Abrazar la incomodidad: el primer paso hacia el crecimiento personal y mental

Imagen de Unifranz

El cerebro humano posee una habilidad asombrosa. Su capacidad de cambiar, adaptarse y fortalecerse a lo largo de la vida. Este fenómeno, conocido como neuroplasticidad, permite que el sistema nervioso reorganice sus estructuras y funciones en respuesta a nuevos aprendizajes, experiencias y desafíos. Y aunque suele vincularse con el estudio y la repetición, uno de sus principales motores suele ser ignorado o evitado: la incomodidad. Lejos de ser un obstáculo, el malestar emocional o físico que acompaña a los desafíos puede ser el detonante que impulsa la transformación neuronal y el crecimiento personal.

“Cada vez que aprendemos algo nuevo, nuestras neuronas experimentan un cambio físico. Este proceso, llamado neuroplasticidad, es la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones. La ‘potenciación a largo plazo’ es uno de los principales mecanismos detrás de esto”, explica Cristofer Ortíz, neuropsicólogo clínico y docente de la carrera de Psicología en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Desde la psicología aplicada y la neurociencia, distintos expertos han señalado que el cerebro necesita del esfuerzo para crecer. Así lo sostiene un artículo publicado en Psychology Today, que explora cómo la incomodidad fortalece regiones clave del cerebro, como la corteza cingulada anterior (ACC) y la corteza prefrontal, encargadas de la toma de decisiones, la atención y la adaptación. 

“Hacer cosas difíciles fortalece las regiones clave del cerebro involucradas en la concentración, la toma de decisiones y la resiliencia”, afirma el artículo. Evitar el malestar, en cambio, puede debilitar la confianza en uno mismo y erosionar la percepción de capacidad personal.

Para Ortíz, este punto es clave. “Cuando nos sentimos motivados, el cerebro se enciende como un motor que ha encontrado su combustible perfecto. La dopamina comienza a fluir, haciendo que el cerebro esté abierto a nuevas ideas. Sin embargo, el miedo, la ansiedad o el estrés pueden convertirse en barreras casi impenetrables. En momentos de alta tensión, el cerebro prioriza la supervivencia sobre el aprendizaje”.

La incomodidad, entonces, no es enemiga del crecimiento, sino su aliada. En contextos como el entrenamiento militar se ha comprobado que abrazar el esfuerzo y las situaciones difíciles genera resiliencia emocional y cognitiva. “No es una señal de peligro. Es una señal de crecimiento”, explica el artículo. La clave está en aceptar el malestar como parte del proceso y no como un fracaso o una amenaza.

La neuroplasticidad se manifiesta en procesos físicos específicos: la creación de nuevas neuronas (neurogénesis), la formación y refuerzo de sinapsis, y la eliminación de conexiones ineficientes a través de la poda sináptica. Estas funciones se activan especialmente cuando el cerebro enfrenta un desafío que exige adaptación. 

“Cuando estás aprendiendo a andar en bicicleta, al principio todo parece torpe. Pero cuanto más prácticas, más fluida se vuelve la experiencia. Tus neuronas están formando un circuito cada vez más eficiente”, señala Ortíz.

En el caso de la incomodidad existe la  “Zona Ricitos de Oro”, o zona de desarrollo próximo, popularizada por el psicólogo Lev Vygotsky. Este es el punto óptimo en el que una persona se enfrenta a desafíos lo suficientemente difíciles como para generar crecimiento, pero no tan abrumadores como para provocar agotamiento. Se trata de un equilibrio: incomodidad manejable, esfuerzo sostenido y recuperación adecuada.

Cómo usar la incomodidad para mejorar la neuroplasticidad y crecer internamente

Aprovechar el poder de la neuroplasticidad implica tomar decisiones conscientes y adoptar ciertos hábitos que estimulan el cerebro. Pero, sobre todo, significa cambiar la relación con la incomodidad.

1.Establecer metas desafiantes

No se trata de perseguir el sufrimiento, sino de elegir propósitos que exijan salir de la zona de confort. Metas como aprender un idioma, preparar una presentación pública o iniciar un proyecto propio pueden activar el crecimiento cognitivo.

2.Reinterpretar el malestar

“Cuando evitamos la incomodidad, enviamos al cerebro el mensaje de que no podemos con ella. El cerebro nos cree”, señala el artículo. En cambio, aceptar el malestar como una señal de que se está progresando fortalece la confianza en uno mismo.

3.Activar el cuerpo para activar la mente

Ortíz recomienda el ejercicio físico regular como una de las estrategias más efectivas para estimular la neurogénesis. “Correr, nadar o incluso caminar al aire libre aumenta el flujo sanguíneo cerebral y mejora el estado emocional, facilitando el aprendizaje”.

4.Rodearse de una comunidad que impulse el crecimiento

Aceptar el desafío no significa afrontarlo en soledad. La socialización y el acompañamiento emocional mejoran la resiliencia y fortalecen las redes neuronales asociadas con el bienestar.

5.Practicar la recuperación consciente

Al igual que los músculos necesitan descanso para crecer, el cerebro también necesita pausas. Dormir adecuadamente, practicar meditación o realizar actividades recreativas son esenciales para consolidar nuevos aprendizajes.

6.Cambiar la mentalidad hacia el error

En lugar de temer equivocarse, se debe ver cada error como una oportunidad de reconfiguración cerebral. Cada intento fallido que se analiza y corrige activa la plasticidad sináptica y fortalece la red neuronal involucrada.

En una sociedad que cada vez prioriza la inmediatez, la comodidad y la eficiencia, aprender a valorar el esfuerzo y la incomodidad como herramientas de desarrollo personal es más urgente que nunca. La neuroplasticidad no es un proceso pasivo, sino una construcción diaria alimentada por la experiencia, el aprendizaje y la actitud frente al desafío.

Aceptar lo difícil, en lugar de evitarlo, puede ser el primer paso hacia una versión más fuerte, resiliente y plena de uno mismo. Como concluye Ortíz, “La incomodidad no es un castigo, es la señal de que estamos saliendo de lo conocido. Y ahí es donde empieza el verdadero cambio”.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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