¿Qué es el agotamiento digital? 8 claves para evitarlo
 
      Cuando Jaime Castro, un administrador de empresas de 30 años que trabaja en una entidad financiera, empezó a tener insomnio y a sentir una fatiga constante pensó que solo necesitaba unas vacaciones. Pero el cansancio no desaparecía. “Me despertaba cansado, revisaba correos antes de salir de la cama y me acostaba con la laptop en las piernas. Mi cabeza nunca descansaba”, recuerda. El diagnóstico fue claro: agotamiento digital, un fenómeno cada vez más común entre profesionales hiperconectados.
El agotamiento digital es una forma de fatiga mental y emocional derivada del uso excesivo de herramientas tecnológicas. Según un estudio publicado por Harvard Business Review (HBR), este síndrome se origina en la fragmentación constante de la atención, el cambio incesante de tareas y la necesidad de interpretar mensajes con escaso contexto. En otras palabras, vivir pegados a las pantallas nos obliga a procesar más información de la que el cerebro puede manejar. La consecuencia es un cansancio invisible, pero profundo que mina la concentración, la motivación y el bienestar general.
“A largo plazo, el síndrome de agotamiento digital puede contribuir al deterioro de la salud mental y física del individuo, aumentando el riesgo de enfermedades cardiovasculares, trastornos psicológicos como la depresión y una disminución general de la calidad de vida”, explica Karina Sánchez, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Sánchez sostiene que la digitalización acelerada tras la pandemia transformó radicalmente las dinámicas laborales, borrando las fronteras entre el trabajo y el descanso.
“La tecnología nos mantiene conectados 24 horas al día, siete días a la semana, y ha distorsionado las normas básicas del descanso”, afirma. En la práctica, muchos profesionales como Jaime viven en una “jornada extendida” donde los mensajes, las notificaciones y las videollamadas nunca terminan.
Entre los síntomas más comunes del agotamiento digital, la psicóloga identifica fatiga mental, irritabilidad, dificultad para concentrarse, insomnio y una sensación de vacío o desconexión emocional. También pueden aparecer dolores de cabeza, tensión muscular y un descenso en la productividad. “El cuerpo empieza a pasar factura cuando la mente no descansa. La saturación de información genera estrés crónico y disminuye la capacidad de recuperación emocional”, agrega Sánchez.
En el caso de Jaime, los síntomas se manifestaron en su rendimiento. “Cometía errores tontos, olvidaba tareas simples, me frustraba fácilmente. Sentía que trabajaba más horas, pero hacía menos”, confiesa. Fue entonces cuando decidió acudir a terapia y replantear su relación con la tecnología.
Ocho claves para superar el agotamiento digital
Según el estudio de Harvard Business Review existen ocho estrategias prácticas que pueden ayudar a reducir la sobrecarga tecnológica y recuperar el bienestar mental.
Reducir herramientas digitales innecesarias: el trabajador promedio usa más de 30 aplicaciones al día. Hacer un inventario y eliminar las redundantes puede liberar tiempo y energía mental.
Combinar los canales según la tarea: no todos los mensajes requieren una videollamada. Aprender a elegir el medio correcto (chat, correo o reunión) evita la fatiga comunicacional.
Responder mensajes en bloques: agrupar la revisión de correos o chats en horarios definidos disminuye interrupciones y mejora la concentración.
Establecer tiempos claros de respuesta: no todo es urgente. Comunicar plazos razonables (una hora, un día o una semana según la prioridad) ayuda a controlar la ansiedad y alinear expectativas.
Evitar suposiciones digitales: la falta de lenguaje corporal puede llevar a malentendidos. Confirmar la intención del mensaje antes de reaccionar reduce conflictos innecesarios.
Usar la tecnología con intención: antes de abrir una app, se debe definir un propósito y un límite de tiempo. Navegar sin rumbo solo amplifica la fatiga.
Aprender de forma indirecta: leer documentos, informes o repositorios puede sustituir reuniones innecesarias, permitiendo aprender sin sobrecargar la mente.
Priorizar la concentración profunda: bloquear períodos sin notificaciones para tareas importantes mejora la eficiencia y la sensación de logro.
Para Sánchez, estas prácticas no solo benefician a las personas, sino también a las empresas. “Cuidar la salud mental de los trabajadores contribuye a su bienestar general, aumenta la productividad y reduce el estrés laboral, que es una verdadera pesadilla para muchas organizaciones”, sostiene. En ese sentido, recomienda que los líderes establezcan políticas de desconexión digital y fomenten una cultura organizacional que valore el descanso tanto como el rendimiento.
Jaime, el protagonista de nuestra historia, también aprendió esa lección. “Empecé a respetar mis horarios, a apagar el celular después del trabajo y a no sentir culpa por descansar. Paradójicamente, ahora rindo mucho más”, confiesa con una sonrisa.
“El equilibrio entre la vida digital y el bienestar mental es una de las competencias más importantes del siglo XXI. No se trata de renunciar a la tecnología, sino de aprender a convivir con ella de forma saludable y consciente”, concluye Sánchez.
El caso de Jaime refleja una verdad universal: la productividad no depende de estar siempre conectado, sino de saber cuándo desconectarse. En un mundo que premia la inmediatez, el verdadero éxito radica en encontrar el equilibrio.