Por Lily Zurita
«Las emociones inexpresadas nunca mueren, son enterradas vivas y salen más tarde de las peores formas», decía Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis. Este pensamiento sigue siendo relevante hoy en día, en un mundo donde la gestión emocional se convierte en una habilidad esencial para mantener el equilibrio mental y emocional.
Freud descubrió que las palabras tienen efectos y afectos profundos, revelando verdades ocultas a través de síntomas que emergen cuando lo reprimido regresa en formas inesperadas, como es el caso de María José, quien a sus 27 años recién se dio cuenta que guardaba un profundo rencor hacia su hermano menor por haberle quitado la “exclusividad del cariño de sus padres”.
“No recuerdo que mi hermano me haya hecho algo, tuvimos una infancia feliz. Es más, él se esforzaba por caerme bien, pero igual yo no quería que me hable y menos que me dé un poco de cariño. Luego de varias sesiones con el psicólogo, comprendí que mi bronca era porque me había quitado el amor de mis papás, que era sólo para mí hasta que él nació, cuando yo tenía como cuatro años”, dice la joven.
Las emociones son respuestas naturales a nuestro entorno, diseñadas para ayudarnos a adaptarnos y sobrevivir, explica José Vásquez, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Estas respuestas son fundamentales para nuestra supervivencia, ya que nos permiten reaccionar rápidamente a las amenazas y aprovechar las oportunidades en nuestro entorno. A pesar de esto, en nuestra sociedad a menudo se subestima la importancia de las emociones, viéndolas erróneamente como un signo de debilidad.
El peligro de reprimir las emociones
Cuando las emociones no se expresan ni se procesan, no desaparecen; se transforman en manifestaciones inconscientes que pueden afectar nuestra salud mental y emocional.
Gabriela Triveño, también docente de Psicología en Unifranz, señala que lo no dicho y lo no reelaborado se convierte en síntomas que reflejan una verdad ignorada. Estos síntomas pueden manifestarse en forma de ansiedad, depresión u otros trastornos emocionales, lo que demuestra la importancia de abordar nuestras emociones en lugar de ignorarlas.
“Lo que no se dice, se reprime y se repite en forma de sufrimiento por el retorno de eso que fue reprimido”, explica la profesional.
Reconocer y gestionar las emociones
El primer paso en la gestión emocional es reconocer las propias emociones. A menudo, las personas reprimen sus sentimientos por temor al juicio social o porque no saben cómo enfrentarlos.
Sin embargo, esta represión tiene consecuencias. Ignorar las emociones no solo impide el bienestar emocional, sino que también puede desencadenar problemas de salud mental.
Vásquez explica que gestionar las emociones ofrece dos ventajas clave: primero, permite reconocer las emociones y trabajar con ellas de manera saludable, evitando que se conviertan en problemas mayores como la depresión. Segundo, ayuda a controlar nuestras respuestas emocionales, previniendo comportamientos inadecuados que podrían dañar nuestras relaciones o nuestra integridad personal.
“Es muy complejo que las personas puedan desenvolverse de manera adecuada en un entorno socio emocional, es decir, que no solo es el coeficiente intelectual lo importante, sino también la regulación emocional para la mejor interacción con nuestro entorno”, manifiesta el académico.
La educación emocional: un requisito para el futuro
Para crear una sociedad más saludable, es crucial que los padres y educadores reciban formación en educación emocional.
Según Hilary Jacobs Hendel, autora de It’s Not Always Depression, nuestros padres deberían habernos enseñado desde niños cinco lecciones clave sobre las emociones:
- Las emociones no son una debilidad, sino una señal de que tu cerebro funciona correctamente. Tener emociones no te hace débil; al contrario, indica que tu cerebro está operando de manera adecuada. Todos, sin importar el género, estamos conectados con sentimientos como la ira, la tristeza, el miedo, el disgusto, la alegría y la emoción. El problema surge cuando somos juzgados o avergonzados por nuestras emociones, lo que puede llevarnos a desarrollar ansiedad o depresión crónicas.
- Las emociones nos hacen sentir vivos. Nuestros pensamientos, por sí solos, pueden ser planos y sin vida. Son las emociones las que les dan fuerza y color, haciendo que nuestras experiencias sean más vibrantes.
- Las emociones tienen un propósito evolutivo. Las emociones no solo nos afectan internamente; también tienen un propósito claro desde el punto de vista de la supervivencia. El miedo, por ejemplo, nos impulsa a huir del peligro, mientras que la ira nos da la fuerza para luchar en situaciones de amenaza. El asco nos protege de sustancias o personas tóxicas, y la tristeza nos lleva a buscar consuelo en los demás.
- Reprimir las emociones tiene consecuencias. Cuando bloqueamos nuestras emociones, perdemos una fuente vital de energía que podría ser utilizada para vivir de manera más plena. Además, la represión emocional está relacionada con trastornos como la ansiedad, la depresión e incluso el trastorno de estrés postraumático. Nuestro cuerpo y mente desarrollan mecanismos para evitar el dolor de las emociones reprimidas, lo que puede derivar en síntomas afectan nuestra salud mental.
- Podemos aprender a procesar y validar nuestras emociones. Al reconocer las emociones subyacentes, como el miedo o la tristeza, podemos reducir la ansiedad y abordar los sentimientos de forma más efectiva. Esto nos permite utilizar emociones, como la ira, de manera asertiva, o decidir conscientemente cómo actuar en respuesta a nuestras emociones.
“Desearía que mis padres hubieran recibido una educación sobre las emociones para que pudieran haberme enseñado cosas importantes sobre las emociones cuando era adolescente. Me habría ayudado a sobrellevar parte de mi sufrimiento e inseguridad”, asegura Jacobs Hendel en su artículo “5 Cosas que desearía haber aprendido sobre las emociones”.
Reconocer y procesar nuestras emociones no solo nos ayuda a evitar problemas de salud mental, sino que también mejora nuestras relaciones y nuestra calidad de vida.