Guía para padres: cómo ayudar a tu hijo a elegir su futuro profesional con confianza

Carlos Ponce lleva varias noches sin poder dormir. Desde que su hija Adriana, estudiante de último año de colegio, le confesó que no sabe qué carrera elegir después de graduarse, su inquietud ha ido en aumento. Ingeniero industrial de profesión, Carlos recuerda que, en su época, todo parecía más sencillo. Las opciones eran pocas y la elección se basaba en cuál carrera ofrecía mayor salida laboral.
Pero Adriana no encaja en esa lógica. Le apasiona la tecnología, sí, pero también el diseño, el arte y la lectura. Puede pasar horas explorando sus intereses, pero cuando alguien le pregunta qué quiere estudiar, se queda en silencio. No es por falta de talento, pero el miedo a equivocarse le pesa más de lo que deja ver.
Elegir una carrera profesional no es una decisión sencilla. Se trata de un proceso complejo, influido por múltiples factores: desde intereses personales y habilidades hasta la presión familiar, las expectativas sociales y las condiciones del mercado laboral. En este contexto, el rol de los padres puede ser tanto un puente como un muro. ¿Cómo acompañar sin imponer? ¿Cómo orientar sin decidir por ellos?
“El objetivo es que el estudiante encuentre su propósito de vida. La pasión será la intersección entre lo que es bueno y lo que ama hacer, y la vocación será la intersección entre lo que el mundo necesita y por lo que le pueden pagar”, explica Mario Ariel Quispe, pedagogo y jefe de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
El enfoque actual en orientación vocacional se centra en el autoconocimiento, la exploración de intereses genuinos y la toma de decisiones informadas. La elección de una carrera no debe girar únicamente en torno a lo que «conviene», sino a lo que despierta verdadera motivación. La clave es facilitar herramientas, abrir espacios de diálogo y permitir que el estudiante descubra sus fortalezas, sus pasiones y su visión de futuro. Acompañar no es dirigir, sino caminar al lado.
En busca de una brújula para su hija, Carlos decidió comenzar por escuchar. En lugar de presionar con preguntas como “¿qué vas a estudiar?”, comenzó a interesarse por sus actividades cotidianas. Descubrió que Adriana no solo tenía habilidad con la tecnología, sino que además disfrutaba explicar conceptos complejos a sus compañeros. ¿Podría ser ingeniería en sistemas? ¿O quizás una carrera relacionada con la docencia tecnológica? Las preguntas seguían abiertas, pero el diálogo se había iniciado.
Quispe enfatiza que la vocación no surge de un momento de iluminación, sino de un proceso de descubrimiento. Para ello, recomienda iniciar por una introspección profunda: analizar intereses, habilidades, valores y expectativas a futuro.
“Un test vocacional puede dar pistas, pero solo con reflexión y análisis se llega a una decisión informada”, destaca el experto.
Carlos y Adriana realizaron juntos una búsqueda activa. Visitaron ferias universitarias, conversaron con egresados y revisaron planes de estudio. Ese acompañamiento, lejos de ser una imposición, resultó ser un ejercicio de confianza mutua.
“Yo me sentí escuchada. Mi papá no me dijo qué hacer, pero me ayudó a encontrar las herramientas”, comenta Adriana. Para ella, la posibilidad de explorar antes de decidir le permitió confirmar su inclinación por la Ingeniería de Software.
Una de las claves del proceso fue evitar proyectar expectativas propias. Carlos reconoció que al principio deseaba que Adriana siguiera una carrera “segura”, como Medicina o Derecho. Pero entendió que los caminos vocacionales de esta generación no son los mismos que los suyos. “No se trata de que cumplan nuestros sueños, sino de que encuentren los suyos”, reflexiona.
Según la psicopedagoga y especialista en orientación profesional, María René Salazar, “la vocación se descubre, no se impone”. Y advierte que cuando los jóvenes estudian carreras que no les apasionan, aumentan las probabilidades de abandono, frustración y desconexión con su futuro profesional. Por eso, fomentar el autoconocimiento y brindar orientación objetiva es más valioso que presionar por decisiones inmediatas.
Hoy, Adriana está más cerca de tomar una decisión. No porque alguien se la impusiera, sino porque exploró con libertad y apoyo. Ha decidido postular a un programa técnico en desarrollo de software, con la idea de, más adelante, complementar sus estudios con una carrera universitaria. El modelo tradicional de educación ya no es el único, y los caminos hacia una profesión pueden ser diversos.
El caso de Adriana no es aislado. En un mundo laboral en constante transformación, muchos adolescentes cuestionan el modelo universitario de cuatro años. Las carreras técnicas, con formación práctica, rápida inserción laboral y especialización continua, ganan terreno. Según datos del National Student Clearinghouse, la matrícula en programas técnicos ha superado los niveles prepandemia.
Los padres deben tener presente que la generación Z, y pronto la generación Alfa, priorizan otros aspectos además del salario: flexibilidad, propósito, bienestar y valores. “Estas generaciones buscan entornos donde se sientan reconocidos, puedan crecer y tengan impacto. Eso también debe ser parte del análisis vocacional”, señala Quispe.
Por ello, el rol de los padres debe centrarse en ser facilitadores. Algunas estrategias clave incluyen: escuchar sin prejuicios, reconocer los gustos del hijo, fortalecer habilidades, identificar su estilo de aprendizaje y ofrecer información clara y actualizada sobre las opciones académicas y laborales. También es útil compartir testimonios reales y acompañar la investigación de forma activa.
Carlos admite que al principio tuvo miedo de que su hija eligiera mal. Pero ahora comprende que no hay una única carrera “correcta”, sino múltiples caminos que pueden confluir en un propósito de vida. La orientación vocacional no se trata de encontrar una respuesta definitiva, sino de iniciar un viaje de descubrimiento.
En última instancia, elegir una carrera es elegir un proyecto de vida y, para los adolescentes, tener el respaldo emocional y práctico de sus padres puede marcar la diferencia. Como afirma Quispe, “no todas las asignaturas gustarán, pero lo importante es que el estudiante entienda que está construyendo algo propio, con responsabilidad y libertad”.
Adriana aún tiene camino por recorrer, pero ya no camina sola. Junto a su padre, está construyendo un futuro basado en sus pasiones, en sus talentos y en su visión del mundo. Y eso, en estos tiempos de incertidumbre, es mucho más que un punto de partida.