Siete hábitos de estudio innovadores para potenciar el aprendizaje

Carlos Gutiérrez, estudiante de 20 años de la carrera de Administración de Empresas, recuerda con claridad el momento que marcó un antes y un después en su etapa universitaria. Estaba a mitad de semestre, rodeado de apuntes desordenados y con un rendimiento que no reflejaba su verdadero potencial. Frustrado, decidió probar algo diferente: adoptar una estrategia más personal, creativa y estructurada. Así nació su rutina basada en siete hábitos de estudio innovadores que, con el tiempo, transformaron su manera de aprender y de afrontar los retos académicos con confianza y propósito.
“Un hábito de estudio no solo mejora las notas; cambia la forma en que un estudiante se relaciona con el conocimiento, con el tiempo y con sus propias capacidades”, asegura Sara Yoshino Otsuka, miembro de la Jefatura de Enseñanza-Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
En un contexto donde la sobreinformación, la falta de motivación y la mala gestión del tiempo afectan directamente el desempeño académico de los estudiantes, desarrollar hábitos de estudio sólidos se ha vuelto más importante que nunca.
Según datos de la UNESCO, la creación de rutinas efectivas fue clave para mantener la motivación durante la pandemia. Sin embargo, más allá de la emergencia sanitaria, los expertos coinciden en que el desarrollo de métodos personalizados y sostenibles es fundamental para alcanzar la excelencia académica en cualquier circunstancia.
A partir de la prueba y el error, Carlos construyó una rutina que integra creatividad, tecnología y reflexión. Yoshino, experta en pedagogía, coincide en que muchos de estos hábitos —algunos tradicionales, otros más disruptivos— pueden potenciar de forma significativa el rendimiento académico si se aplican con constancia y conciencia.
Los 7 hábitos de estudio que marcan la diferencia
- Representar ideas con mapas mentales interactivos
Carlos comenzó su cambio organizando sus ideas en mapas mentales digitales usando herramientas como Miro o Notion. “Al ver los conceptos conectados como ramas de un árbol, todo tenía más sentido y recordaba mejor”, explica. Yoshino respalda esta práctica y señala que “elaborar esquemas y resúmenes no sólo ordena la información, sino que mejora la retención y el pensamiento crítico”.
- Aplicar el aprendizaje espaciado
Abandonando las maratónicas sesiones antes del examen, Carlos optó por estudiar en intervalos más cortos y distribuidos en el tiempo, utilizando aplicaciones como Anki. Este método —respaldado por la neurociencia— le permitió retener conocimientos a largo plazo y reducir la ansiedad.
Yoshino subraya que la constancia es clave, ya que “la repetición planificada solidifica el conocimiento”.
- Enseñar para entender
Carlos comenzó a explicar los temas a sus compañeros o grabarse explicándolos. “Cuando enseñas, tienes que entenderlo de verdad”, afirma. Esta estrategia no solo mejoró su dominio de los temas, sino que fortaleció su confianza. Preguntar y explicar en clase, dice Yoshino, son formas efectivas de afianzar la comprensión.
- Estudiar con casos reales
Inspirado por situaciones empresariales reales, Carlos aplicaba teorías a problemas concretos. Este hábito no sólo consolidó su conocimiento, sino que lo preparó para escenarios del mundo profesional. Según Yoshino, “aplicar técnicas activas y contextualizadas estimula la resolución de problemas y el pensamiento estratégico”.
- Gestionar la energía, no solo el tiempo
Identificar las horas de mayor lucidez fue una revelación para Carlos. Organizó sus sesiones de estudio en torno a sus picos de energía, lo que mejoró su rendimiento y redujo el cansancio. Yoshino recomienda programar pausas breves cada 90 minutos para mantener el enfoque.
- Reflexionar a diario
Al final del día, Carlos anotaba sus aprendizajes, errores y emociones en un diario. Esta práctica, más emocional que técnica, le ayudó a ganar perspectiva, valorar sus avances y mejorar su autoestima académica.
“La motivación y la disciplina crecen cuando el estudiante toma conciencia de su proceso”, señala Yoshino.
- Aprender con contenido multimedia
Desde podcasts y videos hasta simuladores y series, Carlos diversificó sus fuentes de aprendizaje. “Estudiar no tiene por qué ser aburrido ni limitarse a los libros”, decía. Yoshino añade que integrar herramientas digitales y formatos variados puede enriquecer la experiencia educativa y adaptarla a distintos estilos de aprendizaje.
Formación integral
Estos hábitos, más allá de ser estrategias personales, son también el reflejo de una visión educativa más amplia. En Unifranz, la formación va mucho más allá de los contenidos teóricos: se centra en el desarrollo de habilidades blandas, pensamiento crítico y autonomía. El modelo de enseñanza-aprendizaje de esta universidad promueve metodologías activas, uso de tecnología educativa, microcredenciales y evaluación por competencias.
Yoshino explica que la institución fomenta estos hábitos a través de espacios de reflexión, asesoramiento pedagógico y herramientas que permiten al estudiante organizar su proceso de aprendizaje. “Nuestro objetivo no es sólo formar buenos profesionales, sino también personas que sepan cómo aprender, cómo adaptarse y cómo liderar en entornos cambiantes”, afirma.
En definitiva, los hábitos de estudio —tradicionales o innovadores— no son fórmulas mágicas, sino caminos personalizados hacia el éxito académico. Carlos encontró los suyos y con ellos no solo mejoró su rendimiento, sino que transformó su relación con el conocimiento. En ese camino, instituciones como Unifranz acompañan y potencian la experiencia, formando estudiantes conscientes, creativos y preparados para los desafíos del mundo actual.