Por Lily Zurita
“Chola”, “indio”, “negro”, “raza de bronce”, son algunos adjetivos que de forma recurrente se escuchan en charlas informales, en la calle o cuando uno va al estadio. El racismo y la discriminación son problemas que aún afectan a millones de personas en todo el mundo.
En los últimos años, la lucha contra este flagelo ha cobrado una relevancia significativa en el país, luego de la promulgación de la Ley 139 que establece el 24 de mayo como Día Nacional contra el Racismo y Toda forma de Discriminación.
Sin embargo, a pesar de los avances en la legislación y la concienciación social, este problema persiste en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, desde el entorno laboral hasta el acceso a la educación y la justicia. Universidades, organizaciones sociales, instituciones gubernamentales y ciudadanos comprometidos trabajan incansablemente para erradicar estas prácticas, pero el camino hacia una sociedad plenamente inclusiva y equitativa es largo y complejo.
Para el abogado Javier García Valencia, docente de la carrera de Derecho de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, “el racismo es la expresión de términos y conductas de odio y rechazo por parte de algunas personas que creen tener superioridad sobre otras por su origen étnico, cultura, su lengua, costumbres, que a la postre van a limitar o impedir el libre ejercicio de sus derechos o la protección de éstos por parte de terceros”.
El académico recuerda que existe una vasta normativa que protege los derechos de las personas en la lucha contra toda forma de discriminación, tales como la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Raciales, la Declaración sobre la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y, fundamentalmente, la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, entre otros.
Para Mónica Messa, directora de la carrera de Psicología en Unifranz, “el racismo es una forma de pensar, sentir y actuar que se basa en una característica específica de la diferencia humana a la que se ha llamado racial”.
La discriminación, por otro lado, es el acto de tratar de manera desigual o injusta a personas o grupos específicos debido a su raza, etnia u origen cultural.
Sin embargo, según la psicóloga, es importante diferenciar entre prejuicio y racismo, ya que, si bien el racismo incluye un prejuicio, no todos los prejuicios son racistas.
“El prejuicio es un fenómeno humano que involucra estructuras cognitivas que todos aprendemos temprano en la vida. El racismo, por otro lado, es un prejuicio contra un grupo particular de personas basado en diferencias percibidas, a veces llevadas al extremo”, puntualiza.
Según Messa, el racismo puede manifestarse de diversas formas, desde actitudes y comentarios discriminatorios hasta acciones más graves como la exclusión social, la violencia física o la negación de oportunidades laborales o educativas basadas en la raza o etnia de una persona.
En tanto, para el jurista, los hechos de racismo y discriminación son un gran mal que se generan en la sociedad, y que, pese a que han sido establecidos como delitos en la normativa nacional, “lamentablemente no se está generando un cambio conductual en algunas personas, por ello que siempre la recomendación será el educar con valores y promulgando el respecto al otro”.
Efectos psicológicos
Messa explica que las personas discriminadas suelen experimentar una variedad de emociones negativas, que van desde la tristeza, la ira y la frustración hasta la ansiedad y la depresión.
“Los efectos psicológicos pueden incluir baja autoestima, desconfianza, autoconcepto distorsionado, estrés, aversión al grupo de iguales y a sí mismos, aislamiento, autodestrucción, dificultades en las relaciones interpersonales o revictimización, entre otros”, señala.
La discriminación también puede afectar negativamente el rendimiento académico y laboral de las personas afectadas.
Por su parte, García asegura que la sociedad en su conjunto debe garantizar una cultura de paz y respeto a los derechos humanos de las personas. “Solo así podemos desarrollarnos en sociedad, y permitir el pleno goce de nuestros derechos, para ello no solamente es importante el ámbito normativo, sino el educativo con la promoción de valores y principios”.
El racismo y la discriminación, según Messa, no son problemas que se resuelvan de la noche a la mañana, requieren un compromiso a largo plazo para promover la justicia social y la igualdad para todas las personas, desafiando los juicios de valor, a fin de trabajar hacia una sociedad más inclusiva y equitativa donde todas las personas sean valoradas por su carácter, habilidades y contribuciones, independientemente de su color de piel, origen étnico, nivel socioeconómico o apariencia física.
Desafortunadamente, muchas veces los prejuicios provienen del mismo hogar, siendo importante enseñar a los niños sobre la diversidad desde una edad temprana. Asimismo, se debe reflexionar sobre nuestros propios prejuicios y estar dispuestos a reconocer y corregir cualquier comportamiento o actitud que pueda contribuir al racismo y la discriminación, promoviendo la cultura de paz y respeto.
“En caso de presenciar algún acto de racismo o discriminación, las personas no deben quedarse en silencio, deben intervenir de manera segura y apropiada, ya sea brindando apoyo a la persona afectada, confrontando al agresor o informando a las autoridades pertinentes”, concluye la académica.
La lucha contra el racismo y la discriminación es un desafío que involucra a todos. Solo a través de un esfuerzo conjunto y constante, se podrá construir un país más justo y equitativo para las futuras generaciones.