Inteligencia artificial en la educación superior: los retos que advierte la UNESCO

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

La inteligencia artificial (IA) está abriéndose paso en la educación superior con una velocidad sin precedentes. Desde aulas virtuales hasta sistemas de evaluación automatizados, sus aplicaciones prometen transformar la manera en que los estudiantes aprenden y los docentes enseñan. Sin embargo, esta integración no está exenta de desafíos: el déficit de competencias digitales, las respuestas institucionales fragmentadas y la falta de un marco de referencia común ponen a prueba a universidades y gobiernos. 

Así lo advierte el documento Los retos de la IA en la educación superior y las respuestas institucionales: ¿Hay lugar para marcos de competencias?, elaborado por el Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe (UNESCO IESALC).

“Lo que hoy nos parece una innovación en las aulas, en apenas una década será lo cotidiano. La cuestión no es si la IA transformará la educación superior, sino si las instituciones estarán listas para guiar esa transformación con responsabilidad”, señala Francesc Pedró, director del UNESCO IESALC.

Pedró fue invitado de honor en el Foro Internacional de Innovación Educativa (FIIE 2025), organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, en Santa Cruz de la Sierra a inicios de julio. Allí compartió con académicos y autoridades educativas de la región la necesidad de colocar a la IA en el centro del debate sobre el futuro de la universidad.

Entre los principales hallazgos del informe de la UNESCO se destaca un déficit preocupante de competencias tanto en estudiantes como en docentes. Según el documento, alrededor del 60% de los empleos en el mundo se verán impactados por la IA en los próximos años, pero el 58% de los universitarios no se sienten preparados para esta realidad. A ello se suma que solo el 22% del profesorado utiliza herramientas de IA en su práctica, lo que revela una brecha significativa entre el potencial tecnológico y su uso real en las aulas.

Otro de los retos identificados es la falta de respuestas institucionales estructuradas. Muchas universidades han comenzado a diseñar directrices sobre el uso de herramientas generativas como ChatGPT, pero estas iniciativas suelen ser dispersas y poco coordinadas. El documento advierte que este enfoque ad hoc limita la capacidad de las instituciones para preparar a sus estudiantes frente a los cambios que la IA está provocando en la sociedad y en el mercado laboral. 

De ahí surge la propuesta de avanzar hacia una “pedagogía basada en IA”, que no se limite a la eficiencia, sino que promueva pensamiento crítico, colaboración y resolución de problemas interdisciplinarios.

Un tercer desafío es la ausencia de un marco integral de competencias adaptado específicamente a la educación superior. Si bien existen marcos internacionales para la enseñanza primaria y secundaria, en el ámbito universitario la mayoría de las propuestas son parciales o enfocadas únicamente en disciplinas técnicas como ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM). La UNESCO plantea que un marco para las instituciones de educación superior debería abarcar tres dimensiones clave:

  • Conocimientos: comprensión de la IA, su funcionamiento y sus implicaciones éticas.
  • Habilidades: capacidad de utilizar, evaluar e interactuar críticamente con estas tecnologías.
  • Actitudes y valores: un enfoque responsable y centrado en el ser humano, basado en principios de equidad, justicia y transparencia.

Durante el FIIE 2025, Pedró enfatizó que el valor de la IA no radica en sustituir al docente, sino en liberar su potencial creativo y pedagógico. 

“La IA debe ser un complemento que enriquezca el proceso educativo. Al automatizar tareas rutinarias, permite que los profesores se concentren en lo más humano: acompañar, guiar y estimular el pensamiento crítico de los estudiantes”, subrayó.

El documento de la UNESCO es claro: las universidades no pueden posponer esta discusión. El futuro de la educación superior dependerá de su capacidad para desarrollar políticas públicas, marcos de competencias y estrategias pedagógicas que integren la IA de manera equitativa y ética. El riesgo, de lo contrario, es profundizar las brechas sociales y digitales que ya existen.

Mirando hacia adelante, el desafío consiste en formar profesionales no sólo con destrezas técnicas, sino también con una comprensión ética y crítica de la inteligencia artificial. 

“La universidad debe preparar a los estudiantes para un mundo impulsado por la IA, donde las competencias digitales y los valores humanos sean igualmente indispensables”, concluye Pedró.

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