Sorojchimuña: el polvo de muña creado por estudiantes de Unifranz para aliviar el mal de altura

By Manuel Joao Filomeno Nuñez

Paul, un joven turista francés de 29 años, recordaría por siempre aquel día en el altiplano. Apenas alcanzó los 3.800 metros de altitud cuando un dolor punzante en la cabeza lo obligó a detenerse. Los mareos, la fatiga y la falta de aire lo paralizaron. Su guía, acostumbrado a ver a los viajeros rendirse ante el sorojchi, le ofreció un mate de muña. Paul aceptó sin mucha convicción, pero el aroma mentolado y fresco de la infusión le despejó la mente. Minutos después, respiraba con más facilidad. Ese curioso alivio despertó en él la pregunta que marcaría su travesía: “¿Qué tiene esta planta que me ha devuelto la energía?”.

Mientras Paul descubría los Andes guiado por el aroma de la muña, un grupo de jóvenes estudiantes trabajaba en un proyecto capaz de transformar esa experiencia tradicional en una solución moderna. Su iniciativa —un polvo granulado elaborado a partir de muña— busca ofrecer un tratamiento práctico y efectivo para los síntomas del sorojchi. 

“Nuestro producto es vasodilatador, broncodilatador y antiespasmódico”, explica Freddy Blanco, estudiante de la carrera de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Franz Tamayo (Unifranz) y uno de los integrantes del equipo, recalcando que estas propiedades ayudan a combatir la cefalea, las náuseas y el dolor de estómago asociados al mal de altura.

La muña —Minthostachys mollis— ha acompañado durante siglos a las comunidades andinas como remedio esencial para soportar los retos de la altura. Esa misma planta que permitió a Paul seguir su camino inspiró a los jóvenes investigadores. 

Según Verónica Tambo, una de las estudiantes del proyecto, la muña posee compuestos como carvacrol, limoneno, mentol y pulegona, que le otorgan efectos digestivos, analgésicos, antiinflamatorios y descongestionantes. “Su uso ancestral nos motivó a pensar en una presentación más accesible para viajeros y pobladores”, comenta.

El polvo, bautizado como Sorojchimuña, fue diseñado para ser consumido antes de ascender a zonas elevadas, durante la permanencia en altura o al aparecer los primeros síntomas. La idea, según explica Yesenia Jiménez, surgió de observar que muchos visitantes no siempre tienen acceso a infusiones calientes o no saben reconocer la planta. 

“Queríamos algo práctico, seguro de transportar y de acción rápida”, señala, destacando que el granulado mantiene las propiedades esenciales de la muña y facilita su dosificación.

Mientras tanto, Paul continuaba atravesando senderos pedregosos, ahora acompañado por pequeñas ramas secas que frotaba antes de cada caminata. Su guía le había explicado que la muña no solo aliviaba cefaleas y mareos, sino que también mejoraba la digestión y despejaba las vías respiratorias. Ese mismo principio es el que el equipo estudiantil buscó replicar en su formulación. 

“La muña actúa como estimulante suave, ayuda a regular la respiración y reduce la sensación de pesadez estomacal”, complementa Rayder Venegas, quien destaca que su potencial no se limita al mal de altura, sino también a molestias digestivas y respiratorias comunes.

La planta andina, también conocida como menta andina o peperina, crece entre los 2.500 y 3.500 metros de altitud. Su uso medicinal está tan arraigado que, en zonas como el lago Titicaca, los guías suelen entregar ramas frescas a los visitantes para inhalarlas durante los recorridos. Justo lo que ayudó a Paul a recuperar el aliento fue lo que llevó a estos jóvenes a transformar un conocimiento ancestral en un producto innovador pensado para turistas, montañistas y habitantes del altiplano.

Hoy, mientras Paul comparte su historia con otros viajeros —y asegura que jamás sube a la altura sin un poco de muña—, los estudiantes continúan perfeccionando Sorojchimuña. Su propósito es claro: que nadie tenga que detener sus pasos en los Andes por culpa del soroche, y que la sabiduría de una planta milenaria siga acompañando a quienes se aventuran en la altura.

Más allá del desarrollo puntual de Sorojchimuña, los estudiantes explican que trabajos como este forman parte de los llamados proyectos integradores, espacios académicos que buscan conectar el conocimiento teórico con las necesidades reales de la sociedad. Estas iniciativas permiten a los jóvenes abordar problemas cotidianos —como el sorojchi que afecta a viajeros y pobladores del altiplano— desde una perspectiva científica, creativa y aplicada.

Gracias a este modelo formativo, los futuros profesionales no solo profundizan en contenidos de laboratorio, fitoterapia y formulación farmacéutica, sino que también aprenden a diseñar soluciones viables, culturalmente pertinentes y con impacto directo en la calidad de vida de las personas. En ese cruce entre aula y territorio es donde propuestas como sorojchimuña encuentran su verdadero sentido social y su oportunidad de convertirse en herramientas útiles para la comunidad.

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