El poder del Big Data en la educación: aprendizaje adaptativo y seguimiento docente

IMAGEN UNIFRANZ

Desde la personalización de contenidos hasta el seguimiento del rendimiento académico, el Big Data tiene el potencial de transformar radicalmente la educación. Sin embargo, su verdadero valor no radica solo en el procesamiento algorítmico, sino en cómo se articula con el conocimiento pedagógico de los docentes, cuya intervención sigue siendo esencial para garantizar una educación significativa y contextualizada.

“El Big Data es uno de los términos en boga en pleno siglo XXI. Implica el uso de grandes volúmenes de datos, de información que constantemente proporcionamos los usuarios de internet y redes sociales en cada momento en el que interactuamos, investigamos sobre algún tema en específico, buscamos información o simplemente navegamos”, explica Mario Ariel Quispe, responsable de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

El potencial de esta tecnología se manifiesta de diversas formas: puede ayudar a crear planes de estudio personalizados, recomendar contenidos, identificar tempranamente problemas de aprendizaje y ofrecer retroalimentación constante. 

Con estos datos, se construyen perfiles individuales que permiten a los estudiantes avanzar a su ritmo y con materiales adaptados a sus intereses y necesidades. 

“La experiencia demuestra que su uso tiene un impacto sustancial en la calidad educativa y el rendimiento académico. Su aplicación puede influir en la renovación de la educación superior”, detalla Quispe, quien indica que, en países como México, por ejemplo, el uso de macrodatos ha reducido la deserción y ha aumentado la tasa de titulaciones.

Los beneficios del Big Data en educación no se limitan a la personalización. También permiten una comprensión profunda de patrones de comportamiento, estados de ánimo y posibles factores de riesgo. Esto se traduce en intervenciones más eficaces por parte de docentes, psicólogos y pedagogos en la metodología conocida como aprendizaje adaptativo. 

“El aprendizaje adaptativo, tal como su nombre lo indica, personaliza e individualiza las estrategias y técnicas de aprendizaje-enseñanza, esto con el fin de satisfacer las necesidades educativas del estudiante”, afirma Quispe, destacando que la tecnología debe acompañar la presencialidad en entornos híbridos para potenciar el aprendizaje ubicuo.

En la misma línea, el experto en transformación educativa Xavier Aragay, fundador de Reimagine Education, sostiene que la integración de Big Data e inteligencia artificial implica un cambio estructural en el modelo educativo. 

“La tecnología debe estar al servicio del modelo educativo y, a su vez, ayudar a lograr el perfil de salida del alumnado. Debemos saber cuál es el perfil actual de los estudiantes y compararlo con el que queremos conseguir para poder avanzar”, puntualiza.

Aragay subraya la necesidad de un replanteamiento no solo tecnológico, sino también pedagógico. Para él, el uso de datos debe guiarse por una visión humanista que priorice la formación integral del estudiante. En este sentido, las decisiones basadas en datos deben dialogar con la intuición docente y el conocimiento profundo del contexto educativo.

Sin embargo, el entusiasmo por los datos no debe hacernos perder de vista los desafíos éticos y prácticos que conlleva su implementación. Quispe alerta sobre la importancia de abordar la privacidad, la equidad y la responsabilidad en el uso de datos educativos. No basta con recopilar información: es imprescindible gestionarla de manera ética y con una comprensión clara de sus implicaciones.

El papel de los docentes es clave

Roi Benítez, antropóloga especializada en innovación tecnológica y educativa, ofrece una perspectiva complementaria y crítica. Desde su rol como “traductora” entre disciplinas, advierte que muchos diseños tecnológicos fracasan al ignorar el contexto humano y social. 

“No diseñamos para nosotros. Diseñamos para un otro”, señala, defendiendo un enfoque que valore lo simple y contextual, más allá de la promesa algorítmica.

Benítez introduce el concepto de “Thick Data” —datos densos y contextualizados— frente al Big Data, subrayando la necesidad de preguntarse no sólo qué datos surgen, sino por qué surgen. 

“Nos encanta medir con números, pero como buena antropóloga les digo que también es importante hacerle preguntas a esos datos”, sostiene, reivindicando el análisis cualitativo como complemento indispensable de los macrodatos.

Finalmente, propone una visión de cooperación y mejora continua, alejada de soluciones grandilocuentes y centrada en la construcción compartida. En un mundo educativo cada vez más complejo, donde los problemas no son ni simples ni lineales, sugiere mirar experiencias previas, testear en pequeño y avanzar con humildad.

El Big Data representa una poderosa herramienta para transformar la educación, siempre que se integre con sabiduría, ética y sensibilidad humana. Su verdadero impacto no estará en la capacidad de predecir comportamientos o automatizar procesos, sino en su potencial para enriquecer el vínculo entre docentes y estudiantes, y construir una educación más inclusiva, adaptativa y significativa.

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Manuel Joao Filomeno Nuñez

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