban mis compañeros”, rememora Mariela, una estudiante universitaria, respecto a su experiencia educativa durante la cuarentena rígida por la pandemia.
La joven menciona que, al inicio de la pandemia, sólo contaba con Internet prepago y que nunca había escuchado hablar de aplicaciones de videoconferencia, exámenes en Google Forms o aulas virtuales. “Fue muy difícil durante el primer año, me aplacé en la mitad de las materias”.
Como Mariela, un gran porcentaje de estudiantes se vio excluido del resto de sus compañeros por las desigualdades en el acceso, uso o impacto de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) entre diferentes grupos sociales, no sólo en el país, sino también en toda la región latinoamericana.
A partir de la experiencia de la pandemia, las instituciones educativas, incluidas las universidades, pusieron en marcha programas de fortalecimiento de competencias digitales de estudiantes y docentes, a través de plataformas y sistemas de gestión para acortar la brecha digital existente.
“A partir de la crisis de emergencia sanitaria, las instituciones educativas, incluidas las universidades, han acelerado un proceso de fortalecimiento de las competencias educativas de sus estudiantes y docentes, a través de la implementación de sistemas de gestión del aprendizaje (LMS) los cuales permiten la realización de actividades asincrónicas que refuerzan lo aprendido, desarrollando así habilidades para alcanzar la metacognición a partir de la creación de Entornos Personales de Aprendizaje (PLE por sus siglas en inglés)”, explica Mario Ariel Quispe Orellana, responsable de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Asimismo, manifiesta que es importante acortar la brecha digital en educación debido a que todos los estudiantes merecen las mismas oportunidades para alcanzar sus metas y desarrollar sus habilidades, destrezas y virtudes.
“De esta forma, un estudiante de una población X, poseerá casi las mismas competencias que un estudiante de la población Y, sin importar su descendencia, género o estrato social. De esa forma ambos estarán en igualdad de condiciones para afrontar un trabajo o estudios superiores; pero mientras no exista un intento por cerrar o acortar la brecha digital, las desigualdades en cuanto a las oportunidades laborales y de formación seguirán creciendo”, agrega.
Para Quispe, esta brecha digital no solo se trata de la restricción al acceso de las TICs, sino a las desigualdades que se generan en el desarrollo personal de quienes se encuentran en una de sus orillas.
“Se debe entender a la brecha digital no sólo como la restricción al acceso de las TICs, sino también como la generación de desigualdades en las oportunidades de desarrollo de una persona. Ahora bien, la brecha digital existe debido al acceso limitado o nulo que poseen determinados estudiantes con respecto a otros, esto en razón del estrato social, nivel de ingresos o localización geográfica. Esta limitación de acceso genera rezagos educativos en cuanto al desarrollo de competencias técnicas, pero también blandas en una persona”, dice.
Quispe considera que la brecha digital afecta a los estudiantes de forma inversamente proporcional; es decir, mientras mayor sea la brecha, mayor será el impacto que tiene sobre el rendimiento académico de los estudiantes.
“Esto se puede visibilizar en el nivel universitario, debido a que en pregrado se fomenta la autoformación, ya sea para alcanzar la metacognición, motivación intrínseca o para superar déficits en las estrategias de enseñanza. Para lograr esto es necesario, sino obligatorio, hacer uso de las TICs para reforzar, fortalecer y consolidar lo aprendido pues, a diferencia de una clase presencial en la que el conocimiento es presentado por el docente, a partir de recursos online (Internet) se logra un aprendizaje ubicuo, ya que éste, está disponible las 24 horas del día, cualquier día de la semana”, puntualiza el académico.
En la actualidad, las TICs permiten al estudiante universitario optimizar sus tiempos y hábitos de estudio, desarrollar su Red Personal de Aprendizaje en su respectivo Entorno Personal de Aprendizaje, implementando para ello LMS, aplicaciones, plataformas educativas y simuladores.
Según la investigación “No hay señal para la educación”, publicada por la Fundación Internet, durante el primer año de la pandemia, Bolivia era un país con grandes brechas digitales en diferentes niveles. A nivel geográfico, las conexiones estaban concentradas en las áreas urbanas con un 70% de hogares con acceso a Internet, frente a 21% de hogares en el área rural.
“A pesar de un extenso despliegue de fibra óptica (cerca de 26.000 km a nivel nacional), una gran cantidad de municipios y hogares no contaban aún con este servicio. También estaba el aspecto de asequibilidad, con un servicio de Internet poco accesible a la población más pobre. Así, 9 de cada 10 hogares más ricos tenían conexión domiciliaria frente a 1 de cada 10 de los hogares más pobres. En lo que respecta al género, las disparidades eran igualmente abismales: 78% de los hombres de área urbana reportaban usar Internet frente a 14% del área rural”, señala la mencionada investigación.