Por Carlos Dabdoub
Este es el título del libro que presentó Lluís Pastor (LlP), experto en e-learning en España y consultor de muchas instituciones educativas latinoamericanas. Fue en el V Foro Internacional de Educación Superior, realizado recientemente en Cainco. Para escribirlo, su autor tuvo que escudriñar los grandes movimientos mundiales que viven decenas de universidades. Su propuesta se basa en desarrollar una metodología transformadora, que las conviertan en “universidades singulares”. El mensaje futurista es que dichos centros serán más flexibles, más digitales, especializados, y “gratificantes”, en palabras de Francesc Pedró (Unesco-Iesalc). No hacer nada, sería volver a la prehistoria.
Metafóricamente dice LIP que los grandes cambios como son los tsunamis -en este caso, originados en el “mar de las nuevas tecnologías”-, tienen su origen lejos de las playas de los Rectores, que se mantenían hasta hace poco en calma. ¿Cuáles son estos cambios que se adivinan en lontananza y que están encrespando el oleaje?, se pregunta LlP. Me detendré en algunos de ellos.
El poder tiene el estudiante: antes el alumno concurría a la universidad más cercana. Hoy, con la irrupción de internet y las nuevas tecnologías tiene a su alcance a casi todas ellas del mundo. En consecuencia, el estudiante tiene mayor poder de decisión. A esto se agrega la irrupción de nuevas tecnologías, hecho que reafirma que jóvenes y adultos valoran cada vez más la libertad de estudiar cuando y donde quieren, es decir, hoy los alumnos tienen la potestad de decidir.
Ampliación de las zonas geográficas de competencia: lo anterior evidencia que las universidades dejan de ser locales y sus estudiantes también, lo que resulta en una competencia global, que engendra futuros acuerdos entre ellas, si no, muchas podrían desaparecer.
La cronofagia educativa: en este caso, hay dos elementos que convergen: por un lado, la prisa en toda actividad humana y por el otro, los tradicionales modelos de aprendizaje que ocupan demasiado tiempo para obtener resultados discretos, no siempre acordes a los problemas cotidianos. El autor concluye que “hay que demoler una educación nacida para y por las sociedades industriales”.
La sociedad de la prisa y del entretenimiento: coincidimos al afirmar que los libros están desapareciendo prácticamente de las universidades. Las lecturas se han focalizado y los artículos superan a las monografías. Este último comentario guarda relación con un artículo del mismo LlP, recientemente publicado en EL DEBER este 14 de abril pasado (“La cuestión no es innovar la educación, sino conseguir que las personas aprendan”), donde afirma que, para los educadores, la cuestión no es solo hacer más eficientes y eficaces los programas, sino también incrementar la motivación para que las personas aprendan mejor, o no abandonen el camino de la profesionalización. Pero, antes de generar dichos modelos, LlP plantea tres cuestiones centrales.
1°) No se puede obligar a nadie a aprender. Aprender es un verbo que muestra la máxima libertad individual. Para que eso suceda, la persona debe entender el propósito que lo guía a su formación. De este modo, tendrá motivación en instruirse. Hacer que un modelo sea motivador no significa que no tenga una alta calidad. Todo lo contrario. Cualquier programa motivador debe ajustarse a las necesidades del estudiante y provocar en él una mejora continua de su rendimiento. Motivar no es entretener, es sacar la mejor versión en cada uno de nosotros.
2°) La ecuación del aprendizaje “Aprender = Tiempo + Atención” (Idriss Aberkane): en nuestra sociedad de la prisa y de la escasez de la atención, parece cada vez más difícil dedicar tiempo y atención necesarios para aprender. 3°) En los modelos formativos actuales no podemos olvidar que los docentes guían a sus estudiantes, tarea que sigue siendo fundamental. En consecuencia, habrá que repensar también en el nuevo “modelo” del mentor.
Recomiendo este libro, porque llevará al lector a navegar por un mar distinto a lo que uno se puede imaginar en estos lares, donde lo único cierto que reina es la incertidumbre.