Claves que fortalecen la prevención del cáncer de cuello uterino en adolescentes y jóvenes

By Aldo Juan Peralta Lemus

Los avances en métodos permite identificar de forma temprana las infecciones de alto riesgo que requieren seguimiento.

El cáncer cervicouterino es una enfermedad que, aunque suele manifestarse en edades adultas, comienza a desarrollarse muchos años antes, generalmente a partir de infecciones persistentes por el virus del papiloma humano (VPH). Por ello, la población juvenil es un grupo clave para la prevención.

Miguel Ángel Suárez, médico gineco-obstetra y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), explica que el cáncer cervicouterino representa la primera causa de muerte materna. Señala que esta enfermedad, que podría prevenirse y detectarse a tiempo con controles adecuados, se ha convertido en un problema de salud pública debido a su alta frecuencia y al impacto que tiene en mujeres en edad reproductiva. 

“El cáncer cervicouterino es importante, principalmente en la mujer es elevado y no tanto así, o es muy raro en el órgano sexual masculino. pero si, el cáncer cervicouterino en la mujer es elevadísimo”, destaca el especialista.

De acuerdo con el UNFPA Bolivia (Fondo de Población de las Naciones Unidas), el cáncer de cuello uterino es el tipo de cáncer que con mayor frecuencia afecta a las mujeres en el país. Este padecimiento constituye además la principal causa de muerte entre mujeres de 24 a 64 años.

“La verdad, es que los síntomas son tardíos. Cuando da sintomatología por cáncer cervicouterino es porque ya está avanzado. Y previamente no da sintomatología cuando está iniciándose. Pero cuando está avanzado genera un sangrado maloliente, un flujo maloliente y dolor, pero es cuando la afección avanzó”, destaca Suárez.

Avances en prevención, vacunación y diagnóstico

En los últimos años, los avances científicos y las nuevas estrategias de salud pública permiten proteger mejor a adolescentes y mujeres jóvenes mediante vacunas más efectivas, métodos modernos de tamizaje y campañas de educación dirigidas a esta etapa de la vida. Los avances en la investigación y el tratamiento del cáncer cervicouterino también han sido notables. 

Se han desarrollado terapias dirigidas que son más efectivas y menos invasivas, lo que permite tratar a las pacientes con menor impacto en su salud general. La vacunación contra el virus del papiloma humano (VPH) ha demostrado un papel fundamental, reduciendo significativamente el número de casos nuevos. 

Además, la incorporación de tecnologías de diagnóstico molecular y genómico permite detectar cambios celulares y predisposiciones genéticas de manera más temprana y precisa, mejorando las posibilidades de intervención oportuna.

La vacunación contra el VPH es el avance más significativo para evitar el cáncer cervicouterino en las nuevas generaciones. Las vacunas actuales ofrecen una protección amplia contra los tipos de VPH de alto riesgo, responsables de la mayoría de los casos de cáncer. Se recomienda su aplicación entre los 9 y 14 años, cuando la respuesta inmunológica es más robusta.

 Cada vez más estudios muestran que las jóvenes vacunadas presentan una reducción notable en lesiones precancerosas, lo que confirma el impacto de las campañas escolares y comunitarias. Además, la ampliación de la vacunación a varones contribuye a disminuir la circulación del virus en la población.

Sin embargo, la vacunación no sustituye la necesidad de detección temprana. Aunque las jóvenes menores de 25 años suelen tener un riesgo bajo de desarrollar cáncer cervicouterino, la infección por VPH es más frecuente en esta etapa. Por ello, la educación sobre salud sexual juega un papel fundamental. 

“Hay muchos estadios, para llegar tiene que pasar diez, quince o veinte años para que se desarrolle un cáncer cérvico uterino, ósea es prevenible y solamente es con voluntad con campañas, con voluntad política inclusive”, sostiene el académico y especialista. Promover el uso de preservativo, el conocimiento sobre el VPH y la importancia de acudir a revisiones posteriores permite que las mujeres jóvenes establezcan hábitos preventivos desde temprana edad.

Los avances en métodos de detección también favorecen a las jóvenes. La introducción de pruebas moleculares de VPH —más sensibles que la citología tradicional— permite identificar de forma temprana las infecciones de alto riesgo que requieren seguimiento. Aunque estas pruebas suelen indicarse a partir de los 25 o 30 años, dependiendo del país, su disponibilidad y precisión han mejorado la capacidad de los sistemas de salud para ofrecer atención oportuna. 

Además, la innovación en auto-tomas de muestra, que facilitan que las mujeres recojan la prueba sin necesidad de un examen clínico, está eliminando barreras culturales y de acceso, especialmente útiles para adolescentes y jóvenes que sienten temor o vergüenza al acudir a una consulta ginecológica. 

En el ámbito tecnológico, herramientas de inteligencia artificial se están integrando en la interpretación de citologías y colposcopías, permitiendo detectar con mayor exactitud cambios celulares sospechosos. Esto representa un avance importante para reducir diagnósticos tardíos en mujeres jóvenes que, en ocasiones, presentan lesiones más difíciles de identificar.

“Dentro del programa nacional de vacunas está incluida la vacuna contra el VPH. Precisamente la vacuna se da a las niñas de nueve a trece años en forma gratuita, pero se limita a esa edad. Considerando que está demostrado que se puede vacunar a mujeres mayores de esa edad, que inclusive hayan tenido relaciones, partos, hasta, se ha demostrado ahora que a los 45 años se puede vacunar, por más que tenga el HPV, principalmente lo atenúa, disminuye la virulencia del virus. Entonces es muy importante la vacuna”, explica Suárez.

Educación, detección temprana y reducción de riesgos

La educación integral en salud sexual es otro pilar fundamental para este grupo etario. Programas en escuelas y universidades, así como campañas digitales en redes sociales, han demostrado ser efectivas para informar sobre el VPH, la importancia de la vacunación y los factores que incrementan el riesgo, como el inicio sexual temprano sin protección o el consumo de tabaco. 

Al mismo tiempo, estas estrategias ayudan a eliminar el estigma asociado con las infecciones de transmisión sexual, promoviendo entornos más abiertos y seguros para hablar de prevención.

Muchas jóvenes no reciben la información adecuada o enfrentan barreras para acceder a la vacuna, ya sea por falta de programas gratuitos, desinformación o creencias culturales. Reducir estas brechas es fundamental para garantizar que todas las mujeres jóvenes, independientemente de su contexto socioeconómico, puedan protegerse.

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