Jugar también enseña: claves para transformar el aula con gamificación

En los últimos años, el juego ha dejado de ser visto sólo como un pasatiempo para convertirse en una herramienta pedagógica clave dentro del aula. Esta metodología, conocida como gamificación, se consolida como una de las estrategias más eficaces para motivar a los estudiantes, desarrollar competencias y hacer del aprendizaje una experiencia significativa.
“El uso de dinámicas propias del juego en contextos educativos permite hacer del aprendizaje un proceso más atractivo, participativo y efectivo. No se trata de jugar por jugar, sino de provocar el desarrollo de habilidades reales mediante experiencias lúdicas”, afirma Ariel Villarroel, especialista en pedagogía y miembro de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Según Villarroel, la gamificación ha ganado popularidad en la educación por su capacidad de conectar con los estudiantes actuales —mayormente nativos digitales—, a través de elementos como la recompensa, la competencia, el progreso y el propósito. “Aplicada correctamente, puede mejorar el compromiso, incrementar la motivación y facilitar la comprensión de contenidos complejos”, señala.
Ventajas de gamificar el aprendizaje
Desde su experiencia en formación universitaria, Villarroel enumera algunas de las ventajas que ofrece esta técnica:
- Mayor compromiso del estudiante: los entornos gamificados elevan la participación y reducen el abandono.
- Aprendizajes significativos: al conectar con emociones y desafíos personales, el conocimiento se interioriza de forma más duradera.
- Retroalimentación constante: la gamificación permite ajustar el ritmo y nivel de dificultad, brindando respuestas inmediatas.
- Desarrollo de competencias blandas: como el trabajo en equipo, la toma de decisiones, la resiliencia o la empatía.
- Entorno seguro para el error: los estudiantes pueden equivocarse, aprender y volver a intentarlo sin consecuencias negativas.
Para lograr estos resultados, sin embargo, no basta con introducir juegos sin planificación. Se requiere una estructura metodológica clara. A continuación, Villarroel comparte las 5 claves fundamentales para generar entornos educativos centrados en el juego:
1. Entender qué es la gamificación
La gamificación consiste en aplicar elementos y mecánicas propias de los juegos en entornos no lúdicos, como el aula. Esto incluye dinámicas como niveles, retos, insignias, puntos o competencias, siempre alineadas a objetivos educativos.
“El valor no está en el juego en sí, sino en su diseño pedagógico. Se trata de transformar la experiencia de aprendizaje incorporando estímulos que motivan y retan al estudiante”, aclara Villarroel.
2. Incorporar elementos del juego
Para que la experiencia funcione, deben incluirse componentes como:
- Preguntas y desafíos que estimulen la curiosidad.
- Retos progresivos que reflejen avance.
- Colaboración y competencia saludable para generar interacción social.
- Feedback inmediato que permita aprender del error y mejorar.
“Estos elementos activan zonas del cerebro relacionadas con la recompensa, la atención y la resolución de problemas”, explica el experto.
3. Conocer a los tipos de jugadores
No todos los estudiantes reaccionan igual ante un entorno gamificado. Villarroel recomienda considerar los distintos perfiles de usuarios, como:
- El explorador, que disfruta descubrir contenidos nuevos.
- El socializador, motivado por compartir y colaborar.
- El completista, que busca lograr todos los objetivos.
- El filántropo, que actúa movido por causas o valores colectivos.
- El jugador, que responde a recompensas y cambios en las reglas.
“Diseñar pensando en estos perfiles mejora la personalización y la eficacia de la estrategia”, añade.
4. Establecer sistemas de recompensa con sentido
Las recompensas no deben entenderse solo como premios físicos. Pueden ser:
- Puntos que reflejen avances.
- Insignias o trofeos digitales que reconozcan logros.
- Desbloqueo de niveles o nuevas responsabilidades.
- Narrativas de progreso que mantengan la motivación.
“Si bien pueden existir premios tangibles, el foco debe estar en el logro personal, el reconocimiento simbólico y el aprendizaje adquirido”, subraya Villarroel.
5. Integrar motivaciones humanas
La gamificación funciona mejor cuando alinea sus dinámicas con las motivaciones internas de los estudiantes. Según Villarroel, estas son:
- Relación: sentirse parte de un grupo.
- Autonomía: tener poder de decisión.
- Dominio: mejorar continuamente.
- Propósito: vincular el aprendizaje con un sentido mayor.
“El diseño debe contemplar lo que verdaderamente mueve a las personas. Solo así se transforma en una herramienta potente y sostenible”, puntualiza.
Jugar para aprender, aprender jugando
Más allá de una moda pedagógica, la gamificación plantea una forma distinta de entender la relación entre el conocimiento y la experiencia. Permite que el estudiante sea protagonista de su aprendizaje, y que el aula se convierta en un espacio de exploración, cooperación y reto continuo.
“El docente ya no es una figura inalcanzable que transmite contenidos. Hoy debe ser un facilitador que guía, motiva y propone desafíos. El juego, bien planteado, es un puente directo hacia esa nueva educación”, concluye Villarroel.
A medida que las instituciones buscan nuevas maneras de mejorar el aprendizaje, integrar dinámicas lúdicas se vuelve una alternativa no solo posible, sino necesaria. Al final, como recuerdan los expertos, el mayor premio no es un trofeo: es el conocimiento adquirido.
