Por qué la lectura profunda es vital en la era digital

By Aldo Juan Peralta Lemus

El nivel de atención no solo mejora la comprensión del texto, también entrena al cerebro para resistir la fragmentación causada por la multitarea y la hiperconectividad.

La lectura profunda se presenta como un refugio y, al mismo tiempo, como una herramienta poderosa para el desarrollo intelectual de jóvenes y universitarios. Este tipo de lectura no se limita a decodificar palabras, sino que implica concentración, análisis crítico, reflexión y la capacidad de conectar ideas.

Roly Lázaro, administrador y gestor de bibliotecas de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), sostiene que la lectura profunda es mucho más que una actividad académica o un pasatiempo ocasional: es un viaje introspectivo y una exploración consciente hacia otras realidades.

“Es importante fomentar la lectura porque tiene múltiples beneficios para el ser humano y la sociedad en general. Ayuda en el nivel cognitivo, crea crecimiento personal en cuanto a conocimiento y despierta la imaginación”, afirma el académico.

Un estudio de la Universidad de Stanford sostiene que fomentar el hábito de lectura profunda por un tiempo mínimo de 30 minutos diarios aumenta en un 24 % la densidad de materia gris en el cerebro. De esta manera, se fortalecen las conexiones neuronales asociadas con la atención sostenida, considerada una habilidad fundamental para realizar actividades diarias como estudiar, conducir o trabajar.

Esta práctica cognitiva se fomenta mediante la creación de una rutina, la elección de libros que apasionan, la adaptación de un ambiente propicio y el establecimiento de metas alcanzables.

Beneficios de la lectura profunda

Uno de los principales beneficios de la lectura profunda es el fortalecimiento de la concentración. En contraste con la lectura superficial que caracteriza al típico scroll en redes sociales, leer de manera atenta un libro o un texto académico obliga a mantener el foco por periodos prolongados. Esto no solo mejora la capacidad de retención de información, sino que también entrena la mente para enfrentar con mayor eficacia tareas complejas que requieren paciencia y análisis.

  • Mejora de la concentración y la atención: El nivel de atención no solo mejora la comprensión del texto, sino que también entrena al cerebro para resistir la fragmentación causada por la multitarea y la hiperconectividad. La lectura profunda obliga a detenerse, prestar atención plena a cada palabra, a cada idea, a cada emoción expresada, desarrollando así una experiencia lectora específica.

Desarrollo del pensamiento crítico y analítico: Es un proceso donde el lector no se conforma con aceptar lo que el autor dice, sino que analiza los argumentos, identifica posibles sesgos o limitaciones y valora la validez y la coherencia del contenido. Así, se fortalece la capacidad para discernir entre múltiples perspectivas y se cultiva una mente crítica, capaz de elaborar juicios fundamentados y bien informados.

En el caso de los universitarios, este ejercicio es vital para el desarrollo de la investigación académica y la producción de conocimiento. Para los jóvenes en general, representa un espacio de autonomía intelectual frente a la sobrecarga de información a la que están expuestos.

Fortalecimiento de la memoria: A diferencia de la lectura rápida o superficial, la lectura profunda implica comprender, interpretar y conectar ideas, lo que facilita la consolidación de los recuerdos y el aprendizaje duradero. Cada detalle, argumento o emoción captada durante esta experiencia se almacena de forma más significativa, haciendo que la información sea más fácil de recuperar y aplicar en contextos diversos.

Por ejemplo, al instalar programas de lectura en hogares de ancianos en España, se observó que los participantes que leían novelas de manera profunda recordaban tramas y detalles con mayor claridad, mejorando su memoria a corto y largo plazo.

Aumento de la neuroplasticidad: Esto se traduce en una mente más flexible, capaz de adaptarse a nuevos aprendizajes, resolver problemas con creatividad y mantener su agilidad incluso con el paso del tiempo. Así, leer con atención no solo transforma nuestra manera de pensar, sino que también moldea físicamente nuestro cerebro, preparándolo para enfrentar desafíos cognitivos cada vez más complejos.

Un reciente estudio publicado en Cognitive Neuroscience mostró que leer novelas literarias incrementa la actividad en la corteza temporal izquierda, con efectos que persisten hasta cinco días después, promoviendo la plasticidad cerebral.

“La lectura ayuda a conocer nuevas cosas. Se vuelve una fuente de conocimiento en distintas ramas. Los libros especializados y las obras literarias documentales son considerados fuentes de información esenciales para la educación y formación académica”, sostiene Lázaro.

Otro aporte fundamental es el enriquecimiento del vocabulario y la capacidad de expresión. Al enfrentarse con textos de mayor complejidad, las personas —en especial los estudiantes— aprenden no solo nuevas palabras, sino también estructuras de pensamiento más elaboradas. Esta habilidad repercute directamente en la escritura académica, la oratoria y la comunicación interpersonal, competencias cada vez más valoradas en el ámbito profesional.

La lectura profunda no es solo un ejercicio académico, sino una inversión en la formación integral de los jóvenes. Frente a la superficialidad del consumo digital, este hábito ofrece la oportunidad de construir una mente crítica, creativa y resiliente, capaz de comprender, analizar y aportar soluciones con sentido.

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