(Fotografía: Cottonbro Studio)
La soledad, un sentimiento que a menudo se asocia con la vejez o la falta de compañía, ha alcanzado niveles tan alarmantes que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la declaró como un problema de salud pública mundial. Esta crisis, que afecta tanto a jóvenes como a adultos, no solo impacta profundamente el bienestar mental y físico de las personas, sino que también plantea un desafío crucial para el campo de la psicología, encargada de comprender y tratar este fenómeno cada vez más prevalente.
La soledad, vista desde una perspectiva subjetiva «es un estado displacentero que denota la falta de una red social a la cual acudir en situaciones de necesidad», dice Isabel Callisaya, psicóloga clínica y docente de la carrera de Psicologia de Unifranz El Alto. Este tipo de soledad es especialmente dañino porque puede generar sentimientos de dolor, miedo y angustia, que pueden derivar en trastornos de depresión, con riesgos severos como ideas suicidas».
Por otro lado, la soledad, vista de manera objetiva, es la ausencia real de una red de apoyo social, lo que puede ser una elección personal o una consecuencia de las circunstancias, añade la profesional.
Según la OMS, la falta de conexión social conlleva un riesgo equivalente, o incluso mayor, de muerte prematura al asociado con otros factores de riesgo más conocidos, como el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol, la inactividad física, la obesidad y la contaminación del aire.
«Las altas tasas de aislamiento social y soledad en todo el mundo tienen graves consecuencias para la salud y el bienestar. Las personas que no tienen suficientes relaciones sociales estables corren un mayor riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares, ansiedad, demencia, depresión, suicidio, etc.”, explicó el director general de la OMS, el Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Medidas contra la amenaza
En respuesta a esta crisis, la OMS estableció una comisión dedicada a abordar la soledad, promoviendo la conexión social y desarrollando políticas que fomenten el bienestar comunitario. Copresidida por el director general de sanidad de los Estados Unidos, Dr. Vivek Murthy, y la enviada para la Juventud de la Unión Africana, Sra. Chido Mpemba, está compuesta por 11 destacados responsables políticos, líderes de opinión y defensores de la causa. “Esta Comisión de la OMS ayudará a establecer la conexión social como una prioridad de salud mundial y dará a conocer las medidas más prometedoras”, dijo Tedros.
Durante tres años, la comisión debe emprender acciones que incluyan la creación de espacios públicos que faciliten la interacción social, la implementación de programas de apoyo comunitario y la integración de tecnologías que permitan conectar a las personas. La iniciativa busca sensibilizar a la población sobre la importancia de mantener vínculos sociales para una vida saludable.
Un mal sin límite de edad
A pesar de la creencia de que el aislamiento y la soledad afectan principalmente a las personas mayores, estos problemas están presentes en todo el mundo, afectando a personas de todas las edades y repercutiendo en su salud y bienestar. Según la OMS, una de cada cuatro personas mayores sufre aislamiento social, una tasa similar en todas las regiones. “Diversos estudios indican que entre el 5% y el 15% de los adolescentes padecen soledad, aunque es probable que estas cifras sean una subestimación”, se lee en el portal.
En El Alto, la situación no es diferente. La depresión y los síntomas asociados a la soledad a menudo no son reconocidos como problemas de salud mental, complicando la búsqueda de ayuda. «Muchas personas reportan dificultades para dormir, falta de apetito y tristeza, pero no lo asocian con depresión», afirma Callisaya. Esto refleja una necesidad urgente de concienciación y acceso a servicios de salud mental.
Un problema que exige profesionales
Este problema global requiere de la formación de profesionales en psicología, capacitados para comprender, diagnosticar y tratar los efectos adversos de la soledad en la salud mental. Estos especialistas pueden desarrollar e implementar intervenciones eficaces para mitigar los sentimientos de aislamiento, prevenir la depresión y fomentar conexiones sociales saludables.
En Unifranz, la carrera de Psicología desarrolla competencias profesionales relacionadas a la psicología clínica, específicamente dos: diagnosticar e intervenir en patologías clínicas y aplicar modelos de intervención psicoterapéuticas. Para ello, “desde los primeros semestres las asignaturas se dirigen hacia el logro de dichas competencias para atender problemas relacionados a la Salud Mental”, asegura Calisaya.
La carrera cuenta con un Gabinete psicológico especializado con Cámara Gesell y equipos de respaldo para la grabación y posterior análisis de las intervenciones en situaciones de ‘juego de roles’; en estos procesos de entrenamiento, los docentes guían las intervenciones básicas como la primera entrevista, el raport, la anamnesis y la aplicación de test psicológicos, “este entrenamiento prepara a los estudiantes para intervenir eficazmente en situaciones de riesgo para la salud mental, ya sea de forma individual, en pareja, familiar o grupal», asegura la profesional.
A corto plazo, se planea implementar un servicio público en este Gabinete”, añade la profesional.
La salud mental, ¿Aún un tabú?
Cambiar la percepción de la psicología y reducir el estigma asociado a buscar ayuda es fundamental. La carrera de Psicología de Unifranz, en El Alto, destaca por la generación de iniciativas informativas dentro de la universidad, con el fin de brindar información precisa y clara a la comunidad universitaria respecto a la psicología, modificar creencias erróneas y fomentar el acceso a servicios de salud mental. “Este cambio cultural es esencial para que la comunidad en general comience a reconocer la importancia de la salud mental y la búsqueda de apoyo profesional”, añade Callisaya.
La especialista además afirma que una de las primeras acciones para modificar mitos y creencias sobre la psicología es que el propio contexto, es decir la comunidad universitaria, reciba información precisa y clara respecto a la psicología, en pro de que pueda acceder a los servicios y beneficios de una intervención psicológica sea individual, familiar o grupal en diferentes niveles como la prevención o atención. “En efecto domino, las familias y comunidades de nuestros estudiantes, docentes y personal administrativo tendrán en cuenta la posibilidad de acudir a un servicio psicológico en caso de requerirlo”, agrega.
De igual forma, informar y difundir las situaciones de riesgo que afectan la salud mental podrían abrir nuevos espacios para la población que no naturalicen el consumo problemático de alcohol y otras drogas, comportamientos violentos, estilo de vida poco saludables, malestar general, desesperanza, entre otros, que solapan la depresión.
Un estudio longitudinal de 20 años realizado por Buettner con poblaciones longevas “las zonas azules” en varias ciudades y comunidades en el mundo, identificó un indicador común para prolongar la vida longeva y sana, y es que las personas de diferentes edades construían un tejido social seguro, afectivo, respetuoso con altos niveles del sentimiento de pertenecer a un lugar o una tribu (sin soledad), entre otras variables, agrega Calisaya.
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Excelente aporte de parte de la universidad y de sus profesionales.