Los dólares y los códigos digitales: cómo las monedas virtuales están salvando bolsillos en Bolivia

Imagen de Unifranz

Ante la escasez de dólares en Bolivia, Pedro Salinas, diseñador gráfico de 38 años, encontró en las stablecoins —especialmente el USDT— una solución para mantener su vida financiera activa. Lo que comenzó como una necesidad lo llevó a descubrir un nuevo ecosistema digital que hoy le permite cobrar, pagar y ahorrar con mayor libertad, fuera del sistema bancario tradicional.

“La USDT es una especie de moneda digital, no es el dólar al que estamos acostumbrados a operar. Es un dólar digital creado por Tether, una empresa que se dedica a comprar criptoactivos”, explica Orlando López, economista financiero y docente de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

El camino de Pedro hacia el mundo cripto no fue inmediato. Al principio, las criptomonedas le parecían poco confiables y destinadas solo a expertos. Sin embargo, su necesidad lo empujó a investigar. Descubrió que monedas como USDT o USDC, conocidas como “stablecoins” por mantener su valor vinculado al dólar estadounidense, ofrecían estabilidad sin depender del limitado mercado de divisas boliviano.

La experiencia fue transformadora. A través de plataformas como Binance y OKX, Pedro comenzó a recibir pagos de sus clientes en criptomonedas, evitando conversiones costosas y la incertidumbre del dólar físico. Almacenar sus activos en billeteras digitales como Trust Wallet o MetaMask le dio una seguridad que antes solo esperaba encontrar en los bancos.

“Al principio tenía miedo de perder mi dinero. Pero luego entendí que, si elegía las monedas correctas y usaba plataformas seguras, era incluso más confiable que tratar de conseguir dólares físicos”, comenta Pedro.

El cambio no solo le permitió cobrar sin fricciones, sino también realizar compras internacionales de software y herramientas necesarias para su trabajo. Ya no debía lidiar con tarjetas de crédito que rechazaban operaciones extranjeras ni perder tiempo intentando acceder a una moneda escasa.

“Me frustraba mucho cuando quería comprar algo en el exterior y mi tarjeta no servía. Con criptomonedas, simplemente pago y listo. Es rápido y sin trabas”, agrega.

No obstante, la experiencia con stablecoins tiene sus límites. En Bolivia aún no es posible pagar servicios básicos o hacer compras en tiendas físicas usando USDT. Tampoco se pueden solicitar préstamos bancarios respaldados en criptomonedas, debido a que el sistema financiero boliviano no reconoce oficialmente estos activos como medios de intercambio válidos.

Esto, sin embargo, está cambiando, algunos bancos han empezado a incluir estos criptoactivos dentro de sus servicios, ofreciendo el servicio de custodia dentro de sus carteras, mientras que cada vez más negocios están empezando a incluirlos como parte de los medios de pago aceptados en algunas de sus transacciones.

De la misma manera, en pasados meses, entidades estatales fueron autorizadas a comprar estas monedas para realizar operaciones de importación de insumos.

Un mecanismo simple

Pese a ello, el proceso para obtener stablecoins no es complejo. Pedro aprendió a comprarlas directamente con bolivianos en exchanges autorizados, o bien, a recibirlas como forma de pago por sus servicios.

“Recibir mi pago en criptomonedas me ahorra tiempo y dolores de cabeza. Ya no tengo que preocuparme por la disponibilidad de dólares ni por tasas bancarias absurdas”, asegura.

El crecimiento del uso de USDT en Bolivia no es aislado. Según el Banco Central de Bolivia, cerca de 252.801 personas ya poseen criptoactivos, lo que representa aproximadamente un 6% de la población con ingresos formales. El valor de las transacciones en cripto entre 2023 y 2024 alcanzó los 3.000 millones de dólares, impulsado por la reciente habilitación de canales electrónicos para la compra y venta de estos activos.

Sin embargo, este auge necesita ir acompañado de educación financiera. “Es crucial tener campañas de concientización y cursos para guiar a la gente sobre cómo invertir en el mercado cripto. De los cerca de 23.000 criptoactivos, la mayoría son especulativos”, señala el economista.

Para el experto, la inversión en otras monedas digitales no está recomendada, ya que, en los últimos tiempos se han presentado casos de criptodivisas que han perdido su valor en minutos, luego de que sus impulsores retiran las ganancias al lograr crecimientos exponenciales, dejando a los inversionistas sin nada. 

El USDT, por su parte, destaca por su bajo nivel de volatilidad. Está diseñado para mantener una paridad casi exacta con el dólar, a diferencia de monedas como el Bitcoin. Con USDT, el usuario puede operar en mercados de criptoactivos, realizar trading, comprar Ethereum o Solana (otras criptomonedas), e incluso participar en operaciones de futuro. Pero comprar esta moneda en Bolivia no es como cambiar dólares al tipo de cambio oficial.  

López remarca que esta diferencia de tipo de cambio debe ser analizada por las autoridades bancarias. “Aunque la operación esté autorizada, en la práctica se maneja un tipo de cambio paralelo que no coincide con la normativa nacional”.

A pesar de ello, el potencial de las stablecoins como herramienta de inclusión financiera es innegable. La tecnología blockchain permite transferencias internacionales casi instantáneas, con costos mínimos. En palabras de López, “con Binance y USDT, puedes enviar 100 dólares desde Bolivia a tu hermano en España en 30 segundos, sin pasar por bancos ni pagar comisiones altísimas”.

Para Pedro, ese es el verdadero valor: libertad y autonomía. Mientras el país ajusta sus políticas económicas y el acceso a dólares sigue siendo incierto, él y muchos otros bolivianos han decidido tomar las riendas de su economía personal, construyendo nuevas rutas de ingreso y gasto con la ayuda de la tecnología.

“Sé que todavía hay riesgos, pero también los hay en el sistema financiero tradicional. Prefiero tener el control de mi dinero a depender de un banco que puede decirme qué hacer con él”, concluye Pedro.

El futuro financiero de Bolivia parece debatirse entre la tradición y la innovación. Pero mientras las instituciones se adaptan, ciudadanos como Pedro ya han encontrado respuestas. En un país donde los billetes verdes se han vuelto escurridizos, los píxeles respaldados por blockchain ofrecen una alternativa sólida, aunque aún en construcción.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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