Equilibrar lo que comes es el primer paso hacia una vida saludable

Bolivia es un país donde la gastronomía se celebra con orgullo. Platos típicos como el majadito, el mondongo, el chicharrón, el fricasé o el ají de fideo no solo están cargados de sabor, sino también de historia y tradición. Pero cuando se trata de salud y nutrición, la riqueza culinaria boliviana plantea un desafío importante: aprender a disfrutar de la comida sin caer en los excesos.
La clave está en el equilibrio, explica Marie Paulette Étienne Morales, médico nutrióloga y docente de la carrera de Medicina de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
“Comer rico no es sinónimo de comer bien. El problema no está en los platos típicos en sí, sino en los excesos y en la forma en que los combinamos”, asegura la especialista en nutrición, dietética y trastornos de la conducta alimentaria.
Bolivia es rica en variedad de alimentos saludables: frutas, verduras, cereales, carnes e incluso pescados. Sin embargo, en la práctica, muchas recetas tradicionales tienden a mezclar una gran cantidad de carbohidratos en un solo plato. Pan, arroz, fideo, papa o yuca se combinan sin moderación, lo que eleva los niveles de azúcar en sangre y puede llevar a complicaciones como el sobrepeso y la obesidad.
Los carbohidratos son esenciales para el organismo porque generan energía, pero deben consumirse en porciones adecuadas.
“Nuestro cuerpo funciona a base de ATP (trifosfato de adenosina, células en el cuerpo humano, utilizada para impulsar la mayoría de las reacciones químicas y procesos vitales) que es como nuestra gasolina. Pero, así como no podemos llenar el tanque de un auto más allá de su capacidad, tampoco debemos sobrecargar nuestro cuerpo con alimentos que no necesita”, advierte Etienne.
Comer ajíes o frituras de vez en cuando no es dañino, pero hacerlo todos los días rompe el equilibrio necesario para una buena salud.
Rutina alimentaria en Bolivia
El panorama alimentario en Bolivia refleja una falta de rutina adecuada y una tendencia a sobrealimentarse. Aunque lo ideal es realizar cinco comidas al día, muchas personas llegan a consumir hasta ocho o más.
“El oficinista, por ejemplo, desayuna en casa, luego come una salteña, después un ceviche, almuerza, toma el té, cena y sigue picando. Eso sobrecarga al organismo y da lugar al aumento de peso y, con el tiempo, a la obesidad”, explica la nutrióloga.
Los hábitos alimenticios se ven influenciados también por creencias culturales arraigadas. En muchas regiones de América Latina, tener un cuerpo voluminoso era considerado un signo de salud y bienestar. Sin embargo, la evidencia científica ha demostrado que este paradigma es perjudicial.
“Reeducar los hábitos alimenticios es un reto. Muchos pacientes llegan a consulta sabiendo que deben cambiar, pero no logran establecer una rutina. Promover un comportamiento alimentario adecuado implica establecer horarios, controlar porciones y evitar los excesos innecesarios”, sostiene la experta.
Hipercolesterolemia.
Uno de los principales riesgos asociados a una mala alimentación es la hipercolesterolemia, una condición en la que los niveles de colesterol en sangre se elevan peligrosamente. El colesterol bueno (HDL) es necesario para proteger las membranas celulares, mientras que el colesterol malo (LDL), proveniente en gran parte de grasas saturadas, se adhiere a las arterias y puede provocar infartos.
Etienne es clara al respecto, “las grasas saturadas presentes en alimentos fritos, en chips, papas y comidas fritas son muy difíciles de eliminar. Si encima usamos aceites reutilizados, como ocurre en muchos puestos de comida callejera, el daño es aún mayor”.
Cómo reducir riesgos
Para reducir los riesgos, recomienda el uso de grasas buenas como el aceite de oliva o el consumo de palta. “No estamos acostumbrados a usar aceite de oliva en nuestra dieta, pero deberíamos incorporarlo, al menos en nuestras ensaladas. Tiene beneficios probados para el corazón y la salud en general”, explica.
Además, destaca la importancia del yogur en la alimentación diaria porque fortalece la microbiota intestinal, que es la principal barrera inmunológica del cuerpo. Incluirlo en la dieta mejora las defensas y previene enfermedades respiratorias, algo muy valioso en los tiempos actuales.
El mensaje es claro. La alimentación saludable no se basa en prohibiciones estrictas ni en dietas restrictivas. Se trata de encontrar un balance que permita disfrutar de los alimentos tradicionales, pero con moderación.
“Si quieres comer una hamburguesa con papas o un pique macho, hazlo. Pero no todos los días. Yo misma disfruto de esos platos una o dos veces por semana, y lo hago sin culpa porque sé que estoy equilibrando mi dieta el resto del tiempo”, señala Etienne.
Actividad física
La alimentación saludable debe ir acompañada de actividad física regular. La especialista recomienda realizar ejercicio al menos dos o tres veces por semana, aunque sea en casa. “Todos podemos crear una pequeña rutina. No necesitas ir al gimnasio, puedes hacer ejercicios en casa durante 10 minutos al día. Lo importante es tener voluntad. Yo me quiero, quiero estar sana, y eso implica compromiso con mi salud”, enfatiza.
El problema del sobrepeso y la obesidad no solo radica en la estética, sino en las enfermedades asociadas, como la diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, hipertensión arterial y hasta algunos tipos de cáncer. La solución no está en eliminar platos ni sabores, sino en adoptar un enfoque consciente y responsable de lo que se consume.
“El cuerpo humano es una máquina extraordinaria, pero necesita el combustible adecuado y en la cantidad justa. El equilibrio es la palabra clave; equilibrio en lo que comemos, en cómo lo comemos y en cuánto nos movemos. Esa es la verdadera receta para una vida saludable”, concluye la médico Marie Paulette Étienne.