Un cuento que se siente con las manos: estudiantes de Unifranz enseñan hábitos de higiene a niños con discapacidad visual

By Lily Zurita Zelada

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Cuando Ruth acarició por primera vez una hoja llena de puntos en relieve, sintió algo más que curiosidad académica. “Ese día, junto con mis compañeros, vimos todas las dificultades que enfrentan los niños con discapacidad visual para poder estudiar”, recuerda. No fue solo una clase; fue un despertar.

Ese descubrimiento, que nació como una inquietud en el aula, se transformó en un proyecto que hoy acompaña a decenas de niños del Centro Aprecia en su camino hacia la autonomía. Un cuento en Braille, hecho a mano y con dedicación minuciosa, enseña hábitos de higiene corporal y devuelve algo más profundo que conocimiento: devuelve dignidad.

Miriam Bautista, docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz), explica que el proyecto se concretó gracias a la participación de los estudiantes Cinthia Arce Miranda, Amilkar Cáceres Benavidez, Shamira Coaquira Quispe, Karolina Cruz Gutiérrez, Alan Huanquiri Calle, Jharytza Zarai Márquez Limachi, Johan Quispe Vilcanqui, Lisbeth Rivera Alarcón, Ruth Adriana Surco Flores y Yanny Genesis Thenier Aramayo, todos de sexto semestre de Medicina.

La intervención tuvo lugar en el Centro Aprecia, una institución que acoge a 50 niños con discapacidad visual. Sin embargo, solo un 30% asiste de forma regular a clases, principalmente por barreras familiares y comunicacionales. “Intentamos mejorar esta situación mediante la implementación de un cuento en sistema Braille para evitar las barreras comunicacionales”, explica Bautista.

Durante el diagnóstico, los estudiantes descubrieron que uno de los mayores desafíos para los niños era mantener hábitos de higiene: lavarse las manos, cepillarse los dientes o bañarse se convertían en actividades cargadas de inseguridad debido a la falta de visión. Ante esa realidad, surgió la idea de crear un libro de cuentos infantiles en Braille que enseñara estos hábitos de forma divertida, accesible y cercana.

“Ha sido novedoso, tanto para los profesores como para los niños, pero una vez que tuvieron contacto con el libro, la recepción fue óptima”, añade la docente.

Según datos de la Fundación Ojos del Mundo, en Bolivia cerca de 300.000 personas viven con algún grado de discapacidad visual, una cifra que crece cada año. Aun así, el Instituto Boliviano de la Ceguera (IBC) registra apenas a 6.790 personas a nivel nacional, quienes son las únicas beneficiarias del bono por discapacidad que otorga el Gobierno. Esta brecha evidencia no solo un subregistro significativo, sino también las limitaciones en el acceso a servicios y a información oportuna.

Sin embargo, miles de personas permanecen al margen del sistema. Muchas no acuden a los centros de atención por falta de información, distancia geográfica o dificultades económicas. Incluso quienes logran acceder a estos espacios suelen abandonar sus procesos formativos debido a las condiciones de los establecimientos, los constantes cambios de ubicación o el alto costo del material didáctico adaptado, muy superior al del material educativo convencional.

Historias que enseñan autonomía

El proceso de creación no fue improvisado. Ruth Adriana Surco, una de las líderes del proyecto, cuenta que todas y todos se capacitaron previamente en la institución, entendiendo de cerca las necesidades específicas de los niños. “La mayoría de los niños, lamentablemente, tiene malos hábitos de higiene. Tienen mucha inseguridad y necesitan mayor apoyo de sus padres”, señala.

A pesar de que el Centro posee una máquina especializada para imprimir Braille —actualmente en desuso—, el libro fue elaborado totalmente a mano. Cada punto, cada relieve y cada página fueron marcados una a una por los propios estudiantes, muchos con la ayuda de familiares desde sus casas.

Los cuentos no mencionan explícitamente a niños ciegos, pero sí recrean situaciones cotidianas relacionadas con la higiene corporal. Cada historia propone estímulos, rutinas y acciones claras. Además, los niños pudieron practicar en casa y en el aula gracias a un kit de higiene que incluía toalla, jabón y cortauñas.

Aprender haciendo: cuando la teoría toca la vida real

Para estos futuros médicos, el proyecto fue un puente entre la teoría y la vida. Carolina Cielo Cruz reconoce que esta experiencia transformó su percepción de la profesión. “Este proyecto nos motivó muchísimo porque trabajamos en equipo. En este libro contamos historias sobre higiene que ayudarán a que los niños sean más autónomos”, afirma.

Además del libro, los estudiantes organizaron talleres, capacitaciones y actividades lúdicas. Enseñaron técnicas para el lavado de manos, el baño y el cuidado dental mediante manuales táctiles y juegos sensoriales. “Nos capacitamos para saber lo que es urgente y fundamental para ellos”, detalla Cruz.

Yaritza Márquez, otra participante, destaca que la independencia fue el eje principal. “Hemos fomentado que puedan ser más independientes”, dice. Describe cómo las dinámicas recreativas y los estímulos táctiles permitieron que los niños aprendieran “poco a poco sobre autonomía, para poder hacerlo solos”.

Un impacto emocional que trasciende lo académico

El proyecto culminó con una actividad navideña a la que asistieron cerca de 50 niños. Allí se entregaron los libros y se compartieron juegos, música y regalos. Para muchos de ellos, fue la primera vez que tuvieron un material educativo adaptado a sus necesidades.

Márquez resume la experiencia con una frase que selló el espíritu de la intervención: “Ha sido algo que nos ha llenado de compasión y cariño. Más allá de una materia, fue lo bonito de compartir con ellos”.

Para la docente Bautista, el impacto es doble: forma profesionales más sensibles y preparados, y abre caminos más humanos para que los niños con discapacidad visual aprendan a cuidarse, decidir y valerse por sí mismos.

Un cuento, unas manos y el compromiso de jóvenes que descubrieron que la medicina también puede escribirse en Braille.

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