Madres que forman con el alma: el legado silencioso de educar, guiar e inspirar

By Paula Beatriz Cahuasa

Imagen Unifranz

Por Jorge López

La figura materna es el primer referente emocional, ético y afectivo que tenemos. Las madres no solo crían, también educan, orientan y siembran, con pequeños gestos, los grandes valores que acompañarán a sus hijos por el resto de sus vidas. Son, muchas veces, la brújula silenciosa que nos enseña a caminar el mundo con amor.

“El impacto de la madre inicia desde que el nuevo ser humano está en su vientre. Todo lo que ella siente, piensa o vive emocionalmente, lo transmite al hijo incluso antes de nacer. Esta conexión no se rompe después del parto, más bien se fortalece durante los primeros meses de vida y crea una base segura para su desarrollo afectivo y social”, explica Liudmila Loayza, directora de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Las madres enseñan sin necesidad de discursos. Basta observar su constancia, su manera de enfrentar la vida, su capacidad de cuidar incluso cuando están agotadas. No es casual que muchas personas recuerden a sus madres cuando deben tomar decisiones importantes: su ejemplo queda grabado como una guía silenciosa.

Cada 27 de mayo, Bolivia celebra el Día de la Madre en conmemoración a la lucha de las heroínas de la Coronilla, quienes se enfrentaron al ejército español comandado por el general José Manuel de Goyeneche, cuando intentó tomar Cochabamba en 1812.

Fuente de afecto y seguridad

“Mi madre me enseñó a no rendirme. Cuando no había dinero para pagar mis estudios, ella buscó mil formas de ayudarme a continuar. Hoy soy estudiante de Psicología gracias a esa fe inquebrantable que siempre tuvo en mí”, cuenta Naira Siles, estudiante de Unifranz.

Durante la infancia, la madre representa la fuente de afecto más importante. Esa relación permite que los hijos aprendan a confiar en el mundo, en los demás y en sí mismos. Una madre presente emocionalmente ofrece una sensación de seguridad que se traduce en autoestima, fortaleza y empatía.

“Cuando la madre es bondadosa, cariñosa y amorosa, lo que transmite al niño es que el mundo es un lugar seguro, donde puede desarrollarse sin miedo. Esa percepción temprana no es solo emocional, sino formativa: modela su confianza, su forma de vincularse y su salud mental a largo plazo”, explica Loayza.

Con el paso del tiempo, la figura materna también es guía. Ya no se trata solo de cuidar físicamente, sino de acompañar con sabiduría. Las reglas que en la infancia parecen estrictas, con los años revelan su verdadera intención que es la de proteger. Ese proceso requiere equilibrio, amor y mucha intuición.

“Mi mamá me enseñó que los límites no son castigos, sino formas de cuidarnos. En cada decisión difícil, recuerdo su voz. Me enseñó a ser libre, pero también a ser responsable”, afirma Dayana, estudiante de Publicidad y Marketing en Unifranz.

Muchos hijos descubren la profundidad del amor materno cuando enfrentan el mundo por sí mismos. Lo que alguna vez pareció exageración o control, en realidad era previsión, cuidado y cariño. Las madres, desde su intuición, logran adelantarse a los peligros antes de que estos aparezcan.

“Las madres no quieren imponer guías, ni controlar la vida de sus hijos. Lo que realmente buscan es prepararlos para enfrentar el mundo con seguridad. Muchas veces, los hijos no comprenden eso hasta que crecen, y recién ahí valoran que todo lo que su madre hizo fue por amor y protección”, explica Loayza.

Desde educadoras hasta ejemplos de lucha

En Bolivia, muchas veces sin redes de apoyo ni condiciones favorables, las madres cumplen múltiples funciones. Son educadoras, proveedoras de afecto constante y ejemplo de lucha. Lo hacen con entrega total, sin esperar reconocimiento y a veces sin pausas para sí mismas.

“Mi mamá, desde que yo era chiquita, siempre me ha guiado en todo lo que yo quería hacer. Si tenía un sueño o solo una idea, ella desde es muy pequeña siempre me decía, ‘hazlo, hijita, sigue tus sueños, intenta y prueba; y si te equivocas, yo estoy aquí para ayudarte a levantarte y que puedas seguir adelante siempre”, comenta Natasha, estudiante de Diseño Gráfico en Unifranz.

La maternidad también exige amor propio. Una madre que se acepta, se perdona y se cuida, puede educar con mayor claridad emocional. No hay una sola forma de ser madre, cada vínculo es único, y cada historia tiene su valor. La clave está en confiar en el amor como guía.

“Para ser una mamá que inspire con amor y tenga límites sanos, lo primero es sentirse bien como mujer. Nadie nace sabiendo cómo ser madre, y no hay por qué compararse con otras. Cada madre hace lo mejor que puede desde su historia, su contexto y su corazón. Y eso ya es suficiente”, explica Loayza.

Las mujeres y madres, generadoras de transformación

«Si una de las alas no se despliega, el ave no puede volar», recuerda Verónica Ágreda, rectora nacional de Unifranz, al hablar del rol de las mujeres en la economía. 

En el Día de la Madre, destaca a quienes, desde su esfuerzo diario, transforman familias y comunidades. “A veces creemos que solo unas pocas pueden alcanzar el éxito, pero detrás hay caídas y aprendizajes”, afirma. 

Para Ágreda, visibilizar estos procesos es clave porque “las mujeres necesitan modelos reales, humanos, que inspiran desde la experiencia y el cambio”.

Este Día de la Madre, más allá de los regalos o mensajes, es una oportunidad para reflexionar sobre el impacto profundo que tienen en nuestras vidas. Porque muchas veces, cuando actuamos con firmeza, empatía o compromiso, lo hacemos porque aprendimos a amar desde la forma en que ellas nos amaron.

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Paula Beatriz Cahuasa

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