Mgr. Ing. Rolando López López
Ingeniero Industrial de profesión, empresario, director y gerente; experto en estrategia y transformación de empresas, basada en talento humano y tecnología. Actual Vicerrector de Unifranz Cochabamba.
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La política de basar el desarrollo en el extractivismo va quedando obsoleta por la finitud de los recursos naturales. El futuro de los países y las empresas radica en la inversión en yacimientos infinitos de energía transformadora: el talento humano.
Así como existen empresas innovadoras con crecimiento exponencial de impacto global como Amazon, Google, Apple, Facebook, Uber o Airbnb; denominadas “unicornios” por su carácter extraordinario de generación de valor (1,000 millones de dólares en los primeros tres años), existen también startups exitosos como YAIGO, JALASOFT o GOJA que demuestran que el talento boliviano es diverso y de clase mundial y que con esa diversidad pueden construir soluciones con inteligencia colectiva.
El desarrollo de naciones, regiones o empresas se debe interpretar en función al valor que estas generan para su sociedad. El Producto Interno Bruto (PIB), por ejemplo, mide el valor total de todos los bienes y servicios finales producidos en un país anualmente y el desarrollo de las empresas se valúa en función a su capacidad de generar flujos futuros a partir de innovaciones estratégicas sostenibles de riesgo controlado.
Hace más de 7 años Michael Porter, presentaba el Índice de Progreso Social como una nueva forma de medir el avance de la humanidad. Los indicadores que forman este Índice se agrupan en tres dimensiones: necesidades humanas básicas (nutrición y salud básica, agua, aire y saneamiento; vivienda y seguridad), aspectos básicos del bienestar (acceso a la educación básica, el acceso a la información y la comunicación, la salud y el bienestar, la sostenibilidad de los ecosistemas) y oportunidades (derechos individuales, el acceso a la educación superior, la libertad personal y la elección, la equidad y la inclusión).
Este progreso se encuentra en la explotación del nuevo oro negro, que no es precisamente el litio denominado oro blanco, sino el gris que es el talento humano. Es ahí donde entra la academia, a repensar no solo un nuevo sistema educativo sino enfocarlo hacia la energía necesaria para las organizaciones del futuro: Talento colectivo transformador de naturaleza infinita. Para lo cual es necesario no sólo re-imaginar el proceso si no invertir en él. El siglo pasado nos heredó vestigios de una academia, selecta, de ciudadelas universitarias e imponentes construcciones de cemento, anfiteatros y clases magistrales.
La innovación disruptiva en educación quiebra ese concepto y focaliza las prácticas de la enseñanza en el aprender, entendiendo que hay distintas formas de hacerlo. El aprendizaje informativo invierte en tecnología para facilitar el acceso a información y para identificar/valorar el capital cognitivo del profesional. El aprendizaje formativo, invierte en desarrollo crítico y estratégico de habilidades para aprender haciendo. Finalmente, el aprendizaje transformativo es el que marca un hito en la profesionalización a partir del contacto y experiencia directa como agente de cambio, desarrollando la capacidad de identificar y solucionar problemas reales del entorno desde lo interdisciplinario y colaborativo.
La educación 4.0 edifica y construye profesionales para las empresas del futuro, pero sobre todo transforma personas que puedan crear un entorno sostenible y sean un motor de desarrollo continuo. Este nuevo modelo educativo desbloquea antiguos miedos, paradigmas y bloqueos mentales a partir de la abstracción, creación, modelación y concreción.
Por ello es vital potenciar modalidades como el BLX (Blended Learning Experince) que combinan lo mejor de lo presencial y lo virtual transformando talento con tecnología, uso de simuladores, proyectos integradores, experiencias internacionales y recursos que optimizan el tiempo del estudiante. Todo esto para formar ciudadanos globales y profesionales exponenciales, proactivos en un entorno UTRU de transformación sin precedentes y radicalmente incierto.
Progreso y educación son ejes comunicantes. Experiencias internacionales nos reflejan el impacto que tiene la educación en las sociedades gracias a múltiples estudios científicos realizados a lo largo de la última década, y las conclusiones son determinantes, la educación determina el crecimiento económico. Sabemos que invertir en educación es el camino que debemos tomar. La consigna de todos es invertir en talento humano y tecnología que apalanque Bolivia, su talento y sus empresas.