Por Manuel Filomeno y Beatriz Cahuasa
Crear pensando en el boliviano, construir modelos propios con énfasis en lo que nos hace únicos, innovar en la educación, el arte y la literatura, son algunos de los múltiples aportes de Franz Tamayo a la cultura boliviana. Este 28 de febrero, rememorando el natalicio de la célebre figura se conmemora el “Día de la Literatura y Letras Paceñas”.
“Franz Tamayo fue una persona con muchas pasiones, un gran poeta y escritor, filósofo, políglota, político y diplomático. Amaba el conocimiento, alguien realmente inspirador. Su aporte en la educación en el país lo llevó a destacar entre los demás”, señala Alejandro Bacarreza, estudiante de Periodismo de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
A pesar de no estar entre nosotros, sus obras e ideales perduran en los jóvenes que lo recuerdan, a 145 años de su nacimiento.
Faviana Soliz, joven universitaria, rememora el paso por los estudios que realizó Franz Tamayo en París, Francia, entre otros, para fortalecer su conocimiento y nutrirse “del saber del mundo, para volver a Bolivia e iluminar el camino”.
En 1910, Tamayo pública “La Creación de la Pedagogía Nacional”, una recopilación de 55 editoriales, obra considerada por muchos como el germen del nacionalismo, un llamado a encaminar la innovación educativa y la necesidad de pensar en una enseñanza centrada en boliviano, con sus modelos propios.
Para el politólogo y literato Ignacio Vera de Rada, “Tamayo puede ser considerado un protonacionalista, debido a que en la prosa de ‘La Creación de la Pedagogía Nacional` están muchas estelas que luego seguirán el nacionalismo revolucionario. Esta prosa está muy influida por la filosofía alemana de Nietzsche y Fichte, lo que es interesante para hacer la pesquisa de cuáles son los gérmenes primeros del nacionalismo en Bolivia”.
“La provocación de la conciencia nacional (…) y esta fiebre creadora de vida que pretendemos despertar en nuestra educación nacional es la única que podrá dar un resultado positivo y seguro, más que la importación de ciencias, métodos y profesores extranjeros, más que todo el oro del mundo, más que todas las ilusiones de nuestros pedantes pasados y presentes. Y en esto consiste la doctrina y la creación de la pedagogía nacional”, señala Tamayo en parte del texto presentado hace 114 años..
En esa obra –única en su género hasta ese momento en Bolivia– Tamayo coloca los cimientos para una educación boliviana, de los bolivianos para los bolivianos.
De acuerdo con el historiador Juan Godoy, la obra de Tamayo es una fuente de inspiración para generar ideas propias.
“Lo conozco por su libro ‘Creación de la pedagogía nacional’, una interesante propuesta donde menciona ‘la historia no se repite y las realidades no son iguales, por lo que los esquemas teóricos y pedagógicos no pueden ser iguales en tiempo y espacio’ (..) lo que dio paso a la innovación de educación en Bolivia en su época”, agrega Felipe Cuéllar, de 18 años, estudiante de Arquitectura.
Tamayo invita a pensar en lo nacional, a ser creativos, a descubrir la realidad, dice el cruceño Abraham Flores, joven de 20 años a tiempo de asegurar que su obra inspira a “encontrarnos con nosotros mismos y construir un pensamiento propio”.
“Inspirados por sus ideas, podemos construir un futuro en el que las barreras económicas, digitales y temporales se levanten, desaparezcan y la educación brille y sea el faro que nos guía a un futuro mejor”, dice por su parte Mayherly Vidaurre, estudiante de Medicina.
Vera de Rada indica que la obra de Tamayo merece ser leída y su legado pasado a las nuevas generaciones, tanto por la riqueza de su lenguaje, sus ideas, como por el ideal que representa, como una muestra de superación para todo el país.
“La juventud tiene que conocer a Tamayo en las aulas de los colegios y en las cátedras universitarias, en primer lugar, para que se den cuenta de hasta dónde puede llegar un boliviano. Tamayo tuvo defectos, tuvo incoherencias, pero eso lo hace muy humano y un ser contradictorio, complejo como lo son las personas grandes, como Goethe, Bolívar, Da Vinci que eran personas complejas y con defectos”, apunta.
Interiorizada en sus obras, Vera de Rada asegura que la juventud puede descubrir rasgos históricos del pensamiento en Bolivia, pero también puede acceder a un disfrute tremendo leyendo las obras de Tamayo.
Una vida de conocimiento
Hijo de Felicidad Solares, mujer de sangre indígena, e Isaac Tamayo Sanjinés, político paceño que fue diputado, diplomático y ministro de Estado. Como representante diplomático se estableció con su familia en Europa, lo que obligó a Tamayo a vivir parte de sus primeros años en haciendas familiares y en el exterior del país.
Pasó algunos meses por las aulas del Colegio Nacional Ayacucho y recibió educación privada en humanidades, piano, alemán, latín y francés entre otros.
Políglota y polifacético, Tamayo destacó en la literatura, la abogacía (se tituló a los 19 años), la política y la filosofía. Fundó y dirigió el Partido Radical. Ocupó cargos de relevancia, como ministro de Relaciones Exteriores, presidente de la Cámara de Diputados e, incluso, en 1935, durante la guerra del Chaco, fue elegido presidente de la República, cargo que no llegó a ocupar debido al golpe militar de José Luis Tejada Sorzano. También destacan su dominio de, al menos, ocho idiomas, entre otros, el latín y el griego.
“Fue periodista y columnista, escribió en El Diario y fundó los periódicos El Fígaro (1915) y El Hombre Libre (1917), siempre manteniendo una línea de crítica hacia el poder”, relata Carolina Terán, una estudiante de periodismo.
A partir de 1910 inició su participación activa en la política. Fundó, junto con otros jóvenes intelectuales, el Partido Radical en 1911. Su pasión por los problemas nacionales y sus deseos de terminar con el “bandidismo gubernativo”, como él lo denominó, lo llevaron a desempeñar numerosas tareas en la administración pública.
“Fue un intelectual al que le gustaba debatir y discutir con otros grandes pensadores de su generación. Dicen que su gran dominio del lenguaje sorprendía a sus oponentes y los dejaba fuera de combate”, recuerda la estudiante Isabel Piérola.
Tamayo también sirvió como representante boliviano ante la Sociedad de Naciones en 1921, para plantear la revisión del tratado de 1904 con Chile. Luego, en 1926, fue nombrado consultor del Ministerio de Relaciones Exteriores, durante la presidencia de Hernando Siles, y ministro de esa cartera en el gobierno de Daniel Salamanca. Fue presidente de la Asamblea Legislativa en 1931.
“Plantó cara por Bolivia ante la Sociedad de Naciones, defendiendo el derecho nacional a una salida a las costas del Pacífico y al tan ansiado mar”, agrega Piérola.
Por su obra poética se lo considera el máximo representante del modernismo en el país. Odas fue su primer poema (1898), pero también publicó los Proverbios sobre el arte, la vida y la ciencia (1905), Nuevos proverbios (1922), Los nuevos Rubayat (1927), Scherzos (1932) y Epigramas griegos (1945).
Tamayo es, también, autor de las tragedias líricas La Prometheida (1917) y Scopas (1939) y los ensayos “La creación de la pedagogía nacional” (1910), “Crítica del duelo” (1911) y “Horacio y el arte lírico” (1915).
“La obra poética de Tamayo es excelsa, pero lamentablemente es la menos conocida. Esta obra es importante porque refleja la capacidad que puede tener un boliviano esforzado y que además es un boliviano mestizo. La poesía de Tamayo hace un balance entre lo que es ser boliviano del altiplano, con recursos y técnicas griegas. En ese arte híbrido podemos encontrar que el mestizaje es un hecho real y a la vez muy complejo que puede producir obras de arte muy bellas, creo que ahí está la importancia de su obra”, explica Vera de Rada.
La Universidad Franz Tamayo, Unifranz, lleva su nombre como un reconocimiento a su propuesta pedagógica que representa el ideal de la educación que guía nuestras acciones.