Innovación más allá del diagnóstico: el caso que marcó la vida de un futuro médico de Unifranz

Hay personas que tienen un corazón grande y otras que cuentan con un gran corazón. Itham Elías Pablo Quispe Tarqui tiene un gran corazón. Él es estudiante de Medicina en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz La Paz, institución reconocida por su modelo innovador de formación por competencias, y está a punto de concluir la carrera. El año pasado, durante su internado en el Hospital Municipal La Portada, atendió a una recién nacida que también tenía el corazón grande.
La bebé era una luchadora, con los peores pronósticos en contra; sin embargo, tenía ansias por vivir. Su apellido Llampa, traducido al español, significa “Tierna” o “Suave”… y cuando Itham la conoció, supo que era muy frágil.
“Cuando nació no tenía síntomas complicados, era como cualquier otra recién nacida. Llegó al mundo sin muchas alteraciones y había buena adaptación a la vida fuera del útero. Pasó el tiempo y comenzó a ponerse azul, tenía problemas para respirar”, recuerda el médico que este año se titula en Unifranz.
Le colocaron oxígeno y le tomaron el pulso, pero no hubo mejoras. La niña sufrió uno de los primeros golpes graves de su vida cuando fue separada de su mamá y llevada a Neonatología. Su cuadro se complicaba poco a poco. Un neonatólogo la observó y encontró un soplo en el lado izquierdo del pecho, justamente donde está la punta del corazón. El estetoscopio no necesitaba presionar su piel para detectar los latidos: eran fuertes e intensos.
El laboratorio de sangre no reveló mayores complicaciones y los estudios de imagen tampoco daban pistas sobre el problema; pero la radiografía mostró que la niña tenía un corazón grande que ocupaba gran parte de la caja torácica. Hubo una junta médica urgente, en la que los especialistas coincidieron en que la muerte rondaba cerca de la bebé “Tierna”.
Con carácter de urgencia, la niña fue trasladada a un hospital de tercer nivel y entonces se descubrió que Llampa tenía una enfermedad congénita llamada Anomalía de Ebstein. Quien padece esta condición presenta una válvula tricúspide mal formada, ubicada más abajo de lo normal dentro del ventrículo derecho. Esto hace que la sangre no fluya bien y el corazón trabaje de forma menos eficiente. Dependiendo de la gravedad, puede causar falta de oxígeno en la sangre (piel azulada), dificultad para respirar, cansancio extremo o problemas en el ritmo cardíaco.
Según la revista European Heart Journal y otros medios de comunicación de salud, la Anomalía de Ebstein afecta aproximadamente a 1 de cada 200.000 nacimientos vivos (menos del 0,005% de la población). Las posibilidades de ganarle a este mal son mínimas y Llampa luchaba por su vida junto con los médicos que buscaban darle soporte ventilatorio para mejorar su calidad de vida. Una madrugada, cuando cumplió un mes de vida, su gran corazón no pudo resistir más y dejó de latir.
Aquella lucha marcó la vida de Itham Elías. “Más que un caso clínico, para mí fue una lección humana. En la Medicina contamos con escalas, pronósticos o formas objetivas de medir ciertas condiciones; pero no podemos dejar de lado nuestra humanidad y debemos luchar por salvar la vida… siempre hay que intentarlo, aunque todo esté en contra”.
El mes pasado, Itham Elías presentó la historia de Llampa en el VII Concurso Científico Boliviano sobre enfermedades raras o poco frecuentes. Su trabajo compitió con decenas de narraciones de diferentes universidades y el caso de la niña con el gran corazón obtuvo el segundo lugar.
“Siempre, como médicos, debemos rescatar el lado humano. Si bien hay enfermedades raras que no cuentan con protocolos o herramientas muy concisas para identificarlas, sobre todo debemos dejarnos guiar por los sentimientos”, indicó el estudiante.
Ahora que está a punto de titularse, él siempre recuerda las habilidades blandas que aprendió en Unifranz: la empatía y la capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona… saber que uno puede curar, pero también ser curado por las experiencias que marcan de por vida.