Hombres en silencio: la otra cara del 5u1c1dio

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

El suicidio masculino es una herida invisible que atraviesa sociedades enteras. Aunque las mujeres realizan más intentos, los hombres son quienes mueren con mayor frecuencia. La raíz no está solo en los números, sino en la cultura que enseña a los varones a callar, a no mostrar dolor y a enfrentar la desesperanza en soledad, donde el silencio se convierte en un enemigo letal.

“Los hombres cargan con un mandato cultural que les prohíbe llorar o pedir ayuda. Desde niños aprenden que expresar emociones es signo de debilidad, y esa represión los acompaña hasta la adultez, cuando enfrentan crisis en soledad”, explica Mónica Messa, directora de la carrera de Psicología en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Cada 10 de septiembre, el Día Mundial de la Prevención del Suicidio invita a reflexionar sobre un fenómeno que sigue creciendo en silencio. En los hombres, el panorama resulta aún más preocupante: en casi todos los países, su tasa de suicidios es el doble o triple que la de las mujeres, reflejo de un tabú que les impide mostrarse vulnerables y pedir ayuda.

“Las estadísticas muestran que los hombres se suicidan más que las mujeres, a pesar de que ellas suelen presentar más intentos, esto es debido a que los hombres buscan menos ayuda y muchas veces usan métodos más letales. La presión social que les dice que deben ser fuertes y no mostrar debilidad hace que se callen hasta que ya es demasiado tarde”, advierte Mónica Messa. 

Este patrón se repite en América Latina, Europa y Asia. Las cifras cambian, pero la tendencia no, los hombres se quitan la vida con más frecuencia y lo hacen de manera más letal. La presión de ser fuertes, de no mostrar vulnerabilidad y de callar lo que sienten, se combina con una forma de enfrentar la desesperanza que rara vez permite pedir ayuda a tiempo.

“En 2019, los hombres presentaron una tasa de suicidio de 12,8 por cada 100.000 habitantes, mientras que en las mujeres fue de 5,4. Esto significa que ellos tienen más del doble de probabilidades de morir por esta causa. La disparidad se mantiene estable en muchos países”, explica un informe del Instituto para la Métrica y Evaluación de la Salud, IHME, de Washington, EEUU.

El dolor se acumula en silencio

La represión emocional funciona como un círculo vicioso. El dolor se acumula en silencio, sin vías de escape ni diálogo, hasta transformarse en una carga insoportable. Esto no solo impacta en la salud mental, sino que abre la puerta al consumo de alcohol, drogas o conductas de riesgo, que lejos de aliviar, aumentan la desesperanza y el aislamiento.

“Cuando un hombre reprime sus emociones acumula dolor, estrés y frustración. Al no hablarlo, recurre a salidas como el alcohol, las drogas o el aislamiento, lo que agrava su situación. No pedir ayuda a tiempo hace que el sufrimiento sea más pesado de llevar. Lo que se calla se acumula”, señala la directora de la carrera de Psicología.

Los métodos que eligen los hombres no solo reflejan su acceso a medios más violentos, sino también la forma en que se concibe la masculinidad, fuerte, radical y definitiva. La cultura les dicta que deben resolver solos sus problemas y no mostrarse vulnerables, lo que levanta muros invisibles que impiden buscar ayuda profesional o familiar.

“La idea de que un hombre debe aguantar todo en silencio, resolver solo sus problemas o no llorar, genera un muro que le impide pedir ayuda. Estos estereotipos hacen que muchos se sientan atrapados, sin permiso de mostrarse vulnerables, lo cual aumenta el riesgo de suicidio”, afirma Mónica Messa.

Las señales de alerta suelen pasar desapercibidas, porque se expresan de manera distinta a lo que socialmente se espera. Más que en el llanto, el dolor masculino puede aparecer en la irritabilidad, en el abuso de alcohol, en el aislamiento o en frases aparentemente casuales sobre el sinsentido de vivir. Detectarlas a tiempo puede ser la clave para salvar vidas.

“Muchas veces el dolor de un hombre no se ve en llanto, sino en cambios de humor, enojos repentinos, aislamiento, consumo excesivo de alcohol o frases como ‘ya no tiene sentido seguir’. También se nota cuando empiezan a dejar sus cosas en orden o a despedirse sin motivo aparente.” explica la psicóloga consultada.

En casi todas las regiones del mundo, la tasa de suicidios en hombres duplica a la de mujeres. Más allá de la diferencia numérica, lo preocupante son las condiciones detrás de esta brecha: el silencio, la falta de ayuda oportuna y la presión de estereotipos que convierten el sufrimiento masculino en un riesgo invisible.

“Cada año se registran más de 700.000 muertes por suicidio en el mundo, lo que equivale a una cada 40 segundos. En casi todas las regiones, la tasa masculina duplica a la femenina, mostrando un patrón consistente y alarmante”, informa Dévora Kestel, directora de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la Organización Mundial de la Salud, OMS, en el informe global de 2023.

Frente a este panorama, la prevención exige cambios sociales profundos. Es necesario enseñar que la tristeza y la vulnerabilidad no son exclusivas de las mujeres. Reconocer que un hombre puede llorar, pedir ayuda y hablar de lo que siente sin perder dignidad, es una estrategia que salva vidas y derriba estigmas históricos.

“Es necesario enseñar que los hombres también tienen derecho a sentirse tristes y pedir ayuda. Hacer campañas que hablen de nuevas formas de ser hombre, más abiertas y humanas, puede salvar vidas. También se deben crear espacios de apoyo cercanos, como chats, grupos deportivos o programas comunitarios, donde los varones se sientan cómodos para hablar”, concluye Mónica Messa.

La conmemoración del Día Mundial de la Prevención del Suicidio recuerda que salvar vidas requiere derribar estigmas y abrir espacios seguros. Que un hombre llore, pida ayuda o comparta su dolor no lo hace menos fuerte: lo hace humano. Reconocer esa verdad es el primer paso para frenar un silencio que, en demasiados casos, termina siendo mortal.

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